1 Para ser justos con Spencer, debemos señalar que era más cauteloso que Mill al hablar de la dirección del cambio social, ya que preveía la posibilidad de un cambio histórico desde los modelos industriales a los modelos militantes de organización social.
I. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR «VIOLENCIA ORGANIZADA»?
¿QUÉ ENTENDEMOS POR «VIOLENCIA»?
En la vida cotidiana, el término violencia se utiliza para definir situaciones muy diversas. En la mayoría de los casos, se refiere a un tipo particular de acción que tiene consecuencias perjudiciales, pero también puede denotar la ausencia total de acción. Matar deliberadamente o herir físicamente a otro ser humano es algo que casi todo el mundo identificaría como un acto violento. Sin embargo, esta misma etiqueta es utilizada por algunas personas para describir los castigos severos que se imponen a humanos y animales; la destrucción de la propiedad y el hábitat (devastación ambiental); la utilización de palabras particularmente ofensivas o groseras; formas graves de chantaje emocional; y amenazas a la vida, la salud o el bienestar mental. Sin embargo, los actos de omisión, entre los que se incluyen mostrar indiferencia hacia las actividades que generan resultados violentos, no prestar atención al sufrimiento humano o animal o retirar el apoyo a personas extremadamente vulnerables también se han caracterizado como formas de violencia. Además, este término a menudo se aplica a ciertas actividades como, por ejemplo, romper una promesa o un acuerdo (violar un tratado), a las que afectan de manera negativa a los sentidos, como el olfato o el gusto (es decir, «esa comida era repulsiva, violaba mis papilas gustativas»), o a las que dañan la propia dignidad o imagen («este comportamiento destruye mi autoestima»). Aunque la mayoría de las formas de acción/inacción etiquetadas como violentas se refieren a hechos concretos del pasado o del presente, en algunos casos, esta etiqueta también se utiliza en relación con los hechos futuros («al aumentar las emisiones de CO 2, estamos destruyendo el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos»). El concepto de violencia también se usa de una manera más metafórica, como en «ganar la batalla contra el cáncer», «luchar contra la pobreza» o «librar una guerra contra la corrupción». Dado que este término tiene fuertes connotaciones normativas, también se aplica con frecuencia como una herramienta política que sirve para justificar o deslegitimar medidas concretas. Por ejemplo, en un encuentro deportivo en el que participan dos equipos, uno de los entrenadores puede considerar un placaje fuerte como expresión del trabajo duro y del compromiso de su jugador, mientras que el entrenador del otro equipo puede interpretar ese mismo acto como una provocación violenta deliberada. Asimismo, un incidente en la frontera entre dos Estados enemigos podría provocar una espiral de denuncias entre los dos gobiernos sobre la agresión premeditada de la otra parte.
Todos estos usos e interpretaciones diferentes de lo que constituye la violencia indican que no existen criterios inequívocos y universalmente aceptados para diferenciar un acto violento de uno que no lo es. Esto no quiere decir que deba aceptarse una posición relativista y considerar cualquier acción como violenta o no violenta. Más bien, esta gran variación interpretativa implica que cada acto violento se sitúa en un contexto social e histórico específico y, como tal, depende de percepciones y experiencias sociales concretas. En otras palabras, la violencia es un fenómeno históricamente enmarcado y socialmente dinámico, cuyo significado cambia a través del tiempo y el espacio. Sin embargo, a diferencia de la «cultura» o los «derechos», que son conceptos extremadamente flexibles que pueden adquirir significados profundamente diferentes, casi mutuamente excluyentes –y así lo han hecho a lo largo del tiempo–, la violencia es un fenómeno dinámico y mucho más constante. Por ejemplo, el concepto derechos ha cambiado su significado de manera sustancial a lo largo de la historia: de los derechos heredados de una sola familia («los derechos divinos de los reyes»), al privilegio de un grupo con una categoría de estatus determinada (aristocracia, grandes terratenientes, hombres blancos con propiedades, etc.), para convertirse en una prerrogativa legal de todos los ciudadanos que habitan en un determinado Estado nación. En cambio, el concepto violencia no ha sufrido una transformación tan drástica: el hecho de matar a otro ser humano fue considerado un hecho tan violento hace diez mil años como lo es ahora. Sin embargo, el marco social e histórico específico de lo que supone un asesinato en concreto sí ha cambiado sustancialmente. Mientras que, en algunos periodos de la historia, un aristócrata tenía el derecho a quitarle la vida a un campesino que no siguiera las normas, los principios éticos y legales del mundo contemporáneo no dejan espacio a este tipo de actos. Por lo tanto, aunque las interpretaciones históricas de lo que constituye la violencia cambian, este proceso es mucho más lento y más limitado que en el caso de otros muchos fenómenos sociales. Además, la violencia también es diferente en el sentido de que es un concepto gradual: incluye diversas prácticas que varían en escala, magnitud e intensidad del daño físico, moral o emocional. Obviamente, hay una diferencia sustancial entre proferir insultos obscenos contra un persona y quitarle la vida; sin embargo, ambos han sido caracterizados como formas de comportamiento violento. No obstante, esto no quiere decir que esta naturaleza gradual de la violencia sea universal y fija desde el punto de vista histórico y geográfico. Por el contrario, si se quieren comparar varios órdenes sociales a través del tiempo y el espacio, es evidente que, en algunos contextos, los insultos verbales pueden considerarse mucho más ofensivos y violentos que la muerte de otro ser humano. Por ejemplo, el insulto blasfemo contra la autoridad divina puede suponer de manera instantánea la pena de muerte, mientras que el linchamiento de un blasfemo o un apóstata puede ser considerado un acto virtuoso.
Esta marcada naturaleza contextual, dinámica y ambigua de la violencia ha generado vibrantes debates conceptuales en torno a la pregunta: ¿Qué tipos de acción/inacción constituyen violencia? Los temas conflictivos han sido fundamentalmente dos: la corporalidad y la intencionalidad de los actos violentos. Mientras que algunos académicos definen la violencia, en términos más estrictos, como el uso intencional de la fuerza física que genera un daño corporal o la muerte (Tilly, 2003; Eisner, 2009; Ray, 2011; Pinker, 2011), otros emplean definiciones más amplias que se centran en el impacto a largo plazo de una determinada acción social que, en última instancia, produce efectos perjudiciales (Scheper-Hughes, 2004; Žiz ek, 2008; Schinkel, 2010; Bourdieu, 1990; Galtung, 1969). Por ejemplo, tanto Eisner (2009) como Tilly (2003) destacan el elemento físico de la experiencia violenta. Para Eisner (2009: 42), la violencia es simplemente «la imposición intencional pero no deseada de un daño físico a otros seres humanos», mientras que para Tilly (2003: 3) los actos violentos deben distinguirse de la actividad no violenta en función de la imposición inmediata de un «daño físico a personas y/u objetos».
En cambio, otros autores argumentan que la violencia no puede reducirse a la dimensión corporal, ya que tanto el dolor físico como el emocional pueden producirse por medios no físicos. La exposición habitual a episodios de humillación severa puede fomentar un comportamiento suicida; las experiencias prolongadas de miedo y tensión pueden, en última instancia, causar ataques cardíacos; un ambiente de trabajo que genere estrés podría tener repercusiones en el aumento de la violencia doméstica; estar habitualmente expuesto a un ambiente de trabajo peligroso o a alimentos contaminados puede causar enfermedades graves, dolor o incluso la muerte. Scheper-Hughes y Bourgois (2004: 1) insisten en ello: «La violencia también incluye agresiones contra la persona, la dignidad o el sentido del valor de la víctima. Las dimensiones sociales y culturales de la violencia son las que le dan a la violencia su poder y significado».
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