Digresión sobre la aportación de los liberales individualistas, rechazada pero parcialmente integrada por la EFSA
En un perfecto paralelo histórico con la EFSA, aunque mucho menos coherente y cohesivo, otro grupo de sociólogos surge frente a los durkheimianos. Se trata de un competidor muy activo, el sociólogo francés René Worms, que crea la Revista internacional de sociología en 1893, así como un instituto del mismo nombre dedicado a organizar coloquios regularmente seguidos de publicaciones de las actas. Este autor, organicista absoluto, se considera seguidor de Espinas y, menos cerrado que el grupo de la EFSA, consigue federar a sociólogos y a otros científicos sociales muy diversos –pero casi todos liberales o moderados– que se adherirán a su instituto: Tarde, Simmel, Tönnies, Veblen, Weber, y también el economista neoclásico Alfred Marshall (según Steiner, 1994: 16), el demógrafo Bertillon o el antropólogo Tylor (según Cuin y Gresle, 1992: 75). Incluso un sociólogo rechazado por la EFSA, tal como Gaston Richard (Pickering, RFS, 1979), se une a Worms, a quien reemplazará en la dirección de su revista en 1926. Como puede advertirse, no fueron mayoritariamente franceses quienes se asociaron a Worms; tantas celebridades no podían formar un grupo cohesivo y, desde luego, no consiguieron verse casi nunca fuera de los coloquios. Sin compromiso ni trabajo común: nada que ver con la EFSA. Uno de los raros franceses de este grupo, Tarde, merece una atención especial por su brillante carrera antidurkheimiana, que le permitió cerrar el camino del Collège de France 29 a Durkheim al obtener allí la cátedra de filosofía social dedicada, por primera vez, a los cursos de sociología.
Aun siendo etnocéntrico y mostrando un gran desprecio hacia los «salvajes», Tarde criticó la teoría darwiniana del evolucionismo aplicada a la sociedad. Fue uno de los muy raros sociólogos capaces de hacerlo en aquellos tiempos: «la palabra evolución [subrayada por Tarde] es engañosa. (…) La fluidez, la continuidad aparente, aplicadas así a las series de cambios, son imaginarias» (1891: 103, 161). Esta fue seguramente una de las razones por las que fue marginado por los durkheimianos, aunque la razón principal fuese la competencia contra el mismo Durkheim. El mejor libro de Tarde, La opinión y la muchedumbre (1901), es considerado como uno de los hitos fundacionales de la psicología social. Este libro prefigura el concepto de relación con un público indiviso y, por su teoría de las imitaciones, nos permite clasificar a este autor en el ámbito del individualismo. Tarde ofreció también elementos importantes para los primeros planteamientos –en la historia del pensamiento social– sobre el «espíritu público» y la opinión pública, concepto que define como una colectividad puramente espiritual cuya cohesión es mental, o como «un agrupamiento momentáneo y más o menos lógico de juicios» (1901: 31, 76). Por este motivo el durkheimiano Bouglé lo citará y, más tarde, permitirá a Stoetzel 30 realizar sus investigaciones en su laboratorio (ya veremos todo esto más adelante).
En otros libros, Tarde desarrolla una teoría de las innovaciones vinculada con el fenómeno de la imitación interindividual, considerando que es el atrevimiento individual lo que pudo generar tal o cual innovación técnica. No solo criticó a Durkheim, a quien llamaba «su eminente adversario», sino también a Comte: «Para ser sincero, lo que Comte fundó no es la sociología, es todavía una mera filosofía de la historia, aunque admirablemente deducida, lo que nos ofrece bajo este nombre; es la última palabra de la filosofía de la historia». Otras ideas importantes, pero más secundarias, derivadas de sus obras son, por ejemplo, la de una sociología que sería en cierto modo un asociacionismo, o su interpretación de las sociedades cooperativas de consumidores contra la competencia (1898, 113, 54, 95). De todas estas ideas, solo las de su libro La opinión y la muchedumbre quedarán verdaderamente en la historia de la sociología.
Después de introducir estos temas epistemológicos y metodológicos, es necesario exponer de qué manera el socialismo en su conjunto y los debates sociales impregnaron a los durkheimianos, sobre todo con la idea, presente ya en Saint-Simon y en Comte, del solidarismo, de la solidaridad humana. Entonces podremos empezar verdaderamente con el periodo central de la EFSA.
1.2.2. Solidarismo, democracia y asociacionismo
Comentando a autores tales como Léon Bourgeois o Pierre-Joseph Proudhon, especialmente a través del compromiso práctico de Mauss y de los libros de Célestin Bouglé, 31 los durkheimianos dieron cabida a los temas mutualistas y autogestionarios, a los temas que en términos más contemporáneos llamaríamos de «economía solidaria». 32 Partiremos de lo que a este respecto escribe Bouglé en su libro El solidarismo (1907, principio del texto):
Se conviene en señalar el pequeño libro del Sr. L. Bourgeois: Solidaridad como el manifiesto que atrajo y fijó provechosamente la atención pública sobre el concepto de la «deuda social» y del «casi-contrato». Los solidaristas se inscriben en el linaje de Rousseau. ¿Pero qué investigaciones y qué teorías preparaban ese manifiesto? ¿Y hasta qué lejanas fuentes sería necesario remontarse para descubrir de dónde se alimenta, finalmente, el pensamiento solidarista? (Bouglé, 1907).
Una de estas fuentes es el cristianismo social. La otra es la propia ciencia social, a la que Léon Bourgeois se refiere directamente para legitimar su filosofía, invocando el biologismo y la sociología de Auguste Comte: el altruismo solidario está ya en la naturaleza. Lo que hace escribir a Bouglé: «En este sentido, se podrá decir que la nueva doctrina nació de la biología», para generalizarse con la sociología. El solidarismo establece analogías que conducen de la conciencia a la naturaleza, pero se presenta sobre todo como solución a los problemas sociales. Por otra parte, el solidarismo condena o desmiente que se dé demasiada importancia al Estado y rechaza la centralización sistemática. Los solidaristas excluyen el atomismo liberal, pero lo hacen desde un individualismo de tipo autogestionario y social. Bouglé cita y comenta largamente un extracto de Bourgeois a este respecto:
Esta penetración de la idea del contrato en el conjunto de las relaciones sociales modifica, en una determinada medida, la concepción habitual que nos hacemos de las relaciones entre el Estado y los individuos. Nos preguntamos siempre: ¿En qué medida puede intervenir el Estado en la solución de las cuestiones sociales? (…) Solo los individuos están en presencia, y se trata de saber cómo se pondrán de acuerdo para mutualizar los riesgos y las ventajas de la solidaridad. El Estado, como en el derecho privado, deberá ser pura y simplemente la autoridad que sancione nuestros acuerdos y garantice el respeto de los convenios establecidos (Bourgeois, Filosofía de la solidaridad , p. 52, citado por Bouglé).
Al parecer, hay algo de anarquismo suave en el solidarismo. Ante esta tensión entre solidaridad centralmente regulada y solidaridad autogestionada por las personas, los durkheimianos como Mauss o Bouglé toman claramente posición. Para ellos, una asociación de iguales solo es posible si cada uno de sus miembros se eleva hasta incluir los derechos de los otros y respeta en ellos la figura de la humanidad. Desde este punto de vista, el único individualismo que se justifica sociológicamente es precisamente «el que pide que la colectividad sepa interponerse y los hombres dominarse, un individualismo a la vez democrático y racionalista». En esa línea, la EFSA, en la voz de Mauss y de Bouglé, defenderá la idea de que ha de haber garantías institucionales para este individualismo solidario y autónomo, el cual deberá dejarse guiar por la sociología para mantener el sentido de la realidad.
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