Debido a esta estructura literaria única de la sección histórica de Daniel, estudiaremos estos capítulos según los pares a los que pertenecen.
1La versión Reina-Valera 1960 dice en Jeremías 46:2 que era el cuarto año de Joacim.
Capítulo 2
Con excepción de una pequeña parte del primer capítulo, todo el libro de Daniel ocurre en Babilonia. Esto es así porque Daniel vivió allí la mayor parte de su vida adulta, y su vida fue bastante larga. La primera fecha en el libro, al comienzo del capítulo 1, es equivalente al año 605 a.C. de nuestro calendario. La última fecha, la fecha que acompaña la última profecía del libro (Dan. 10:1), equivale al año 536 a.C. Esto nos da un periodo de tiempo de casi setenta años que Daniel pasó en Babilonia. Durante la mayoría de este tiempo vivió bajo reyes neobabilónicos, pero sus últimos años los pasó bajo los reyes persas que conquistaron a Babilonia. Daniel probablemente murió después de recibir la última profecía registrada en su libro. De hecho, cuando el ángel Gabriel le dio esa profecía, pareciera haberle indicado a Daniel que pronto moriría.
Daniel estaba probablemente iniciando la vida adulta cuando fue llevado a Babilonia. Algunos han sugerido que tenía alrededor de 18 años de edad, una edad que sentaba bien con la política babilónica para escoger cautivos. Así, de los casi noventa años de vida de Daniel, aproximadamente los primero veinte los pasó en Judá y los últimos setenta en Babilonia. Vivir por tanto tiempo en Babilonia significó que Daniel estuvo muy bien relacionado con la ciudad y la nación, sus gobernantes y procedimientos en la corte. Daniel entró a la corte de Nabucodonosor poco después de su exilio y probablemente sirvió allí por mucho tiempo, dado que Nabucodonosor disfrutó de un extenso gobierno de cuarenta y tres años, y Daniel pareciera haber sostenido cargos importantes en el servicio público, por lo menos durante el periodo de vida de Nabucodonosor. Después de la muerte de Nabucodonosor, sin embargo, Daniel parece haber perdido el favor de los siguientes gobernantes de Babilonia. No fue sino hasta el último de éstos, Belsasar, que Daniel fue rehabilitado a su lugar original de prominencia, y eso por un breve tiempo. Pero su popularidad continuó incluso en el periodo persa, cuando también logró cierta prominencia, aunque al precio de dificultades considerables.
En tiempos buenos o malos, Daniel era un modelo de fidelidad y perseverancia. También era un modelo en su vida devocional constante y consagrada, si bien esto también representó un precio considerable para sí mismo. Daniel es, por lo tanto, un brillante ejemplo para nosotros de alguien que tuvo valor, lealtad a su Dios, perseverancia y una comunión viva con ese Dios. Dado que varias de sus profecías terminan con el tiempo del fin en el que ahora vivimos, el ejemplo de Daniel en estas áreas es un recordatorio excelente de que también nosotros debemos vivir para Dios a pesar de las circunstancias, buenas o malas, que podamos encontrar.
Como alguien que vivió en Babilonia por muchos años y que también trabajó en el centro del poder, Daniel obviamente la conocía muy bien. Los profetas de Dios pueden referirse al futuro distante en algunas ocasiones, como lo hiciera Daniel. Pero también hablaban a su propio tiempo y pueblo. Para Daniel, eso significó la Babilonia del siglo sexto a.C., y el pueblo de Dios que vivía en exilio allí. Es natural, por lo tanto, que Babilonia y su historia jugarían una parte prominente en las profecías que Dios le daría. Babilonia aparece en no menos de cuatro de las profecías que Dios le dio a Daniel, en los capítulos 2, 4, 5 y 7 del libro. Tener un conocimiento de Babilonia y su historia en los siglos sexto y séptimo a.C. debiera sernos de mucha utilidad, entonces, a fin de entender al profeta en el contexto del tiempo y lugar en los que vivió. Tal entendimiento sirve como un punto de partida para los pasos sucesivos en las profecías que Dios nos ha revelado a través de Daniel.
LOS TIEMPOS DE DANIEL
Una forma de evaluar a Daniel es sugerir que fue un simple peón que quedó atrapado por las circunstancias de la política internacional de su tiempo. Tal evaluación se fundamenta en las condiciones políticas fluctuantes de finales del siglo séptimo a.C.
Era un tiempo de transición. Judá existía en una estrecha franja de tierra entre el Mar Mediterráneo y el desierto oriental. Ese estrecho corredor de tierra se atravesaba en el camino de conquista tanto de los egipcios al sur como de los poderes mesopotámicos de Asiria y Babilonia al norte. Repetidamente, las poderosas fuerzas militares del norte y del sur cruzaban a través de Palestina. En rápida sucesión, el pequeño reino de Judá cayó bajo el control de tres naciones diferentes al final del siglo séptimo a.C.
Primero, estaba Asiria. Arurbanipal, el último gran rey del Imperio Asirio, murió en el año 626 a.C., dos o tres años antes que naciera Daniel. Con su muerte, ocurrieron cambios mayores en el Cercano Oriente. El Imperio Asirio se rompió en muchos pedazos y por algún tiempo el pueblo de Judá disfrutó de un respiro al debilitarse el control asirio. El rey Josías aprovechó la oportunidad de ese intervalo para comenzar una reforma religiosa en el país (ver 2 Rey. 22:8-23:25). Según indicó el profeta Jeremías, sin embargo, la reforma de Josías no penetró ni duró lo suficiente (ver Jer. 3:10).
En ese vacío de poder, los agresivos faraones de la dinastía vigésima sexta en Egipto pronto se colocaron en posición de tomar el control del Asia Occidental hasta el mismo río Éufrates, donde retuvieron el dominio por una década aproximadamente. Mientras tanto, un nuevo poder surgía en el oriente. Los babilonios, en combinación con los medos de las montañas del norte de Irán, atacaron con éxito los grandes centros poblacionales de Asiria: Nimrod y Nínive. Conquistaron estas ciudades y luego las destruyeron. Al avanzar por el afluente oriental del Éufrates, sus actividades los llevaron a una confrontación con los egipcios en la región superior del río.
Después de una escaramuza inicial en el 611 a.C., los babilonios y los egipcios combatieron en gran batalla en el 605 a.C. Jeremías menciona esta batalla en Jeremías 46:1-12, donde provee una descripción de la derrota desastrosa de los egipcios. También tenemos las palabras de los propios anales reales de Nabucodonosor respecto a estos eventos. Allí, su escriba registró:
Nabucodonosor, su hijo mayor [de Nabopolasar], el príncipe heredero, reunió [al ejército babilónico] y tomó el control de sus tropas; marchó a Carquemis, la cual está en las orillas del Éufrates, y cruzó el río [para ir] en contra del ejército egipcio, el cual acampaba en Carquemis… pelearon el uno con el otro y el ejército egipcio se retiró delante de él. Nabucodonosor consumó su derrota y los batió hasta hacerlos desaparecer.
Estos decisivos eventos pusieron de cabeza todo el panorama político del antiguo Cercano Oriente. Lo que anteriormente estaba bajo el control egipcio, ahora cayó bajo el control de Babilonia, incluyendo todo el territorio al sur de la frontera con Egipto. Muy naturalmente, eso incluyó al reino de Judá. Los registros reales de Babilonia —los textos de las Crónicas de Babilonia — ilustran esta situación. Estos textos, escritos en cuneiforme, que quiere decir escritura con forma de cuña sobre tablillas de arcilla, eran relatos año con año de los eventos mayores durante el reinado del rey. No dan detalles de esta conquista en particular pero afirman en términos generales: “Cuando Nabucodonosor conquistó toda el área del país de Hatti”. La designación de “país de Hatti” era un residuo de los días cuando los hititas gobernaban Siria y Palestina. Los hititas habían dejado de existir desde hacía mucho, pero la designación aún permanecía. Incluía todos los reinos desde Siria en el norte hasta Judá en el sur.
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