Los relatos de Star Wars dicen que en el organismo existen unas criaturas llamadas midiclorianos en las que reside o se capta la Fuerza. Nadie ha podido hallar rastro de ellos y en ninguna convención de fans se ha encontrado la mínima evidencia de la famosa Fuerza.
Lo que sí es evidente es que la capacidad de discernimiento es una de las mayores fuerzas que puede tener una familia. Le hace capaz de preguntarse juntos, de examinar sus sentimientos en profundidad, de reconocerse cara a cara sin hacer caricaturas, de buscar juntos la raíz de los problemas y encontrar los motores más positivos que hay que encender para superarlos.
Anakin se encontró ante su miedo y fue incapaz de preguntarse más. Muchas veces el miedo o el enfado también nos paraliza y nos impide preguntarnos más. Es una pena que no dejemos que nuestra inteligencia y bondad pueda más que nuestro enfado. En esos momentos date un buen consejo: no dejes que tu enfado tape tu inteligencia ni tu bondad.
Pero Anakin quedó paralizado por la angustia y el remordimiento: si profundizaba más podía irle peor, pensaría. Así que se quedó a medias, preso tras la máscara del miedo, que pronto se acabaría convirtiendo en una máscara de miedo para todos los demás, la de Darth Vader. Eso no habría pasado si hubiera hecho caso a quienes bien le querían y aconsejaban; si hubiera hecho caso a su propio consejo: examina tus sentimientos, sabes que es verdad.
Preguntas para pensar y compartir
• ¿Cuáles son los sentimientos que más te cuesta reconocer en la vida con tu pareja y tu familia?
• ¿Logramos identificar cuáles son los sentimientos de fondo en el otro cuando en casa hay un desencuentro o un problema?
• Los enfados, ¿tapan con frecuencia nuestra capacidad de discernimiento?
c) Guión del itinerario que se va a seguir en el libro para aprender a discernir en familia
La primera parte nos propone entrenar una serie de capacidades:
• Aprendamos a preguntar mejor.
• Escuchemos lo que ocurre en el mundo.
• Crezcamos en libertad.
• No ocultemos lo que pasa.
• Pacifiquemos las tensiones.
• Perdamos la vergüenza que nos atenaza.
• Comuniquemos corazón a corazón.
• Sepamos renunciar y decir no.
• Hagamos nuestra vida más sencilla.
• Elijamos dándonos tiempo, no reaccionemos de manera espontánea.
• Adónde vamos y con qué objetivos.
• Desenredar y desanudar los líos.
La segunda parte traza un método para elegir sobre las cuestiones en las que la familia se juega su proyecto. Sigue la propuesta de Ignacio de Loyola. Consiste en los siguientes pasos:
1. En el primer tiempo:
a) Plantead el dilema esencial sobre el que hay que decidir.
b) Examinad los sentimientos de fondo en vuestro corazón. Son de dos tipos: alegría y desolación.
c) Haced balance o examen sobre la cuestión.
d) Imaginad alternativas.
e) No dejéis tiempos muertos: decidid con y a tiempo.
f) ¿Ya lo veis todo claro? Aseguraos de que no os engañáis y celebradlo.
2. En el segundo tiempo, decidir: dadle una segunda vuelta a la decisión buscando encuentros, consultas y experiencias alrededor del dilema.
3. En un tercer tiempo:
a) Si aún no lo veis claro, revisad a ver si es el dilema auténtico o hay que replantearlo.
b) Examinad las disposiciones básicas: ¿estáis decidiendo con humildad solo por amor?
c) ¿Sois indiferentes a lo que se decida con tal de que se haga lo mejor?
d) ¿Estamos salvando lo mejor de lo que aporta cada uno?
3.1. Un primer modo para decidir en este tercer tiempo los pros y los contras.
3.2. El segundo modo para decidir en este tercer tiempo: preguntas mayores para ir a la raíz:
a) Al más bueno.
b) Al más sabio.
c) Al que más os ame.
d) Aplicad criterios de elección: lo más urgente, multiplicador y decisivo; en lo que es vuestra competencia y estáis ya comprometidos; y donde no esté nadie o haya menos apoyo.
3.3 Tres falsos caminos (binarios):
a) Evitad decidir, pero no poner los medios para realizarlo.
b) Evitad engañaros a vosotros mismos eligiendo en realidad según el interés del beneficio propio.
c) Evitad elegir solo lo bueno pudiendo escoger lo mejor.
En todo caso, dejad lugar al misterio, evaluad y celebrad.
2
En el programa de Radio Nacional de España El ojo crítico tienen un lema: «Pasión por preguntar». Hagamos nuestra esa pasión, porque es clave en el aprendizaje de discernir. Parece fácil preguntar, porque no tienes que saber la respuesta; pero, por el contrario, saber preguntar es difícil y hay que entrenar para hacerlo bien. Discernir es pensar bien las preguntas correctas que hay que hacer.
En un vídeo viral que alcanzó visitas multitudinarias en Internet se planteaba un experimento navideño a un grupo de jóvenes. En noviembre de 2016, la Fundación Generación 2015 llevó a 27 jóvenes a un estudio en Madrid sin saber qué se les iba a preguntar. Primero se les preguntaba: «¿Quién es la persona más importante en tu vida?». Los jóvenes señalaban a sus familiares y amigos... Luego iba una segunda pregunta: «¿Qué le vas a regalar en Navidad?». La gente contestaba: libros, drones, videojuegos, teléfonos móviles, bombones, discos, etc. Entonces se les planteó: «Y si te tocara la lotería, ¿qué le regalarías?». Como los jóvenes contarían con una fortuna pensaban en un coche, una moto, una casa, un viaje alrededor del mundo, una bici, un caballo...
Y entonces les hacen una pregunta que les deja a todos descolocados: «¿Y si fueran sus últimas Navidades?». Cuando los entrevistados afrontaban la posibilidad de que esa persona estuviera al final de su vida, se emocionaban. Los regalos navideños cambiaban totalmente: «No le regalaría nada. Mi presencia, creo», dijo uno. «Le pediría perdón por muchas cosas, por las veces que hemos discutido en serio. Trataría de esforzarme más en tener un mejor trabajo y en demostrarle que merezco la pena como hijo», contestó otro joven. «Me lo llevaría al pueblo de sus abuelos, a los que no ve nunca», dijo una chica. «Mi tiempo, a mí», concluyó otra. «La llevaría al pueblo, porque nunca la lleva nadie», y se refería a su abuela. «Ser más sinceros, decirnos las cosas que no nos hemos dicho: él por cómo es y yo por haberme vuelto más cómoda», reconoció una chica respecto a su pareja. «Intentaría reunir a la familia entera, ese sería mi regalo para ella, todos juntos otra vez», se propuso un joven. «Me lo traería a casa porque está en una residencia, y pasaría todos los días con él», dijo una joven sobre su abuelo, y añadió: «Pasear, jugar al mus, al dominó, llevarle a que me viera jugar al fútbol, cosas sencillas...». Una chica concluye: «Ponemos el corazón en lo que nos dicen que tenemos que ponerlo. Si nos paráramos a pensar, no lo pondríamos en las cosas» (se puede ver el vídeo en www.g2015.org).
Nada como una buena pregunta para alcanzar la claridad. Si la realidad no nos dice nada o solo arroja sombras, es porque no hemos hecho la pregunta correcta. En este capítulo vamos a revisar de forma sencilla nuestro arte de preguntar y proponer algunas pistas útiles fáciles que pueden ayudarnos a mejorar.
1. Preguntar es querer
Generalmente damos muchísimas respuestas, somos rapidísimos e ingeniosos para las contestaciones. En el discernimiento se trata de encontrar más preguntas que respuestas. Cuando la familia discierne, tiene que formularse muchas preguntas para poder hallar cada respuesta que necesita. Solo las preguntas nos hacen encontrarnos con la realidad.
Las interrogaciones no son signos de puntuación, sino llaves. No es casual el parecido físico que hay entre una llave y un signo de interrogación: ambos abren puertas. Las preguntas abren muchas puertas: la puerta para que salga nuestro interés, la puerta para que entren respuestas en nuestro interior, la puerta de los otros para saber por su voz.
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