Para rehacer una conciencia a las sociedades, son las sociedades lo que importa más que nada conocer. Ahora bien, esta ciencia de las sociedades, la más indispensable de todas, no existía; era necesario pues, por un interés práctico, fundarla sin demora. Espíritu creativo y aventurero, deseoso de emplear sus facultades inventivas y los entusiasmos de su genio en alguna gran obra, Saint-Simon fue naturalmente seducido por esta idea de descubrir, nuevo Cristóbal Colón, un mundo aún desconocido y de conquistarlo para la ciencia (Durkheim, 1900).
Durkheim prosigue su razonamiento afirmando que Saint-Simon y Comte sentaron las bases (que hoy llamaríamos organicistas) de una fisiología social , es decir, de la sociología. El objetivo de esta, añade, es formular el equivalente de lo que la ley de la gravitación universal es para el mundo físico, es decir, la ley del progreso de la humanidad. El evolucionismo más absoluto está pues, desde el principio, en el espíritu de estos fundadores. Por otra parte, Durkheim escribe también que el método de la nueva ciencia será
esencialmente histórico, aunque sea necesario separar la estática de la dinámica social como reclamaba Comte. Se percibe inmediatamente la ambivalente contradicción del planteamiento, puesto que los hechos sociales, en tanto que «cosas», serían similares a los hechos de la naturaleza, y a la vez, en tanto que fenómenos históricos, serían culturales, acciones inseparables de lo simbólico. El contexto darwiniano de la época no es independiente de este paradójico inicio de los durkheimianos y de sus fuentes, del mismo modo que no lo es el contexto político.
Más adelante veremos que todos los durkheimianos, cercanos a los socialistas, se opondrán a las éticas utilitaristas y liberales del darwinismo social, y en particular a la de Spencer, 17 cuyas ideas se conservarán sin embargo en el equipaje de la EFSA, algunas incluso muy centralmente, como la de la división del trabajo y la diferenciación como procesos paralelos al progreso civilizador (o como criterios de evolución). Y también tenderán a seguir los escritos de Comte, que Durkheim cita abundantemente en diversos textos. Conviene tener en cuenta que hay puntos comunes entre estos dos autores tan opuestos ideológicamente (el ultraliberal Spencer y el protosocialista Comte); y eso es importante para comprender por qué Durkheim tendrá que emanciparse de esta biosociología que es el evolucionismo social. Mauss le ayudará en este aspecto.
Mucho antes de las principales publicaciones de Darwin, Comte ya había avanzado, en 1839, el gran descubrimiento evolucionista de la correspondencia entre ontogénesis y filogénesis, aplicada a los humanos en el terreno de las ciencias de la sociedad. Además, en el capítulo cuatro de su texto de 1851, asevera (al igual que más tarde lo harán Marx y Engels) que «el conocimiento positivo del hombre proporciona el único medio de penetrar finalmente en la verdadera naturaleza de los distintos animales». 18 Así pues, una teoría positiva del lenguaje humano debería necesariamente «vincularse convenientemente a sus orígenes biológicos». Observando el lenguaje de animales tales como los pájaros se llegaría al del hombre, y «este estudio debe incluso realizarse en primer lugar sobre los menores grados evolutivos de animalidad, donde hay mejor protección frente a toda complicación externa». No es solo que la lingüística debería ser lo que hoy se denomina una etología, sino que tendría que basarse en las especies más rudimentarias para constituirse científicamente. Anarquistas y liberales, todos los fundadores de la sociología francesa, incluidos los que siguieron siendo cristianos, adoptaron el darwinismo social intentando copiar la biología. 19 El más radical de los liberales darwinianos, Herbert Spencer, merece un pequeño desarrollo.
De los múltiples libros de Spencer, considerado como el padre del evolucionismo social, Principios de sociología (1876) parece contener los elementos más útiles para entender los propósitos de esta sociobiología, que él fundó con Darwin, como método de razonamiento que ha dejado múltiples huellas en la socioantropología. Para Spencer todas las diferencias son naturales y la historia humana solo deja rastros de modo muy secundario; es pues lógico encontrar semejanzas entre los primitivos y los monos. 20 La naturalización del razonamiento es total. El funcionalismo absoluto de Spencer deshistoriza y desimboliza a la humanidad. La sociobiología de Spencer es más franca y directa que la de Comte, pero las diferencias entre las dos son de grado, no de naturaleza; a pesar de sus ideologías opuestas sería imprudente creer que ambos autores están separados en este aspecto por desacuerdos profundos.
En un anexo de su obra sociológica, titulado «Fetichismo» (pp. 595-96), Spencer parece oponerse a Comte cuando escribe que los animales superiores tienen concepciones fetichistas y admite finalmente la idea: «creo que la conducta de los animales inteligentes aclara la génesis del fetichismo». 21 Puede constatarse que ambos filósofos están de acuerdo en considerar que una cierta predisposición religiosa existiría en los animales. Por otra parte, un autor como Alfred Espinas los reúne, pese a sus diferencias, en lo que se podría decir que es la partida de nacimiento de la sociobiología. Espinas, que según Durkheim es quien más desarrolló las ideas de Spencer en dirección a una verdadera ciencia social, concibe la sociedad como un sistema de células, comparando las células con los ciudadanos de un Estado, igual que hacía el biólogo Ernst Haeckel en sus metáforas. Espinas se apoya también en los zoólogos que estudian como sociedades las colectividades de insectos o de mamíferos, y habla de «sociologías animales» para concluir, después de haber integrado tanto a Comte como a Spencer en su razonamiento: «no hay nada fuera de la naturaleza». 22 ¡Extraño, pues, que Durkheim busque el fundamento de lo sociológico en un naturalismo que lo contradice! Un naturalismo que conduce a Espinas a negar la especificidad de los hechos institucionales y a fundamentar los hechos sociales en los impulsos orgánicos o en el peso del instinto. El contexto cultural del siglo XIX es el darwinismo como liberación frente al peso de la iglesia en la ciencia: si el hombre y la sociedad no son creaciones divinas, tienen pues su origen en la naturaleza. Pese a la influencia de Comte, Spencer y Espinas, la sociología francesa, en su origen, es solo en parte naturalista (lo que no deja de entrar en contradicción con una visión del proceso evolutivo humano como algo hecho de ciencia y de tecnología). En otra parte es historicista. La contradicción puede parecer tremenda, pero lo cierto es que Durkheim quería, absolutamente, hacer de la sociología una ciencia copiando el modelo de la biología, mientras que, al mismo tiempo, vinculaba los hechos sociales con la historia para consolidar su institucionalismo; en este aspecto Henri de Saint-Simon será un punto de apoyo esencial.
Durkheim propone buscar en Saint-Simon la doble fuente de la sociología y del socialismo, lo que se revela tan discutible como significativo cuando se leen algunos extractos de este autor. La propuesta de Durkheim no deja de extrañar y parece bastante paradójica; en efecto, podemos considerar que Saint-Simon es más bien, y sobre todo, el precursor de la tecnocracia (en particular por su valoración del industrialismo, incluso de lo que hoy en día se conoce como las tecnociencias). En su libro Catecismo de los industriales (1823-24) –parcialmente redactado por Auguste Comte–, se escribe claramente que los industriales deben dirigir y administrar la sociedad y su economía como vectores del «progreso de la civilización». Esta opinión es también la de diversos lectores y especialistas en este autor. 23
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