1 ...6 7 8 10 11 12 ...20 Sea como fuere, el siguiente tratado fechable de Vicente fue menos esotérico que sus dos obras sobre lógica. Trataba sobre la cuestión práctica de cómo determinar cuál de los dos papas rivales era el legítimo y sobre las obligaciones de los cristianos durante una época de cisma pontificio.
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Durante los tres primeros cuartos del siglo XIV, los papas raramente residieron en Roma. Por el contrario, siete papas sucesivos residieron en lo que hoy es el sur de Francia, haciendo paulatinamente de Aviñón su residencia principal y la sede de la curia pontificia. Dichos papas consideraban Francia y Aviñón más seguros que Roma, donde clanes rivales como los Orsini, los Colonna y los Gaetani se enfrentaban violentamente entre ellos y trataban de obtener el cargo papal para sus propios miembros y partidarios. Aquellas rivalidades, al desgarrar el Colegio Cardenalicio hasta el punto de que nadie que estuviera afiliado a dichas familias podía obtener la mayoría de dos tercios que se necesitaba para ser elegido papa, contribuyeron a la elección en 1305 del gascón Bertrand de Got. Con el nombre de Clemente V, fue el primero de los siete que pasó su pontificado lejos de Roma. 76 La ubicación de Aviñón también la hacía recomendable. Situada al norte de los Alpes y sobre el Ródano, era mejor ciudad que Roma para las frecuentes comunicaciones con los diversos reinos y territorios que conformaban la Cristiandad latina.
En 1305 Aviñón pertenecía al conde de Provenza, pero estaba situada en el límite occidental del Condado Venaissin, que era territorio papal. Clemente pasó largos periodos de tiempo en Aviñón desde 1309 hasta su muerte en 1314. Tras ello, el Colegio Cardenalicio, cuyos miembros incluían ahora una cantidad considerable de gascones nombrados por Clemente, eligió como papa a Jacques Duèse, el obispo de Aviñón. Con el nombre de Juan XXII, pasó todavía más tiempo que Clemente en la sede de su antigua diócesis. Para acomodar una presencia que era cada vez más frecuente y a punto de convertirse en continua, en 1336 Benedicto XII comenzó la construcción de un palacio papal en Aviñón que pudiera albergar a la curia pontificia y sus diversos departamentos. En 1339 hizo llevar los archivos papales y en 1348 el papado acabó adquiriendo el señorío de la propia ciudad de Aviñón. 77
Diversos grupos y personas protestaron por la reubicación del papado. Tras la elección de Clemente VI en 1342, Roma envió una embajada al nuevo pontífice, felicitándole pero también urgiéndole a ir allí. Clemente rechazó la propuesta, argumentando su necesidad de estar más cerca de Francia e Inglaterra durante un periodo de guerra entre ambos reinos y mencionando también las parcialidades familiares que hacían de Roma un lugar poco seguro. Brígida de Suecia (posteriormente canonizada) estableció su residencia en Roma en 1350 y anunció que no se marcharía hasta que el papado regresara a su hogar legítimo. Asimismo, en la década de 1370 Catalina de Siena viajó a Aviñón y exigió el regreso del papa a la Ciudad Eterna. 78
Las razones de dichas protestas eran tanto materiales como eclesiológicas. Para la gente de Roma, la reubicación de la curia papal en Aviñón era económicamente dañina; la curia pontificia ya no atraía el dinero de toda la Cristiandad latina para gastarlo en Roma. Además, en tanto en cuanto los sucesivos papas nombraban cada vez más nativos de sus propias regiones como cardenales, menguaba la influencia de las familias romanas sobre las elecciones pontificias. El Colegio Cardenalicio no eligió a un solo nativo de Roma, ni siquiera de Italia, entre 1305 y 1378; por el contrario, los siete papas que sirvieron durante aquel periodo de tiempo fueron todos nativos de diversas regiones francesas. Los reyes de Francia, por otra parte, veían con buenos ojos la proximidad a su propio reino del papado de Aviñón, lo que avivó el resentimiento en el resto de reinos más allá de la propia Francia.
Para Brígida de Suecia y Catalina de Siena el problema eclesiológico era de mayor importancia. Las reclamaciones de la primacía papal descansaban sobre la primacía petrina y el estatus de los papas como obispos de Roma. Jesús había designado a Pedro como jefe de la Iglesia; Pedro había sido el obispo de Roma; los papas eran los sucesores de Pedro como obispos de Roma y, por lo tanto, los papas eran los jefes de la Iglesia. Pero si los papas eran ahora obispos de Roma solo nominalmente, ¿por qué se les debía continuar considerando jefes de la Iglesia? Además, los reformistas consideraban el absentismo clerical un abuso que interfería en el cuidado de las almas. Algunos obispos y otros prelados no vivían en los lugares que se les habían confiado, residiendo en cambio en sitios más agradables, y sin embargo obtenían los ingresos de unas diócesis y parroquias en las que apenas ponían un pie o no lo hacían nunca. La lejanía física dificultaba a los clérigos ausentes abordar las necesidades espirituales de aquellos de quienes eran responsables. ¿Cómo podían los papas denunciar el absentismo cuando ellos mismos estaban ahora ausentes?
La continua presión para lograr el regreso del papado a Roma surgió finalmente efecto. En 1367, tras la pacificación militar de los Estados Pontificios italianos por parte del cardenal Albornoz en la década de 1350 y durante un periodo de paz entre Francia e Inglaterra, Urbano V y una porción de la curia papal regresaron a Roma. Sin embargo, cuando se reanudó la guerra entre Inglaterra y Francia, Urbano y aquella parte de la curia que le había acompañado a Roma regresó a Aviñón en 1370. Más tarde el papa Gregorio XI, con parte de la curia, abandonó Aviñón en 1376 y entró en Roma en 1377, donde murió en 1378. Debido a ello, la siguiente elección papal se celebró en la propia Roma y a ella siguió un cisma pontificio –el Gran Cisma, para los contemporáneos–. 79
Dieciséis cardenales, la mayoría de ellos nativos de diversas regiones francesas y casi la mitad del Lemosín, se reunieron en Roma unas dos semanas después de la muerte de Gregorio XI para elegir a su sucesor. Los habitantes de Roma se manifestaron en las calles, demandando la elección de un romano o, al menos, de un italiano. Temiendo un ataque, los cardenales accedieron a los deseos de los romanos y eligieron a un italiano que había ocupado altos cargos en la curia papal: el arzobispo de Bari, Bartolomeo Prignano. Incluso tras elegir al arzobispo de Bari, los cardenales temieron defraudar a la multitud congregada en el exterior con su elección de alguien que no era romano. En consecuencia, los cardenales vistieron con la indumentaria papal a uno de los suyos, un romano, y lo presentaron públicamente a la multitud esperando que asumieran que era el nuevo papa. Pero la farsa no engañó a la multitud, que, no obstante, aceptó la elección del arzobispo italiano de Bari. 80 Prignano adoptó el nombre de Urbano VI.
Ya durante la elección de abril, el Colegio Cardenalicio mostró preocupación sobre la legitimidad de la elección. Cualquier elección eclesiástica que se celebrara bajo coerción era canónicamente inválida; una multitud armada y agitada se aglomeraba cerca de los cardenales mientras deliberaban y votaban. Quizá para prevenir futuras recusaciones de la elección, los cardenales tomaron la inusual decisión de celebrar, además de la elección inicial, al menos otra y probablemente dos elecciones más el 8 y 9 de abril, votando de nuevo cada vez a Prignano, pero con la multitud más alejada y más pacífica. 81 No obstante, el intento de los cardenales de salvaguardar la elección pontificia contra cuestionamientos procedimentales no tuvo éxito. Los propios cardenales que eligieron a Prignano (o cuando menos una mayoría de ellos) fueron los que acabaron cuestionando y negando su validez.
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