Burgaleta Clemos, Jesús
La conversión es un proceso : en las confesiones de San Agustín . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : De la Palabra de Dios, 2014.
E-Book.
ISBN 978-950-9473-66-9
1.Espiritualidad Cristiana. I. Título
CDD 248.5
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Diseño de tapa e interior: Cristian Chaives
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Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723. Todos los derechos reservados. Editado en Argentina en Marzo de 2015.
PRESENTACIÓN
Este libro es el fruto del trabajo de investigación del Padre Jesús Burgaleta Clemos al escribir su tesis en Teología Pastoral en la Universidad Pontificia de Salamanca de Madrid.
El tema fue elegido por considerar que entender bien, no solamente qué es la conversión sino también cómo es su dinámica en la persona, es fundamental para realizar una acción pastoral adecuada que favorezca a que las opciones de la fe se arraiguen responsablemente en el individuo y a que se respete la estructura y el desarrollo de la personalidad. Esto ayudará a no confundir la conversión inicial con su realización, lo repentino con lo logrado, si se toma conciencia de que la “conversión radical” tiene un proceso, es decir, un inicio, un desarrollo y un final.
Cuando hablamos de “conversión” nos referimos a la conversión “radical”, que corresponde al estado del hombre pecador, en el que su “yo” tiene que rehacerse desde la raíz y cambiar toda la orientación de la vida porque nunca se ha transformado, según el modelo de Jesucristo –como es el caso del bautismo–, o porque la orientación bautismal ha sido rota por el pecado –como acontece en el proceso de la reconciliación penitencial–. Por el contrario, la conversión llamada “común”, “cotidiana”, “continua” o “ininterrumpida” se refiere al esfuerzo que ha de realizar todo creyente, ya bautizado, para perfeccionarse y superar los estados de pecado que aún perviven en él.
Comprender que la conversión radical es un proceso supone desterrar esa tendencia pastoral –nacida del deseo de acogerse a lo más fácil– a confiar desmesuradamente en lo repentino, a buscar lo espectacular, a provocar con métodos sospechosos conversiones rápidas, a acentuar la acción de Dios y a olvidar la necesaria e ineludible colaboración del hombre. La pastoral de la conversión ha de mantener una constante sospecha sobre las prisas, el nerviosismo, la superficialidad, la ligereza, la rapidez y la impaciencia...
Si la pastoral respeta el proceso de la conversión, se habrá puesto en el camino de ayudar al pecador a llegar al fondo de sí mismo y a ofrecerle un cauce auténtico de recuperación, a fin de que no reciba en vano la gracia del perdón en el sacramento de la reconciliación.
El P. Jesús Burgaleta Clemos se propuso demostrar que, según el libro de Las Confesiones y, al menos, en el caso de Agustín, la conversión es un proceso, entendiendo por “proceso” lo contrario de “instantáneo”, “súbito”, “rápido”, “fulminante”, “repentino” y “puntual”. Se opone a lo que se inicia, se realiza y se consuma en un solo acto y sugiere las imágenes de lo paulatino, lo gradual y lo pausado; nos evoca las categorías de progreso, crecimiento, cambio y maduración. En el proceso se incluyen los conceptos de dinámica, intensidad y tendencia. Y, sobre todo, pertenece al proceso el formar una unidad entre las diversas fases que lo componen. El proceso, referido a lo personal, es un período de la vida con una especial significación dinámica, con nombre y características propias; es un intervalo, no un paréntesis en el que se fragua el paso entre dos situaciones distintas.
Este período de la persona comprende un comienzo, un desarrollo y un final. De tal manera que, una vez vivido, por medio de la introspección, se puede considerar como un solo bloque vital. Así se habla del período de la formación, del de la adaptación a un medio y también del período de la conversión.
El proceso, entonces, es un período de la vida de la persona extenso, tanto en el espacio como en el tiempo, tanto físico como psicológico; un período abierto hacia el futuro, dinámico, progresivo, creciente y que busca su término o final en la consecución del objetivo y que forma un todo, un bloque, una unidad, con cada uno de los estadios, fases o pasos, que constituyen la dinámica de ese mismo proceso.
¿Y por qué trabajar sobre el libro Las Confesiones de san Agustín? Porque en su narración Agustín nos muestra que su conversión se realizó procesualmente y nos permite comprender el proceso de la conversión en la persona. La actualidad y simpleza con que Agustín describe su conversión nos resulta muy cercana, gracias a su capacidad de introspección y a la facilidad para poder comunicar el camino y los resultados de su conocimiento interior.
En Las Confesiones se describe la agonía del hombre enfrentado al drama de las contradicciones interiores, la capacidad humana de autoanálisis, el estremecimiento del descubrimiento personal, el gozo y el horror del reencuentro consigo mismo, el reto de toda persona para asumir la propia miseria y cargar con el fardo de un pasado inalterable; la gravedad del pecado, la destrucción personal y el sentimiento trágico y angustioso de la culpa; el desgarramiento profundo, abismal, que produce la decisión de cambiar la orientación de la vida; las esperanzas, temores, deseos, fuerzas, impulsos y vacilaciones del camino hacia el logro del nuevo ser; la confianza en el poder que hay en el hombre para llegar a realizar el cambio y se subraya lo que para un creyente es la búsqueda de Dios y la experiencia amorosa de entrar en íntima relación con él.
Las Confesiones es una autobiografía o memoria de Agustín que recoge aquellos recuerdos de la infancia y la juventud que se relacionan con su estado de pecado y con el esfuerzo para cambiar radicalmente de vida. Dado el género literario en que se inscribe el libro, la confesión se centra primordialmente en el reconocimiento y análisis de su pecado y en la alabanza por los dones de Dios.
Su libro y el proceso de la conversión se inscriben así, dentro de la cronología de la vida de Agustín:
Nace el 13 noviembre del 354 en Tagaste (Argelia).
En el 371 hace estudios de retórica en Cartago.
En el 373 lee el Hortensio y se hace maniqueo.
En el 374-375 termina los estudios y se vuelve profesor en Tagaste.
Del 375 al 383 es profesor en Cartago.
En el 383 va a Roma como profesor.
En el 384 es profesor de retórica en Milán.
Comienzo de la conversión.
En el 386 lee a los platónicos y a San Pablo. Se entrevista con Simpliciano. Realiza la decisión radical. Renuncia a la cátedra. Se retira a Casiciaco.
En el 387 vuelve a Milán. “Da el nombre”. Se bautiza (en la Pascua del 387). Muere su madre, Mónica, quien había tenido mucho que ver en su conversión.
En el 388, en el otoño en África, funda el primer monasterio.
Hacia el 391 es elegido sacerdote con 35 años.
En el 396 es obispo auxiliar de Hipona, África.
En el 397 muere Valerio y le sucede como obispo titular.
Del 397 al 400 escribe Las Confesiones.
Muere el 28 de agosto del 430.
El libro se denomina Las Confesiones porque en él Agustín reconoce sus pecados ante Dios y ante los demás y la misericordia que Dios ha tenido con el pecador, aun antes de que él confiese o reconozca su pecado. Por medio del ejercicio de la confesión de los pecados, el hombre intenta acercarse a Dios. Cuanto más se humilla el hombre, más se eleva; en la medida en que se reconoce creatura, se une a su Creador.
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