—No tienes nada de lo que avergonzarte… —Le digo lo que es para mí una evidencia, y alargo mi mano hasta coger la suya—. Nada en absoluto. Somos víctimas del trato que nos dan las personas que más queremos, de aquellos que son importantes para nosotros. Nos forjan, crean una personalidad, plantan sus semillas en nuestro ser. Tu madre plantó en ti la semilla del miedo y de la inseguridad, Marina.
—Pero no quiero ser como ella —protesta cubriéndose el rostro con la mano que no le aprieto.
—No lo serás —le aseguro—. Tú debes confiar en ello.
—Amo a este bebé, sea lo que sea. —Descubre su rostro y, esta vez, se dirige a Roberto—. Le amo con todo mi corazón, y nunca sería capaz de dejarlo. Él me necesita para que lo cuide, y yo lo necesito a él, para quererlo y para darle todo el amor que se merece, ¿comprendes? Lamento que tu madre te abandonara, Roberto. Pero la mía también lo hizo. Porque a pesar de tenerme, se desvinculó de mí por completo. Eso también es abandono. Y aquí estoy… Queriendo tener un bebé por mi cuenta, muerta de miedo, pensando cosas horribles, pero amándolo con todas mis fuerzas.
Las palabras de Marina afectan a Roberto a unos niveles que no soy capaz de valorar, pero mi empatía se despierta y arraiga en sus emociones. Está avergonzado, está despertando de su letargo, dándose cuenta de su problema.
—Las mujeres de mi vida nunca se quedaron conmigo —explica Roberto, serio al tiempo que alicaído—. Siempre tenían algo mejor que escoger antes que a mí. Por eso luché por crearme una identidad como la que tengo. Quería aparentar poder, despertar deseo, mostrar seguridad y fortaleza, porque quiero ocultar mis carencias. A mí… —Clava sus ojos claros en Marina; su nuez sube y baja al tragar saliva—. A mí tampoco me quisieron mucho. Sufrí y lloré demasiado, y no quiero volver a pasar por esto.
Hago un gesto a Fayna para que se acerque con la bandeja de galletas que he pedido que traiga. Es tarde y no hemos cenado. Hay hambre, y también hay una sorpresa en la bandeja. Será la última ficha que juegue hoy.
Cuando mi amiga se acerca sonriente, Marina y Roberto se afanan en secarse los ojos con diligencia. Ambos tienen reparos a mostrar sus debilidades ante los demás. Roberto se cubre con la capucha de su sudadera azul oscura Tommy, y se abraza los hombros, fastidiado por haberse derrumbado.
Tomo la bandeja de galletas y despido a Fayna, que regresa a su sitio, al lado de Smart y Giant. Les ofrezco galletas a mis dos pacientes, al mismo tiempo que me dispongo a coger una, pero detengo mi mano al ver que cojo la quemada.
—Oh, maldita sea —protesto, enfadada—. Esta galleta está quemada. —Retiro la bandeja de sus zarpas y hago el gesto de tirar las galletas al aire.
—¿Qué haces? —pregunta Marina, que se muere de hambre—. ¡No las tires!
—¿Por qué no? Esta galleta está quemada. Ya no sirven.
—¿Que no sirve el qué? —Roberto me mira como si estuviera loca—. Estoy canino. Anda, trae.
—No. —Vuelvo a alejar la bandeja de ellos, yo en mis trece…—. Ni hablar. Van todas a la basura.
—Solo hay una galleta quemada. No las puedes tirar todas porque una esté quemada —razona Roberto con la intención de arrebatarme la bandeja.
—Sí, sí… Las voy a tirar todas. Porque esta galleta de mantequilla —señalo la galleta chamuscada— pondrá malas a las demás.
—¡No digas tonterías, muchacha! —exclama Marina—. Una no hará que las demás se quemen.
Arqueo mis cejas y pongo cara de satisfecha y de sabionda. Sonrío, me subo las gafas por el puente de la nariz, y asiento conforme. Dejo la bandeja a mis pies.
—Vosotros hacéis lo mismo que iba a hacer yo, solo que aplicado a vuestras vidas. Como tu madre fue mala contigo, Marina, crees que tú también lo harás mal con tu hijo o hija. Eso te bloquea de tal modo que prefieres pensar que te vas a morir antes que vivir una vida plena al lado de tu bebé. Y tú, Roberto, como tu madre te abandonó y tu novia te engañó, crees que todas las mujeres son malvadas y prefieres tratarlas como objetos antes que crear vínculos con alguna que pueda volver a destrozarte. Vosotros dos habéis sido víctimas, pero podéis dejar de serlo. Con vuestros miedos y credos, estáis tirando millones de galletas ricas, solo porque tuvisteis la mala suerte de encontraros con unas pocas quemadas.
Marina y Roberto se miran el uno al otro, comprendiendo a la perfección lo que quiero decir.
—Si queréis superar vuestras fobias, tenéis el poder de lograrlo, cortando de cuajo la raíz de vuestro pavor. Yo no hago magia, no sano a la gente de golpe —digo chasqueando los dedos—; son ellos los que lo consiguen cuando abren su cabeza para entender cómo piensan. Os acabo de señalar vuestro problema, he dado de lleno en la raíz para que comprendáis qué sucede. —Muerdo una de las galletas y les sonrío—. Solo ilumino el camino. La pregunta es: ¿cómo vais a actuar a partir de ahora?
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.