Como primera hipótesis, Canet propone que, en el caso de Ortega, algún amigo llevaría una copia manuscrita a algún librero. A partir de ella, «se realizaría un original de imprenta y de éste el primer texto impreso, del que procederían las siguientes reediciones». Para Hurtado, plantea una serie de preguntas muy convincentes:
…¿no pondrían en marcha sus relaciones e influencias para que saliera impresa y cualquier librero estaría orgulloso de realizar su impresión? ¿No es un reclamo seguro, aunque sea a sottovoce , que se atribuya un texto a un gran personaje? ¿No podría dar su manuscrito a algún secretario o profesional de la edición para que preparase uno o diferentes originales de imprenta y éste incorporase, según era la moda, un nuevo título e incluso los epígrafes de las diferentes partes o tratados?
La resolución a estas cuestiones es también esclarecedora:
…Si fuera así, podríamos entender las diferentes ediciones casi simultáneas y sin una clara filiación ecdótica y también que algunos libreros e impresores no especializados en libros literarios se embarquen en este menester (p. 72).
Como ya escribimos 31 a propósito de estas dos citas, reiteramos que la segunda opción de autor nos parece de sentido común. Entre ambos estudiantes salmantinos, nos decantamos por la candidatura de Hurtado por numerosas razones. Él, a diferencia de fray Juan de Ortega, sí tiene abundante obra lírica y narrativa previa –tres largas cartas paródicas y un extenso sermón con múltiples facecias ensambladas– de tono irónico, crítico, burlón o desmitificador. También posee un amplio bagaje literario, popular y culto, y de primera mano, al que seguramente no accedió Ortega (el cuento de la casa lóbrega y oscura, por ejemplo, o Masuccio, Garcilaso, Delicado, Aretino, Ariosto, etc.). Asimismo, tiene motivos personales para modelar una sutil sátira contra personalidades de la Corte, incluido el emperador, que estaban ninguneando el poder de los Grandes de España. En estas circunstancias, cuando fue depuesto de su autoridad y cargos imperiales en 1552, su rencor le estimularía a burlarse de Carlos V ridiculizándole ante la Historia, recordándole su genealogía, derrotas, y humillaciones. Y, contrariamente a fray Juan de Ortega, Hurtado sí debía guardar, y mantener, el anonimato para no menoscabar el buen nombre e influencia de su familia, también arrimada al poder de Carlos V y Felipe II.
Perceptiblemente, nos hemos decidido por la posibilidad de que Hurtado de Mendoza sea el escondido autor. A su favor ya hemos contemplado la atribución doble, temprana y profesional de su autoría, dos o tres años después que la de Ortega, pero con el aval de que la novela se le atribuye con anterioridad en ediciones de 1599, 1600 o 1603. Al mismo tiempo, hemos observado que la carta de 1547 sobre «los cuidados del rey de Francia» es suya, y que él escribirá en 1557 a su sobrino pidiendo que enseñe a Felipe II, para su supervisión controlada, un libro que había escrito con ciertas «necedades» comprometidas. Y no hay noticia de que escribiera ningún otro volumen en esos años. Además, veremos que hay otra serie de datos, cartas, semejanzas léxicas y elocutivas, probables claves acrósticas, paralelos literarios y circunstancias históricas, que acaban cercando e identificando a Hurtado de Mendoza como el autor del Lazarillo de Tormes .
1. Lo apuntaba inicialmente en las páginas 254 y 255 de su reseña en NRFH (vol. L, n.º 1, Méjico, 2002, pp. 252-264) sobre «Alberto Martino, Il ‘ Lazarillo de Tormes’ e la sua ricezione in Europa (1554-1753)». Posteriormente en «Contra los denigradores de Lázaro de Tormes» ( NRFH , vol. L, n.º 2, Méjico, 2002, p. 427-455) exponía más abiertamente su «convicción de que el autor del Lazarillo es el jerónimo fray Juan de Ortega. No hay nada comparable al testimonio de fray José de Sigüenza» (p. 447).
2. Books published in Spanish or Portuguese or on the Iberian Peninsula before 1601 ; Boston, Brill, 2010, pp. 414 y 652, respectivamente.
3. «New Arguments in Favor of Mendoza’s Authorship of the Lazarillo de Tormes », Symposium , 24.1, pp. 67-80. Su tesis, basada en interpretaciones simbólicas que identifica a todos los personajes y sucesos en relación con la vida del embajador Hurtado de Mendoza, viene de 1961 ( Hispanofilia , 12; Symposium , xxv).
4. A vueltas con el autor del Lazarillo. Con el inventario de bienes de don Diego Hurtado de Mendoza , Madrid, Calambur, 2010.
5. Ibídem, p. 37.
6. «Diego Hurtado de Mendoza está de moda», Clarín , 86, 2010, pp. 85-88.
7. «A vueltas con el autor del Lazarillo. Un par de vueltas más», Lemir, 15, 2011, pp. 217-234.
8. F. Carrasco: « Lazarillo : “[…] Hablando con reverencia de Vuestra Merced, porque está ella delante” y la autoría de Alfonso de Valdés», Ínsula , 683, 2003. V. Pérez Venzalá: «El Lazarillo sigue siendo anónimo. En respuesta a su atribución a alfonso de Valdés», Espéculo. Revista de estudios literarios , 27, 2004.
9. M. A. Ramírez López: «Fortunas y adversidades de la autoría del Lazarillo de Tormes y la postura de Rosa Navarro Durán», Signos Literarios , 4, 2006. P. Martín Baños: «Nuevos asedios críticos al Lazarillo de Tormes , II», Per Abbat , 4, 2007.
10. «Luis Vives fue el autor del Lazarillo de Tormes », Espéculo , 32, 2006.
11. Archivo storico italiano , tomo IX, Florencia, Vieusseux, 1846, pp. 28-29.
12. Lamentamos no coincidir con el precipitado y animoso espaldarazo que a las hipótesis de R. Navarro (A. Valdés es el autor, el «Argumento» está arrancado, importancia del secreto de confesión, erasmismo, etc.) dio Juan Goytisolo («Alfonso de Valdés, libre y claro», Babelia , 26-07-2003), que se dejó llevar acaso por el entusiasmo de un incierto descubrimiento antes que por su rigor metodológico.
13. «El Lazarillo no es anónimo, su autor es Diego Hurtado de Mendoza», v. «El Cultural.es», El mundo.es (05/03/2010).
14. «Sin que de mi nombre quede otra memoria (Diego Hurtado de Mendoza y el Lazarillo de Tormes )», Manuscrt.cao , 2010, pp. 1136-3703.
15. Las dos caras del Lazarillo. Texto y mensaje , Madrid, Castalia, 2000.
16. Calero, en «El prólogo del Lazarillo y la obra de Luis Vives» ( Espéculo , 35, 2007) encontraba diecisiete concordancias entre dicho prólogo y las obras de Vives. Afirmaba en la conclusión, hiperbólicamente en nuestra opinión, que «Con toda lógica puede concluirse que es prácticamente imposible que dicho prólogo no haya salido de la pluma de Vives.» Nos parece que palabras como «noticia», «nonada», «grossero», «Fortuna», etc., son coincidencias insustanciales y que otras expresiones están extraídas de refilón (el pensamiento de Plinio o de Cicerón –lugares comunes–, la diversidad de los juicios de los hombres, comenzar la obra desde el principio, la inconsistente gloria del linaje, etc.). Excepto la presencia de «nonada», todos son ejemplos sin un valor argumentativo sólido para una conclusión tan tajante sobre la autoría del Lazarillo . Además, la temprana fecha de defunción del humanista tampoco ayuda mucho a la atribución. Finalmente, en «Los Coloquios de Palatino y Pinciano y la palinodia de José Luis de Madrigal» ( Espéculo , 47, 2011), también atribuye a Vives los citados coloquios.
17. Editado en Madrid, Blázquez, 2004. Seguimos la teoría de la obra cit. en n. 10, «Luis Vives fue el autor…».
18. La presencia de un mendigo ciego con un destrón de nombre «Lazarillo», así como ciertas acciones y frases («pues que olistes el tocino / como que no olistes la esquina?») suscitan considerables dudas. Francisco Rico, en su «Introducción» a su edición del Lazarillo de Tormes (Madrid, rae, 2011, p. 124) afirma que «la mera comparación entre la prosa del Lazarillo y los correspondientes versos de la Representación bastaría para revelar dos ideales estilísticos inconfundibles: frente a la contenida recreación que del habla popular ofrece la novela, el texto dramático la caricaturiza acentuando los rasgos vulgares y arcaicos (…) cortedad de expresión, grosería, falta de imaginación narrativa». Ya había escrito (Madrid, Cátedra, 1990, p. 43) que «de ningún otro de los escritores propuestos para la autoría puede decirse con tanta seguridad como de Sebastián de Horozco que el estilo de toda su obra desmiente la hipótesis en términos perentorios.»
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