Šabattu. En varios documentos acadios de la antigua Mesopotamia aparece el término šabattu , que tiene un sorprendente parecido fonético con la palabra utilizada en hebreo para designar el sábado ( šabat ). El término aparentemente designaba el decimoquinto día del mes; es decir, al día de la luna llena. Un ejemplo, aproximadamente de la época de Abraham se encuentra en la famosa epopeya de la Creación llamada Enuma Elish (5:18), donde Marduk dice, dirigiéndose a la Luna: “Al principio del mes, alzándote sobre la tierra, tus luminosos cuernos durarán seis días. Al séptimo día serás (media) corona. En el šabattu , te opondrás (al Sol) a la mitad del mes”.23 ¿Qué significado se atribuía a dicho día? Aparentemente, el šabattu, o día del plenilunio, estaba consagrado al dios lunar Sin, que ocupaba un lugar destacado en el panteón babilónico.24 En varias tablillas, el šabattu es definido como ûm nûh libbi , expresión traducida comúnmente por “día del descanso del corazón”, o “día del apaciguamiento”.25 El šabattu era, por consiguiente el día de la luna llena, cuando presumiblemente los dioses eran apaciguados o aplacados.26 La semejanza aparente entre el šabattu acadio y el šabat hebraico, así como la asociación existente en el Antiguo Testamento entre el sábado y la luna nueva, han llevado a algunos historiadores a deducir que el sábado, en su origen, no era una festividad semanal sino mensual, relacionada con la celebración de la luna llena. La transformación del sábado mensual en semanal se habría realizado mucho más tarde, en tiempos de Ezequiel, como respuesta a una necesidad de descanso.27
La notable ingenuidad de tal teoría ha sorprendido a algunos eruditos. Karl Budde, por ejemplo, manifiesta su desacuerdo con tan infundada hipótesis indicando que no hay “una sola palabra en Ezequiel que prescriba ningún nuevo modo de celebrar el sábado. Al contrario, Ezequiel se queja constantemente (20:12; 22:8, 26; 23:38; 44:24) de que durante muchos años [...] Israel ha fallado en la observancia del sábado en su significado tradicional”.28 Los defensores de la teoría de la luna nueva también ignoran textos tan antiguos como 2 Reyes 4:23 y 2 Reyes 11:4 al 12, que hablan del sábado más de dos siglos antes de la época de Ezequiel.29 Además, esos eruditos no consiguen explicar cómo un “sábado mensual” pudo convertirse en un día semanal de descanso y adoración, totalmente al margen de la luna llena. Si los israelitas hubiesen observado realmente durante siglos la luna llena, ¿por qué no se conservan vestigios de esa observancia? Esta teoría ignora además que el plenilunio, en hebreo, no se llama šabat sino kese (Sal. 81:3), un vocablo sin ninguna relación etimológica con el šabattu acadio. Todo da a entender que el mes lunar babilónico (con sus días nefastos y su šabattu ) no ha ejercido ninguna influencia directa en el origen del calendario y del sábado hebraicos. También corrobora esta conclusión el hecho de que los nombres de los meses en hebreo no tengan ninguna similitud con los babilónicos.30 Cualquier semejanza etimológica o ideológica entre los šabattu , días nefastos de Babilonia, y el sábado de los hebreos debe ser explicada, por consiguiente, sobre la base de una herencia semítica común. El pueblo babilónico y el hebreo estuvieron relacionados entre sí lingüística y culturalmente, y ambos pudieron fácilmente haber derivado sus conceptos acerca del sábado a partir de una fuente común. Sin embargo, como ocurre con los relatos de la Creación (Enuma Elish) y del Diluvio (Epopeya de Gilgamesh), también el sábado de la Creación pudo haber sido deformado y convertido de un día sagrado en un día nefasto relacionado con las fases de la Luna. Pero, una evolución de este tipo sugiere no tanto una derivación como un deterioro del sábado original. Desde luego, en el šabattu , o día nefasto babilónico, no se encuentra ningún vestigio de los elevados propósitos y valores humanos expresados en el sábado bíblico.
Períodos de siete días. Varios documentos mesopotámicos antiguos mencionan acontecimientos o celebraciones que duraban un período de siete días. Por ejemplo, dos inscripciones atribuidas al rey Gudea de Lagash (cuidad-Estado de Mesopotamia), quien gobernó en el siglo XXI a.C., relatan unos actos de dedicación de un templo que duraron siete días y citan la instalación de unas estelas que también duró siete días.31 En las historias mesopotámicas del Diluvio, la duración de la tormenta fue de siete días y el primer pájaro fue enviado afuera siete días después de que el barco encallase en una montaña.32 Basándose en estas referencias y en otras similares,33 algunos historiadores han creído poder afirmar, “sin la menor sombra de duda”, que el sábado del Antiguo Testamento deriva de una antigua semana mesopotámica de siete días.34 Sin embargo, tan osada afirmación se funda más en suposiciones que en hechos. Los argumentos en favor de una primitiva semana babilónica, según el famoso arqueólogo Siegfried H. Horn, “son desde luego exiguos, especialmente si se tienen en cuenta los cientos de miles de documentos cuneiformes encontrados en el valle de Mesopotamia. Si los antiguos sumerios, babilonios o asirios hubiesen tenido una semana como la de los hebreos de los tiempos bíblicos, o si le hubiesen conferido al séptimo día de tal semana un valor sagrado, ciertamente habrían dejado constancia de ello”.35
La referencia a una fiesta de dedicación que duró siete días difícilmente puede tomarse como prueba de la existencia de una semana de siete días, sobre todo cuando “existen documentos de la dedicación de muchos otros templos en otras fechas y por otros reyes, con un período de celebración más corto o más largo”.36 Del mismo modo, los períodos de siete días mencionados en las historias mesopotámicas del Diluvio pueden representar una vaga reminiscencia de la existencia de una semana de siete días en tiempos del diluvio bíblico, pero no son necesariamente el reflejo de las costumbres seguidas en el tiempo de la composición de dichas historias. El relato bíblico del Diluvio contiene reiteradas referencias a períodos de siete días (Gén. 8:8-12), aludiendo, como reconocen generalmente los comentaristas, a la existencia de una semana de siete días. Las historias cuneiformes del Diluvio, a pesar de sus distorsiones y embellecimientos legendarios, se mantienen mucho más cerca del relato bíblico que todas las demás narraciones del Diluvio existentes en el mundo.37 Esta semejanza sugiere la perduración de la noción bíblica de la semana de siete días en textos literarios, aun cuando su uso civil hubiese caído en olvido siendo reemplazado por ciclos “semanales” más cortos.38 “La conclusión lógica –dice acertadamente Horn– es que hubo en un tiempo una semana de siete días que se perdió antes de que quedara constancia de ella en documentos históricos y de la que solo se conservaron imprecisos recuerdos”.39
2. Ocupación de Canaán
Institución social. El fracaso de las fuentes extrabíblicas en explicar el origen del sábado ha forzado a los especialistas a volverse de nuevo en sus investigaciones hacia los textos del Antiguo Testamento. Esta nueva orientación de estudios ha llevado a algunos a la conclusión de que el sábado fue instituido después de la ocupación de Canaán.40 Las principales razones alegadas para su introducción son esencialmente de orden social y económico. La necesidad de conceder un día de descanso a los esclavos y la conveniencia de tener un día de mercado para dedicar a la compraventa de productos habrían producido la introducción del sábado como un “día libre”.41 Con el tiempo, según esta hipótesis, el sábado sufrió una evolución, pasando de ser una institución social a una religiosa; es decir, de un día dedicado al reposo de los siervos y al mercado, a un día dedicado a Yahvéh. Este paso se debería especialmente al esfuerzo de los profetas y los sacerdotes, quienes durante el Exilio habrían desarrollado una teología del sábado para promover su observancia religiosa.42
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