Desde finales de los cuarenta hasta mediados de los cincuenta, los hípsters Beat de Nueva York o la nueva bohemia, así llamada para distinguirla de la “Bohemia” de las primeras décadas del siglo XX en el Village (Johnson y Grace 7), se componían de personajes antisistema de toda índole: desde jóvenes rebeldes recién emancipados que habían abandonado las casas familiares y algunas valientes mujeres aventureras, hasta gays, lesbianas, transexuales, artistas incipientes y consagrados, criminales, personas sin techo, o radicales de izquierdas de las anteriores décadas, unidos por el enclave y reducto urbano de libertad que era el Greenwich Village y sus espacios públicos que tomaron poco a poco, no sin afrentas con la policía (Di Prima 2001:112).
El grupo legendario Beat, aún desconocido a gran escala, estaba formado, como ya hemos visto, por estudiantes o ex-estudiantes universitarios (Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Lucian Carr, John Clellon Holmes, William Burroughs), mujeres de la primera generación de escritoras Beat, autodidactas relacionados con el mundo del crimen o el psiquiátrico (Herbert Hunk, Carl Solomon, Gregory Corso), y el resto de amigos que compartían su visión contracultural, tanto existencial como artística, y que tenían como epicentros de reunión sus apartamentos y otros espacios del barrio bohemio. Pero por mucho énfasis que se haya dado a este coterie literario y grupo de amigos, como bien sugirieron Gregory Corso y Gary Snyder a posteriori, un grupo de tres o cuatro “no hacen una generación” (Lawlor 26). La etiqueta tomaría fuerza y sería adoptada por la vibración contracultural ya existente a raíz de la popularidad mediática que adquirió a mediados de la década de los cincuenta.
Este grupo de inicio de la pulsación Beat en expansión tomó como ejemplo una praxis de vida instintiva, espontánea, fiel a la experiencia intensa del límite, al sentimiento y el yo auténticos y a la necesidad de gratificación instantánea, siempre en búsqueda, movimiento y huida: los junkies , músicos de bebop, o wild kids, como hombres de frontera modernos en la carretera, fueron los modelos de “furtivos” para Kerouac y los demás. Sus valores estaban muy unidos a la masculinidad Beat, los cuales fueron asimilados y transformados por las mujeres del movimiento de formas diversas en sus vidas y obras, como sugiere Ronna Johnson: “desestabilizando las categorías de la escritura y cultura Beat y mostrando lo Beat a su manera, expandiendo funcionalmente y de alguna forma modificando discursos e imágenes del modelo a seguir, más allá de las formas de actuar y ser más familiares que buscaban los ejemplos masculinos” (2004(a): 4). 6
Todos, sin embargo, mujeres y hombres, y de forma decisiva para amalgamar la esencia literaria y artística del fenómeno Beat, tomaron como influencias clave en su visión de las cosas las vidas artísticas bohemias y vanguardistas de los simbolistas franceses (Rimbaud, Proust) y otros enfants terribles , los filósofos románticos trascendentalistas (Thoreau, Emerson, Whitman), los rompedores vanguardistas europeos (dadaístas, surrealistas, etc.), los Modernistas norteamericanos y europeos (William Faulkner, James Joyce, T.S. Eliot) y los poetas avant-garde norteamericanos (Ezra Pound, W.C. Williams, Gertrude Stein, H.D.); modelos literarios de nuevo mayoritariamente masculinos y relacionados con una visión romántica del genio creativo.
La pócima alquímica Beat incluye el poder simbólico de la palabra y el arte como acción contestataria. Los miembros del grupo, muchos de ellos con formación universitaria y una gran curiosidad intelectual y literaria, consideraban que la literatura podía ser un arma para generar una nueva visión vital y artística, a la par que la experimentación con drogas, la delincuencia y la sexualidad abierta. La búsqueda de nuevos valores, en contraste con la homogeneización y el conformismo que imponía la sociedad de postguerra, inevitablemente fomentaba una nueva filosofía de vida y arte. Acudía en su ayuda la indagación por el autoconocimiento a través de las experiencias múltiples: vitales, corporales, espirituales e intelectuales.
El reducido grupo de eclosión Beat, junto a la bohemia artística del Village a principios de los cincuenta (que tras la popularidad mediática de Howl se les uniría), transformarían el significado Beat como representante, no ya de un grupo de subcultura aislado, sino de un movimiento de vanguardia artística en su plena definición, promoviendo la unión de la innovación en el arte y la formación de una nueva conciencia; arte y vida como acción política desde individuos que se identificaban como colectivo (Bürger 1984, von Hallberg 1996). De esta acertada forma es como se lleva estudiando el movimiento Beat después del resurgir crítico en la segunda mitad de los noventa, perspectiva crítica que anticipó A. Robert Lee al proponer el análisis de la relación entre arte y política, “el poder de la palabra y el poder de la acción” en la literatura y cultura Beat (1996: 7).
Dentro de esta propuesta es necesario señalar la doble labor que llevan a cabo las mujeres escritoras como experimentadoras dentro de los propios movimientos de vanguardia: “un grupo marginado dentro de una ya marginal bohemia” (Johnson 2004(a): 5), 7revelando posiciones a contracorriente al propio discurso contracultural en el que estaban inmersas. Sus prácticas vitales y estéticas de “alianzas y divergencias” a los preceptos establecidos por los grupos artísticos a los que pertenecían, generalmente masculinos, como indica Elizabeth Frost en su estudio sobre mujeres poetas dentro de las vanguardias experimentales modernistas y contemporáneas estadounidenses, reflejan valiosas tácticas de desestabilización y apertura (xiii).
Las escritoras promovían diferentes formas de formular lo Beat o experimentar beatness desde contra-narrativas y voces críticas disidentes que cuestionaban los discursos bohemios, exponiendo sus propias contradicciones, sobre todo en cuanto a los sistemas de género (Belletto 2017(b): 92). Sus obras, por lo tanto, amplían y completan la definición y el entendimiento de la formación de los Beat como grupo de vanguardia artístico, además de participar en un continuo de tradición de poesía y escritura femenina y feminista estadounidense experimental. Esta última perspectiva de inserción en un continuo de tradición de literatura escrita por mujeres no parece haber sido atendida con suficiente profundidad en la aproximación a las poetas Beat (prueba de ello es el escaso análisis comparativo que existe con mujeres poetas de otros momentos históricos y culturales), siendo un eje teórico en el presente estudio.
Para entender las transformaciones expansivas del movimiento Beat a lo largo de los cincuenta es necesario contextualizarlo, como R. Holton sugiere, dentro de un ambiente de debate intelectual sobre el rumbo hacia la extinción del individualismo y la alienación en la sociedad estadounidense de la época, lo que duplicó el impacto de la visión alternativa de vida y arte Beat en la juventud del momento. El contexto histórico y cultural del movimiento les distinguió de otras vanguardias artísticas que surgieron también en momentos de importantes transformaciones históricas (por ejemplo, los Trascendentalistas de mediados del diecinueve debido a la industralización y el capitalismo; las vanguardias europeas en torno a la primera guerra mundial), sobre todo en el elemento de los medios de comunicación. Desde el plano social y cultural, Estados Unidos vivía grandes cambios que se ponían en práctica de formas muy concretas: “El Comité de Actividades Anti-Americanas de McCarthy […], los nuevos sistemas de autopistas, […], las zonas residenciales, […] los modernos supermercados y centros comerciales [que proliferaron cuando se descubrió] que los hábitos consumidores y laborales de la clase media estadounidense podían ser manipulados” (Holton 12). 8
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