Sor Inés del Espíritu Santo . Convento de la Inmaculada Concepción. Torrent.
La propuesta sorprendió a la viuda, que dudando tanto de la viabilidad del proyecto como de la capacidad de su familiar para dirigirlo, consultó el caso con otro sobrino, el canónigo de la seo valentina don José Pujasons y Sisternes. 5Este conocía de sobra la fama de su común pariente, con quien había tenido varias experiencias personales dignas de todo crédito:
Estando yo en Madrid –relató a su tía– tenía unas penas interiores que me llevavan muy turbado y no las avía comunicado a nayde, quando recebí una carta suya en que me las refería todas con la mayor puntualidad y me dava documentos para portarme en tales aflicciones. Esto conocí lo sabía por revelación, pues estava yo en Madrid tan distante de su comunicación y sin averla escrito a ella ni comunicado con nayde lo referido. En otras ocasiones que la he tratado tengo observadas muchas cosas admirables y muy sobrenaturales. Y assí, no dude vuesa merced que en ella habla el Espíritu Santo. 6
Doña Sabina quedó convencida con semejante confesión, prometiendo su apoyo a la madre Espíritu Santo para levantar un nuevo convento femenino en el que pasar el resto de sus días como «piedra fundamental y primaria de este Paraíso de Dios». 7Ella misma le buscaría emplazamiento en Valencia lo suficientemente espacioso para albergar una comunidad monjil y junto al osario donde reposaban las víctimas de la última peste que entre 1648 y 1649 había diezmado aquella urbe. 8Sor Inés descartó de lleno esta posibilidad, aclarando que «la voluntad de Dios por entonces no elegía aquel sitio, sino otro en Carcaxente». 9
Desde luego, la idea de abandonar la capital del reino con destino a un lugar del que nada conocía entusiasmaba poco a doña Sabina, que pese a todo transigió con los deseos de su sobrina. 10De las gestiones para materializarlo se ocuparían fray Onofre Sisternes Oblites, don José Pujasons y Sisternes y el padre Francisco Faxardo, de vuelta de Roma este último y tan diestro en el asunto que en breve obtuvo las preceptivas licencias de la corona y el entonces arzobispo fray Pedro de Urbina. 11También la autorización de los jurados del lugar, primero para establecerse en una casa donación de la carcagentina doña Úrsula Casanoves, al lado del camino de Alzira. 12Y después –dadas las estrecheces del solar– en el contiguo hospital y cementerio de peregrinos de la localidad, a cambio de habilitarse un espacio al mismo objeto comprado a la parroquia antes de cederse a los munícipes para su gestión. 13
Los trámites no estarían exentos de las habituales dificultades. Pudieron deberse a la oposición generalizada de la época con respecto al asentamiento de nuevos establecimientos religiosos en plena crisis económica. 14Porque en el término existían ya el monasterio agustino de Nuestra Señora de Aigües Vives, reedificado después de la Reconquista, y el convento de San Francisco, de reciente erección. En otro sentido, sin embargo, apuntan los historiadores locales. Según estos, la cofradía del Rosario que debía albergar el convento en proyecto –conforme a lo establecido por antiguas disposiciones pontificias– estuvo en el origen de su rechazo:
A tal fundación se opuso, en un principio, la villa ante el temor de que desapareciera de la parroquia la cofradía del Rosario, que por aquel entonces se hallaba en un estado muy floreciente. Pero habiéndose acordado que dicha cofradía sería respetada en el punto donde radicaba, además de que la comunidad se obligaría a admitir perpetuamente dos religiosas de coro, con dote de 400 libras, se desvaneció toda dificultad y la obra comenzó en 1653. 15
Silencio absoluto a este respecto guarda el padre Agramunt, que como el resto de crónicas de la Orden pasarían de puntillas sobre ello, despachándose con explicaciones del siguiente tenor:
[…] el Demonio, que presentía la guerra a muerte que se le iba a hacer en Cargagente por las esposas del Crucificado, sugestionó a muchos vecinos de esta villa para que, obstinadamente, impidieran la ida allí de las religiosas dominicas […]. [Pero] los alborotos ocasionados por los hijos de las Tinieblas fueron apaciguados con facilidad y todos los ánimos quedaron quietos, calmados y contentos 16
Como quiera que fuese, entrado el año 1654, el provincial de Aragón fray Francisco Crespí de Valldaura 17daba vía libre a sor Inés del Espíritu Santo para trasladarse hasta Carcaixent e iniciar la fundación, dejando a su discreción la designación de cuantas religiosas estimase oportunas para ayudarse en ello. 18
Carcaixent antic .
Los datos conocidos a propósito de esta elección son escasos. Como superiora del nuevo claustro se impuso el nombre de la madre Juliana de la Santísima Trinidad, que desde Santa María Magdalena había acompañado a sor Inés en su primera estación fundacional y de quien se tenía «ya larga experiencia era consumada en las más ilustres virtudes y en la expedición de los negocios que para tales empressas se ofrecían siempre». 19Dos monjas más de Vila-real se sumaron a la empresa. De conocida vida ejemplar una, la madre Potenciana de la Concepción. Y entre las primeras en vestir el hábito en aquel cenobio, la madre Teresa de San Vicente Ferrer, con solo treinta y dos años de edad «pero en ellos peinava muchas canas». 20Para sí reservaría sor Inés otra vez el cuidado de las novicias, reclutándolas a partir del método a continuación resumido:
Ella haciendo, digámoslo así, selección discreta, escogía las que el Espíritu Santo le revelaba para dedicarles mayor cuidado. Las imponía con celo en todo cuanto se refiere a la vida espiritual y las instruía, como consumada maestra, en las más altas máximas de la perfección cristiana. Se esmeraba muy en particular enseñando a todas el método de la santa meditación, según las prácticas de la orden y los maestros en la materia, los bienaventurados Enrique Susón y san Vicente Ferrer y los venerables Taulero y Granada. Y sobre todo procuraba, con gran prudencia, enfervorizarlas en las tres vías del espíritu, según la capacidad de cada religiosa, haciéndolas amar y practicar las mortificaciones de los sentidos, los ayunos y más que todo la observancia regular, base de toda virtud en las almas religiosas. 21
Por entonces tenía ya advocación el nuevo convento, llamado también de Corpus Christi para recordar la permanente presencia entre sus muros de Cristo Sacramentado. 22A él se encomendarían las fundadoras antes de partir hacia Carcaixent en el mes de abril. El lunes 13, festividad de san Vicente Ferrer, arribaban a aquella localidad en compañía de un pequeño séquito salido a su encuentro. Si hubo recepción oficial, ni rastro de ella quedó en las fuentes consultadas. Las monjas se limitaron a asistir a las vísperas solemnes celebradas con motivo de la efeméride vicentina, así como a la posterior procesión. Lo contarían tiempo después a fray José Agramunt:
Asistieron aquella tarde las venerables fundadoras a las vísperas solemnes en la parroquia y a la processión que en esta villa se haze al Ángel del Apocalypsi san Vizente, a quien professan suma entrañable devoción. Y concluidas las funciones, acompañaron con processión a las dichas señoras asta su encierro, que estava ya dispuesto y adornado con las riquíssimas alhajas de una suma pobreza. 23
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