© Archivo personal de Daniel Padilla.
Entusiasmados por la acogida, regresaron al año siguiente a grabar su primer disco, compuesto por veintitrés canciones peruanas, con el sello discográfico Odeón. Un medio la llamó “el pájaro que se convirtió en una bella mujer”, lo cual no se aleja mucho de la verdad. La ovación se repitió en Bolivia, Brasil y Chile, donde fue invitada a desempeñar sus primeros papeles en el cine.
Un momento decisivo en el ascenso del prodigioso dúo fue la visita a la Ciudad de México, a donde llegaron por invitación del presidente Manuel Ávila Camacho para estrenar en el Palacio de Bellas Artes su formación como el Trío Inka Taky (Moisés Vivanco en los instrumentos de cuerda; Cholita Rivero como segunda voz e Yma como la descollante voz principal). Allí, abrazaron el indigenismo de su propuesta tan desdeñado en el Perú, donde la extirpación de idolatrías seguía fresca y condenaba a quienes se enorgullecían de sus raíces, pues la clase dominante los prefería silenciosos y sumisos. En cambio, en el México posterior a la Revolución, casi toda manifestación cultural se erigía como un homenaje monumental a su identidad con apoyo del aparato estatal, y se reconocía que nuestros antepasados fueron el reguero de pólvora del fuego que somos. La influencia de esta épica nacionalista ayudó a Vivanco a diseñar un espectáculo fastuoso, a imaginar sin límites el Perú apelando a la mística de los escenarios naturales y culturas prehispánicas que Yma evocaba con su presencia. Y es que, como dice María Magdalena en un texto apócrifo: “El ritual es sencillamente el reflejo externo de algo que está ocurriendo profundamente dentro de uno mismo”. Así, donde el mundo occidental celebraba con éxtasis el exotismo indígena y los peruanos airados veían afectación y desnaturalización de la cultura tradicional andina, lo que ocurría era que la magia florecía en el arte de Yma Sumac, con la cuidadosa producción de su esposo Moisés Vivanco. Ella evocaba la dimensión onírica y divina del pasado glorioso, el canto ritual de los incas.
En 1946, el Trío Inka Taky da el gran salto a Nueva York. A pesar de su éxito en Latinoamérica, en Estados Unidos las cosas no son fáciles. Incrédulos de su ascendencia inca, se corre el rumor de que Yma Sumac es en realidad Amy Camus, oriunda de Brooklyn, por medio de un malicioso juego de palabras que sólo busca desacreditarla. La necesidad los obliga a incursionar en el comercio de atún, en el que tienen poca suerte. Por si fuera poco, Cholita queda embarazada de Vivanco, doble traición que rompe el corazón de Yma. Para evitar el escándalo, presentan a Yma como madre de Papushka Charles y a Cholita como su tía.
Por fortuna, un agente les recomienda probar suerte en Hollywood y acierta: en 1949 firman un contrato con Capitol Records. Por instinto de la prestigiosa disquera, Cholita y Vivanco se mantienen en la banda, pero el protagonismo absoluto recae sobre Yma Sumac. La bonanza y optimismo de la posguerra propicia la edad dorada de Hollywood y los grandes estudios. Las películas de aventuras crean una burbuja de entretenimiento mientras el macartismo persigue a los realizadores e intelectuales que critican al sistema. Arabia, África, Perú y otras naciones de culturas ancestrales son reducidas, en sus fastuosas locaciones, a parajes exóticos donde los exploradores blancos conquistan a mujeres hermosas y descubren tesoros ocultos. En este contexto, Yma encarna todas sus fantasías y más, pues su registro de cinco octavas —en tiempos en que las cantantes de ópera alcanzan dos octavas y media— promete hacer de ella uno de los espectáculos más grandes del mundo.
Efectivamente, Voice of the Xtabay se presenta en el Hollywood Bowl en 1950 con una gran orquesta causando sensación: en su primer año de lanzamiento vende más de un millón de copias. Contiene ocho temas compuestos por Vivanco y producidos por Les Baxter, quienes mezclan con audacia la música y temática andina con el mambo, el jazz, la ópera y otras corrientes que confluyen en un coctel multicolor, pionero de la world music. Las puertas del mundo se abren para la diva andina, y celebridades como Frank Sinatra, Walt Disney y Marlene Dietrich se declaran sus admiradores.
El éxito la acompaña en sus siguientes discos, Legend of the Sun Virgin (1952), que motiva su primera gira por Europa, e Inca Taqui (1953). De este último se desprende el hechizante tema “Chuncho”, donde las mutaciones de su voz nos internan en los misterios de la Amazonía. En el momento cumbre de su carrera, Yma retorna al Perú y es recibida de forma apoteósica por miles de personas y músicos folclóricos que la siguen en una caravana festiva. Sin embargo, ningún funcionario del Estado se manifiesta. El desplante a la embajadora más destacada de la cultura peruana en el exterior es cortesía del gobierno de Manuel Odría, una alianza entre los militares y la oligarquía. Una editorial de Trujillo expresa el sentir popular: “Estos dos artistas peruanos de serrana raíz constituyeron en los terribles años de la dictadura la más alta embajada de luz que hayamos podido tener fuera de nuestras fronteras, sin gastos para el erario nacional.”
Cortesía de Ellas Rugen Records.
Yma viaja a Cusco y se presenta en Machu Picchu, en un emotivo concierto del que no queda registro. De regreso a Estados Unidos, incorpora arias operísticas a su repertorio e incluso una versión cantada de “Claro de luna” de Debussy.
En 1954 protagoniza junto a Charlton Heston El secreto de los incas, una megaproducción de Paramount Pictures. Por si fuera poco, lanza Mambo!, uno de sus álbumes más apreciados y, probablemente, el favorito de sus fans posmodernos. Con este disco recorre Asia y encandila al público de Pakistán, Afganistán, Persia, Birmania y Japón. Los grandes estudios, amantes de su imagen y sonido, la invitan a participar en la comedia Música de siempre con Libertad Lamarque y Edith Piaf, y en la película de aventuras Omar Khayyam, entre otras. Pronto se da cuenta de que su apretada agenda de conciertos, programada por Moisés, no le permite desarrollar una carrera alterna.
Los problemas migratorios no son ajenos a las aves migratorias, por lo cual “la soprano alada”, como le gustaba ser llamada, obtiene la nacionalidad estadounidense en 1955, después de nueve años de residir allí. El Perú se muestra ofendido ante este hecho (a pesar de que Yma no renuncia a su nacionalidad peruana) y encuentra en él un motivo más para desacreditar su trabajo y cuestionar su amor por su tierra.
Por esa época, Vivanco vuelve a sorprender a Yma con descendencia fuera del matrimonio. Esta vez, ha procreado gemelos con su secretaria de veinte años de edad. La cantante queda devastada y a la traición se suma el escándalo. La relación nunca se recupera de este acontecimiento. Pero el show debe continuar, así que su intenso ritmo de presentaciones no se detiene. Responde el llamado de Broadway y pasea su hechizo atemporal por los teatros más lujosos, así como por los programas de televisión más importantes de la época. En 1977, el lanzamiento de su quinto álbum, Legend of the Jivaro, es opacado por un nuevo oprobio: se acusa a Vivanco de evadir impuestos durante siete años al mismo tiempo que una prueba de paternidad lo obliga a contribuir al sustento de sus vástagos. El divorcio cae por su propio peso y culmina un año después, pero durante este desagradable proceso, la resquebrajada pareja se presenta en Cuba y Las Vegas, para cumplir con los compromisos pactados.
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