José V. Bonet
La pregunta más humana
de Ernst Tugendhat
Prismas
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José V. Bonet
La pregunta más humana de Ernst Tugendhat
Epílogo de Manuel Jiménez Redondo
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© José V. Bonet, 2013
© De esta edición: Universitat de València, 2013
Publicacions de la Universitat de València
Arts Gràfiques, 13 – 46010 València
Diseño de la colección: Inmaculada Mesa
Corrección y maquetación: Communico, C. B.
Ilustración de la cubierta:
Fotografía de E. Tugendhat (Romai Rocha)
ISBN: 978-84-370-9349-9
Edición digital
A mis hijos, Clara, Luis y Tomás
INTRODUCCIÓN
I. BIOGRAFÍA INTELECTUAL DE UN FILÓSOFO «MIGRANTE»
1.1. Dramática vocación filosófica
1.2. Pensamiento «migrante»
1.3. La etapa académica y metafísica
1.4. El giro analítico y las dos revoluciones (1966-1979)
1.5. Ética y política: algo más que una etapa
1.6. El enfoque antropológico. Conclusión
II. ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
2.0. Introducción
2.1. La idea de «filosofía primera»
2.2. De la ontología a la semántica formal
2.3. El método analítico-lingüístico
2.4. Una justificación práctica del filosofar
2.5. Filosofar en primera persona
III. CONCEPTOS SEMÁNTICOS
3.0. Introducción
3.1. Ser es una palabra
3.2. La pregunta por la verdad
3.3. El significado
3.4. Los términos singulares y «yo»
IV. LA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL
4.1. Las obras éticas de Tugendhat
4.2. Las premisas de una ética autónoma
4.3. El concepto formal de moral
4.4. Un contractualismo simétrico
4.5. Justicia y derechos
4.6. Pero ¿quiénes son «todos»?
4.7. ¿Por qué ser morales? La motivación
4.8. Balance
V. ALGUNAS CUESTIONES DE ÉTICA POLÍTICA
5.0. Introducción
5.1. Derechos humanos igualitarios
5.2. La eutanasia y el «debate Singer»
5.3. Ser judío: particularismo y universalismo
5.4. Guerra nuclear y paz
VI. COMPRENDER LO QUE SOMOS
6.1. La antropología como filosofía primera
6.2. El lenguaje y las razones
6.3. La autorrelación o autoconciencia
6.4. Sobre la libertad
6.5. La honestidad intelectual
6.6. El miedo a la muerte
6.7. Religión y mística
CONCLUSIÓN: LA PREGUNTA MÁS HUMANA
EPÍLOGO: SOBRE TUGENDHAT Y LOS CLÁSICOS, por M. Jiménez Redondo
BIBLIOGRAFÍA
(...) lo que nosotros teníamos siempre a la vista era una representación universal de lo humano.
E. T.
En la primera página de su Diálogo en Leticia , Ernst Tugendhat se imagina «un lugar situado entre dos mundos», una especie de microcosmos europeo escondido en el corazón de América Latina. Se trata, por más señas, de un puerto. Como ese lugar, también la obra de Tugendhat se sitúa a mitad de camino entre dos mundos, construyendo con éxito puentes novedosos «entre continentes y centurias», según certera expresión de Rorty: 1 puentes entre el pensamiento griego y los problemas teóricos y prácticos que hoy nos afectan; entre la filosofía alemana, con su tendencia al ensimismamiento metafísico, y la analítica anglosajona, con su mezcla de trivialidad, sentido común y rigor lógico. Por momentos, la obra de Tugendhat se funde con un itinerario biográfico que, como Leticia, conduce, «por un estrecho corredor», desde Centroeuropa a América del Sur y el mundo anglosajón, describiendo un camino de ida y vuelta que solo es circular en apariencia, pues uno nunca regresa al puerto de partida –el que vuelve nunca es el mismo– si no es para empezar una aventura diferente.
Un indicador elocuente de la importancia de un pensador nos lo da la lista de filósofos reconocidos que han dialogado con él o glosado sus trabajos. Aplicado a Tugendhat, dicha lista incluiría a Habermas, Apel, Aubenque, Dummett, Rorty, Taylor e incluso Heidegger, quienes han comentado aspectos distintos de una obra amplia, original y única que, sin embargo, solo es conocida y juzgada con arreglo a la propia especialidad de cada lector. Ello distorsiona inevitablemente la imagen de un autor que rara vez alcanzamos a percibir en un plano único. Resulta que el filósofo moral, el analítico, el político radical, el místico y el comentarista eminente de Husserl o Kant son un mismo filósofo y componen una única obra, cuyo amplio espectro de competencias teóricas ha dificultado, hasta ahora, su conocimiento. De ahí que el primer objetivo de este libro sea el de componer como un gran angular que refleje la imagen resultante de yuxtaponer los planos parciales en una única fotografía.
Pero una fotografía es una instantánea que captura una imagen y detiene un movimiento real que, en nuestro caso, es el de un filósofo «migrante» que viene y va, dando lugar a que se hable de sus distintos giros o virajes –el analítico, el práctico, el antropológico–, en los cuales se desplaza desde un área de la filosofía a otra; y cuando no da un golpe de timón, se retracta con frecuencia de la posición anterior, por mor de la honestidad intelectual. La categoría de «obra» contiene una ambigüedad: por su lado más vulgar, es una denominación de conjunto para los trabajos nacidos de una misma mano; mas, por el lado sofisticado que la hermenéutica destaca, una obra es una especie de movimiento vivo y es su dirección, más que las estaciones donde se detiene, lo que debe captar la interpretación. En los grandes filósofos, el juego de las influencias recibidas y el desarrollo evolutivo de su pensamiento a menudo siguen una trayectoria apasionante, que vale la pena detenerse a contemplar. Tal es la tarea principal del historiador de la filosofía: la exégesis, el comentario, la detección de vínculos causales. Los filósofos «continentales» –alemanes y franceses, sobre todo– la llevan a cabo con frecuencia. El propio Tugendhat comenzó de esa manera, enfrentándose a figuras monumentales de la metafísica.
Por mi parte, la atención al aspecto evolutivo, a la oculta continuidad de esta obra zigzagueante, acabó captando mi atención hace dos décadas 2 y no he querido esta vez repetir la jugada, sino centrarme en los aspectos sistemáticos de una filosofía que nunca, hasta este momento, ha sido discutida globalmente como tal. De ahí que el segundo objetivo de este libro sea poner en primer plano las tesis filosóficas de Tugendhat, sus conceptos y argumentos –en definitiva, aquello en lo que consiste el filosofar desde Platón–. Cierto es que también he dado relevancia a algunos hilos conductores que articulan los aspectos parciales en un conjunto que dota de algún significado adicional a estos. Pero, como el propio Tugendhat propone, hay que evaluar por separado cada uno de los análisis –primando los más recientes sobre los más antiguos– para ver si, puestos en su sitio, tienen la solidez requerida o carecen de ella. No se trata de glosar la importancia genérica del filósofo, sino de contribuir a reutilizar sus propuestas analíticamente, sin que el conjunto de la obra sirva de escapatoria o excusa para la discusión crítica de las aportaciones particulares.
A partir de su «giro analítico» y, más aún, de su enfoque o «viraje antropológico», Tugendhat se despreocupa cada vez más de la tarea del historiador, que contrapone a la de «filosofar en primera persona».
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