–Aquí está, padre.
–Ahora, observa el agua atentamente y dime si puedes ver la sal.
Shvetaketu respondió:
–No, padre, no la puedo ver.
–Escucha bien, Shvetaketu: de la misma forma en que la sal existe en esta agua aunque no sea visible, Aquello, el Absoluto, está presente en todo lo que existe. Esta Realidad existe también en ti. Eso eres tú. Tat tvam asi .
Shvetaketu recibió esta enseñanza, pero no comprendió plenamente su significado porque no se trata solo de una comprensión intelectual, sino que implica la apertura a otro estado de conciencia.
Uddalaka siguió enseñando a su hijo a lo largo de varios días por medio de diferentes ejemplos en distintos momentos y situaciones.
En otra ocasión, padre e hijo estaban caminando en dirección a un río cercano. Al lado del sendero, un alfarero preparaba una pila de arcilla para su trabajo. Uddalaka le preguntó a su hijo:
–Shvetaketu, ¿qué ves aquí, al lado del camino?
–Oh padre, veo arcilla fresca.
Continuaron caminando, se bañaron en el río y al cabo de unas horas regresaron. El alfarero había estado trabajando la arcilla y había creado diversos objetos. En su camino de regreso, señalando el mismo lugar en el que antes estaba la arcilla, de nuevo Uddalaka preguntó:
–Shvetaketu, ¿qué ves aquí ahora?
Shvetaketu respondió:
–Oh padre, veo vasos, vasijas, platos, ollas y otros objetos.
Uddalaka le dijo:
–Oh hijo, escucha bien. Todo esto –vasos, vasijas, platos y ollas– son solo nombres. Recuerda que esto es arcilla y únicamente arcilla. De la misma manera, oh Shvetaketu, detrás de todas las formas y nombres del cosmos existe la misma esencia Una. Esta es tu esencia. Eso eres tú. Tat tvam asi .
La esencia del yoga es el reconocimiento directo, más allá de la mente, de la realidad que subyace sin ser vista detrás de todo nombre y forma y que los textos, desde la antigüedad, afirman que es plenitud y dicha suprema.
En esta historia, después de que Uddalaka repitiera a Shvetaketu nueve veces la gran proclamación ( mahāvākya ) « Tat tvam así » (Eso eres tú), este finalmente despertó al conocimiento de lo Real, de su Esencia. Una de las cosas más extraordinarias de las Upaniṣads es la naturalidad con la que esta sublime enseñanza se transmite en medio de sencillas situaciones cotidianas, muchas veces en la naturaleza, ya que muchos de estos sabios vivían retirados en los bosques, en āśrams o comunidades. Quién sabe si, en el caso de que Shvetaketu no hubiese llegado a esta comprensión, su padre no le habría recomendado sentarse firmemente en postura perfecta ( siddhāsana ) durante horas o practicar bhastrikā prāṇāyāma (respiración del fuelle). ¿Para qué? Para armonizar su energía vital ( prāṇa ), aquietar su mente, purificar su intelecto y para que finalmente pudiera tener el reconocimiento directo de su propia esencia ( ātman ).
Vyasa, el gran comentarista de los Yoga Sūtras de Patañjali, describe el yoga con la afirmación: « Yoga es samādhi ». El yoga es la absorción en nuestra propia esencia. Nunca hemos de olvidar que la meta del yoga es la trascendencia de toda limitación. El profesor de yoga es aquel que enseña los medios hábiles para ayudar al alumno a encontrar en sí mismo un estado expandido, elevado y libre.
La cultura de la posmodernidad ha olvidado la sacralidad de la vida. Para paliar este vacío, se ha promovido una obsesión desmesurada por la adquisición y acumulación de objetos –muchas veces inútiles–. La publicidad nos dice que seremos más libres y felices cuando compremos un coche negro; se nos adiestra a buscar la felicidad siempre en algo: en la casa, en un viaje, en la pareja… Pero si fuéramos capaces de observarnos podríamos ver que, aunque colmásemos todos nuestros deseos, permanecería en nosotros la misma incomodidad existencial, la sensación de «no me siento pleno en mí mismo».
El yogī es aquel que reconoce que la dicha no es algo externo a él; ciertamente disfruta del mundo dentro del dharma , pero sabe que la mente y los cinco sentidos siempre se están proyectando hacia el exterior y que ninguna experiencia sensorial va a resolver su problema existencial. El yoga requiere de autoindagación, de un profundo trabajo, de una intensa práctica para llegar al reconocimiento de Aquello que ya somos. Podemos preguntarnos: ¿cómo vamos a observar e indagar en lo que ya somos si nuestra mente no para de dar vueltas constantemente y está siempre envuelta en medio de memorias, emociones, proyectos y fantasías? El aspirante, a lo largo del proceso yóguico, irá purificando y aquietando su mente, para, al final, desaparecer en el espacio de la Conciencia.
Ahora mismo, podemos observar cómo los pensamientos van y vienen en nuestra mente. Pero observemos con plena presencia el espacio anterior al pensamiento que existe siempre en nosotros y al cual nunca prestamos atención. En nosotros existe una Conciencia que reconoce que la mente tiene pensamientos de tristeza o de alegría. Una conciencia libre y desapegada, que los textos describen como el observador, el testigo ( draṣṭuḥ ) tanto de los pensamientos como del silencio de la mente. Apegados al contenido de la mente decimos «estoy muy agitado» o «estoy muy tranquilo», pero en realidad nuestra esencia no está nunca ni agitada ni tranquila; únicamente es la mente la que experimenta agitación o tranquilidad. En la mente pueden manifestarse pensamientos de dicha, congoja, compasión o celos, pero toda experiencia se manifiesta siempre sobre un profundo silencio subyacente. Cuando no hay ningún pensamiento en nuestra mente, cuando la mente está vacía de todo contenido, ¿qué es aquello que es consciente de que la mente no tiene contenido? La Conciencia. Esta Conciencia es lo que Somos. Esta Conciencia está siempre aquí, libre, nunca afectada y perfecta en sí misma. El yogī es aquel que vive con este conocimiento y se hace uno con él. El yogī es el que puede ir más allá de los movimientos de la mente ( vṛttis ), más allá del tiempo, el espacio y la limitación –que no son sino modificaciones mentales– para llegar finalmente al espacio de plenitud absoluta que existe en él.
Para mí es un honor estar junto a tantos profesores de yoga , personas que habéis dedicado una parte importante de vuestra vida a esta práctica y a este conocimiento, a este camino que nos conduce hacia el reconocimiento de nuestra divinidad.
Me siento muy honrado porque el yoga es uno de los medios que puede ayudar a muchas personas a encontrar su fortaleza y su espacio de libertad interior; esta es una forma muy noble de ayudar a elevar la sociedad.
PARTE II El yoga en las Upaniṣads
Conferencia para la Universidad del Gran Rosario, Argentina, con motivo del Día Internacional del Yoga, julio de 2020. Editada y ampliada para este libro
La meditación es superior al pensamiento. Parece que la tierra medita, parece que la región intermedia y los planos celestiales meditan, parece que el agua medita, parece que las montañas meditan, parece que los dioses y los hombres meditan. Por ello, aquellos que alcanzan la grandeza, disfrutan de los frutos de la meditación. Así pues, venera la meditación.1
Las Upaniṣads son la parte final de los Vedas , contienen la enseñanza metafísica más sublime del hinduismo y la esencia del camino del yoga . Tradicionalmente se considera que los Vedas tienen dos partes. La primera se denomina karma-kāṇḍa y es la parte ritualista. En ella se expone cómo por medio de acciones rituales se invoca a las diferentes divinidades que rigen el cosmos para recibir sus bendiciones, como por ejemplo propiciar la lluvia, obtener abundancia material, salud, progenie, paz en un reino, etcétera. Esta parte ritualista está relacionada con la vida en el mundo y es una ayuda para que esta se desarrolle de forma armoniosa y agradable. La segunda parte de los Vedas está compuesta por las Upaniṣads , se denomina jñāna-kāṇḍa y trata del conocimiento de brahman. Se la conoce también como vedānta , literalmente «el final ( anta ) del Veda », o jñāna-yoga.
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