Metales preciosos y alza de precios
Desde la segunda mitad del siglo XV habían comenzado a escasear los metales preciosos en Europa, lo cual entorpecía el proceso de producción. Por eso, el deseo de encontrar oro y plata impulsó en gran medida la exploración de nuevos territorios. Cuando los españoles se establecieron en América y comenzaron a descubrir ricos yacimientos de plata en Zacatecas, Guanajuato y Potosí (actual Bolivia), el flujo de metales preciosos hacia Europa inició una tendencia de aumento en los precios que, sólo en el caso de España, llegó a un 50 % entre 1501 y 1525. En el resto de Europa, los precios alcanzarían hasta un 250 % de aumento para 1600.
Aunque el flujo de metales preciosos de América a Europa no fue el único factor que influyó en el incremento de los precios, sí fue un estímulo decisivo en esta tendencia. Pero si el alza de los precios fue un fenómeno más o menos general en toda Europa, no lo fue igualmente el aumento de los salarios, que no en todos los países crecían en porcentaje paralelo al de los precios. Esta diferencia entre precios y salarios, sobre todo en países como Inglaterra y Francia, beneficiaba a los productores y daba lugar a la acumulación de capitales que puso las condiciones para la economía capitalista de Occidente.
El desarrollo del comercio
Otra condición indispensable para el desarrollo del capitalismo fue la posibilidad, abierta por los descubrimientos geográficos, de comerciar con regiones distantes. Dado que el crecimiento de la población incrementaba la demanda de productos básicos y de lujo, su suministro fue una actividad muy lucrativa para los comerciantes. Los europeos requerían las especias asiáticas para conservar y condimentar sus alimentos así como para curarse, los tintes para las telas y las telas mismas (en especial, la seda), los perfumes, el vidrio, la porcelana, las perlas y los diamantes... Hasta fines del siglo XV estos productos llegaban a Europa, a través del Mediterráneo, por mediación de los turcos, que los vendían a los venecianos, genoveses y provenzales. De esos lugares comenzaban su viaje hasta las manos del consumidor. Pero todo esto cambió cuando los portugueses pudieron ir directamente a negociar con los productores en Asia y cuando se abrió el comercio entre Europa y América desde España.
Ésta es la época de esplendor del comercio, cuando los comerciantes pueden situarse en un plano de igualdad con respecto a los soberanos por prestarles las sumas que necesitan para costear sus carísimas campañas militares. Pero también fue la época en que el comercio experimentó su más grave contradicción: mientras que a nivel internacional se expandía hasta abarcar el mundo entero, en el nivel local a veces faltaban las mercancías básicas entre las regiones de un mismo país. Quizá esto pueda explicarse en parte por la cantidad de impuestos que las mercancías pagaban al ser transportadas por tierra y que no existían en el transporte marítimo, pero también hay que tomar en cuenta que la mayor parte de la población europea de esta época consumía bienes producidos por ella misma.
El crédito y la especulación
La prosperidad comercial y el desarrollo económico que se vivieron durante la primera mitad del siglo XVI comenzaron a decaer a partir de 1560 a causa de la especulación desaforada en los grandes mercados de capitales y de los muchísimos negocios fáciles que, con fraudes, desanimaban a los prestamistas. También contribuyeron al desplome del capitalismo las guerras de religión en Francia y los Países Bajos, las guerras entre España, Inglaterra y Francia, el incremento en los impuestos y las migraciones de población. El comercio se vio afectado porque cada Estado se empeñaba en reglamentar toda la actividad económica dentro de sus límites y eso creaba obstáculos entre los países.
Si al reglamentar excesivamente la economía los Estados dificultaron el comercio, en cambio, al requerir dinero para el cumplimiento de sus proyectos bélicos contra otros países, hicieron florecer el crédito. Las incesantes guerras eran caras y los soberanos pedían sumas enormes que los incipientes banqueros anticipaban a ciegas. Generalmente, los países no podían pagar las sumas a tiempo y los banqueros, si no tenían la prudencia de invertir en inmuebles, veían cómo sus negocios se arruinaban en poco tiempo. Era frecuente que los Estados se declararan en bancarrota para suspender el pago de sus deudas, como le ocurrió a España en varias ocasiones durante el siglo XVI.
La especulación empezó siendo una especie de apuesta o juego en las capitales del comercio, donde se movían muchísimas mercancías y circulaba mucho dinero. Consistía en que el comprador de cierta mercancía pactaba con su vendedor un precio que era pagado después de cierto plazo, cuando se entregaba la mercancía. En el transcurso de dicho plazo, el precio podía subir o bajar, lo cual producía ganancias o pérdidas, y el documento en que se asentaba el compromiso para la entrega de la mercancía en una fecha determinada podía ser cedido por el comprador a otro comprador y así sucesivamente hasta formar una cadena de compradores que se pasaban el documento hasta la fecha de su vencimiento. Así, el papel se convirtió en el artículo más cotizado, pero su valor, variable, estaba sujeto a los vaivenes de la política, que determinaba su precio. La especulación se desarrolló también, durante esta época, en otras direcciones: se fundaron las primeras loterías y se empezaron a vender los primeros seguros sobre la vida de personas que, sin esperarlo, eran víctimas de los que cobraban el seguro.
Capitalismo e industria
Para superar los obstáculos que había creado la tradición de los gremios artesanales, que no producían, por los reglamentos propios de su gremio, la cantidad de objetos demandados y al precio bajo que los hacía accesibles a más gente, los mercaderes entraron en contacto directo con los artesanos de cada región, les proporcionaron las materias primas y las herramientas necesarias, para después comprarles la producción y distribuirla con más eficiencia. De esta manera, los trabajadores quedaron bajo el dominio de los empresarios capitalistas y los antiguos gremios sólo proveían ya pequeñas cantidades de productos a su inmediato entorno.
La producción industrial, importantísima para el desarrollo económico de Europa, experimentó durante la primera mitad del siglo XVI algunos de los cambios cualitativos esenciales que en los siglos siguientes llegarían a ser propios de la civilización industrial de Occidente. El primero de ellos fue la sustitución, en países como Inglaterra, del carbón de madera –que estaba acabando con los bosques– por el carbón mineral, más adecuado para acelerar el proceso de producción por la mayor intensidad de su calor. Otro cambio importante fue la intervención del Estado para ofrecer privilegios económicos a los productores o para ser él mismo parte de las actividades productivas y así proteger a las industrias locales en contra de la competencia extranjera.
Estado y política de poder
Poder medieval y Estado moderno
El ocaso de la república ideal del Medioevo, en la que el papa y el emperador gobernarían en perfecta concordia y velarían por los intereses terrenos y ultraterrenos de sus súbditos, sucedió durante el siglo XVI, en que la autoridad del papa comenzó a ser cuestionada, incluso dentro los Estados católicos y en lo tocante a los dogmas, y la autoridad del emperador fue débil dentro del Sacro Imperio Romano y nula fuera de él. A causa del individualismo propio del Renacimiento, creció en Europa la tendencia política a formar Estados que se equilibraran mutuamente por la igualdad jurídica y la autonomía individual de sus miembros con respecto a la rigidez jerárquica del Medioevo.
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