Como Aarnes señaló, las secciones segunda, tercera y cuarta dan cuenta del alcance de la relación de Whitman con la sociedad en que vivió (402), aunque dicha relación la viviese en soledad durante un periodo más o menos prolongado. La última parte marca la vuelta a la sociedad. Lo destacable es que este regreso no lo es a Brooklyn o a Camden. El poeta se embarca en un viaje que lo lleva por el oeste y Canadá. Las variaciones de la relación desde la más absoluta inmersión en la sociedad de su época hasta el voluntario alejamiento para vivir en soledad y el posterior regreso marcan los pasos de lo que podría fácilmente ser una autobiografía con sus momentos de euforia y de profunda tristeza. Mostraría así las dudas y cambios que la persona experimenta. Logra también enseñar a los lectores la relación conflictiva que el escritor americano mantiene con la sociedad (402). Ya lo he desarrollado con anterioridad pero es hora de volver a traerlo a colación. A pesar de que Whitman se impone la tarea un tanto hercúlea de ser el poeta de Estados Unidos, la historia de la recepción de Hojas de hierba desvela que solo en un estadio muy avanzado de su carrera logró algo parecido a eso, y en cualquier caso, el desengaño ya había hecho mella en su ánimo, como Loving, Reynolds or Erkkila desarrollan.
Que este retorno vaya a continuación de sus apuntes del natural subraya la importancia de la tercera sección. En el fondo son una preparación para la última parte del libro. Al igual que la transición entre la segunda y la tercera parte da mayor fuerza al contraste entre la Guerra Civil y la vida en la naturaleza, a la enfermedad y la muerte frente a la recuperación en medio de la misma, el paso de la sección tercera a la cuarta subraya el contraste entre la soledad y la vida social, entre el modo de vida individualista del que se aísla y el de aquel que vive en medio del tráfago social siendo uno más. Cuando recupera la salud – no olvidemos que en su poesía Whitman siempre se describe como alguien que está en perfectas condiciones de salud – regresa a la sociedad, dejando entrever, quizás, que no se puede vivir en ella mientras uno está enfermo. La enfermedad es una ruptura con el orden natural, de ahí que cuando este se rompe, prevalezca la enfermedad o la guerra, y que, después de un período más o menos extenso de recuperación, logre recomponerse cuando el poeta se ha curado y regresa a lo que es, sin duda alguna, su medio natural: la sociedad.
El retorno no marca el comienzo de un futuro; antes bien, como señala Aarnes, es una ocasión para volver la vista al pasado (415-16). Esto se traslada también a sus capítulos sobre escritores. Whitman fija su atención en escritores anteriores como Edgar A. Poe, Ralph W. Emerson o William Cullent Bryant y deja de lado, como si los ignorara, a la nueva generación, compuesta por, entre otros, Henry James, William Dean Howells, o Mark Twain. El poeta, que estuvo en el centro de la sociedad por decisión propia, que hizo de lo coetáneo una parte muy importante de su poética, al final de su vida se retrae, parece dar un paso hacia la retaguardia y fija su mirada en un pasado del que formó parte en bastantes ocasiones. En cierto sentido, y no carece de razón Aarnes, esa última sección tiene un cierto aire de preparación para la muerte (416).
Reanuda Whitman en este cuarto apartado su vida social y sus intereses anteriores a la guerra. Eso sí, esta vez, aunque no le agrada la sociedad en la que vive, deja entrever una aceptación, incluso un cierto agrado por ella. Hay una aceptación de lo artificioso que la compone. Después de su temporada en medio de la naturaleza Whitman comprende que ese artificio es también expresión y acompañamiento de la misma (420). Hay un marcado paralelismo entre las secciones tercera y cuarta, aunque el lector pueda pensar que la relación es incongruente. La aceptación del artificio es un ejemplo de lo que digo. No por otra razón trata Whtman a la sociedad de modo similar a como ha tratado la naturaleza en sus anteriores apuntes. La estructuración estacional de los apuntes vuelve a repetirse en la última sección, aunque, por supuesto, haya diferencias entre ambos.
El final es ambivalente. Por un lado Whitman vuelve a presentar un país saludable y unido, como apunta Linck Johnson (11). En él vuelve a celebrar al hombre común que ya había aparecido en los inicios de Hojas de hierba y de quien hizo símbolo y elemento central de su poética. Por otro lado, ese viaje al oeste abre perspectivas nuevas. Algunos escritores ya lo habían hecho. Recordemos que Crévècoeur finaliza Cartas de un granjero americano con James, el granjero, tomando rumbo hacia el oeste, y algo similar hace Natty Bumppo, personaje de Cuentos de las calzas de cuero, escritos por James Fennimore Cooper, en Los pioneros (1823) cuando marcha hacia la frontera, por no hablar del personaje de Taipí, de Melville, cuando decide quedarse en las islas. Sin embargo, todos estos personajes regresan a la civilización cuando se percatan de que es imposible su asimilación, que los rasgos civilizados son muy fuertes e impiden que acepten costumbres de los pueblos nativos. Para Whitman, al contrario que para los otros escritores, el oeste ya ha sido incorporado a los Estados Unidos y por tanto admite que se puede vivir en él de un modo similar a si viviera en la costa este: la diferencia, quizás, radique en que en el oeste la unión con la naturaleza es aún posible mientras que en el este la distancia entre el hombre y la naturaleza es cada vez mayor. Aun así, y como si tuviera que repetir el patrón de sus antecesores en la ficción, regresa a Camden con su familia.
En cualquier caso, el viaje por el Oeste es también una afirmación del esplendoroso futuro que espera a los Estados Unidos de América. Es la poética de esa región y el futuro de esa naturaleza salvaje y titánica al tiempo que es la reconciliación con su pasado en las figuras de Emerson y de Carlyle. Es, en suma, una declaración estética en que arte, sociedad y naturaleza van unidas.
Género literario
La cuestión del género literario es de gran importancia en Días ejemplares. A primera vista el libro carece de unidad. Lo componen cuatro partes de temas dispares. No es un libro de ensayos ni tampoco una novela, ni mucho menos son artículos de periódicos recogidos en un volumen para la ocasión. Ciertamente muchos de ellos fueron primero artículos periodísticos en parte o en su totalidad, pero la intención de Whitman no era, desde luego, que fueran solo eso. El periódico, lugar en el que él inició su carrera como escritor, era el primer paso, un medio, también, con el que ganarse la vida. El final estaba siempre en el libro impreso. Tenía presente el autor que el único medio de vencer el tiempo que borra todo recuerdo era el libro impreso. La paradoja residía en que el libro lograba una difusión bastante menor que el periódico, aunque este era más efímero.
Así las cosas, y como hemos visto en los apartados anteriores, varias veces manifestó Whitman su interés por publicar un libro sobre sus recuerdos de la Guerra Civil o sobre los meses que pasó en plena naturaleza. El título, así como la función que debía desempeñar dentro de su obra, sufrieron alguna variación. En 1887 escribe a William T. Stead y le hace partícipe de su intención de publicar una versión revisada de toda su obra que constaría de Hojas de hierba, Días ejemplares y colectánea y Ramas de noviembre en un solo volumen (Corr. IV, 117). A Talcott Williams le escribe en 1882 y le comunica su intención de publicar sus obras en prosa, a las que llama Días ejemplares y colectánea , como un volumen que acompañe a su obra en verso. Días ejemplares tiene la forma de diario mientras que Colectánea – continúa – recoge su obra ensayística, sus escritos literarios, etc. (Corr. V, 316). En 1887 escribe a Ernst Rhys para decirle que está pensando en publicar Días ejemplares y colectánea en dos volúmenes. El primero se titularía Días ejemplares en América y el segundo Perspectivas democráticas y otros escritos. (Corr. VI, 36). A pesar del cambio en el título de ambos volúmenes, Whitman mantiene la división en dos: uno recogería Días ejemplares y el otro Colectánea. Es decir, Whitman tiene muy clara la distinción entre ambas partes de su obra en prosa que, finalmente, acabaría publicando en 1882 como Días ejemplares y colectánea en Estados Unidos y más tarde, en 1887, lo publicará en Londres como Días ejemplares en América y finalmente como Obras completas en prosa en 1892. La parte de Días ejemplares está relacionada con su vida y tiene forma de diario mientras que la de Colectánea es una miscelánea de ensayos de varia lección. El propio Whitman es consciente de que Días ejemplares tiene una coherencia interna, una unidad que subyace a la diversidad aparente que puede surgir en una primera lectura.
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