Señor, gracias, porque tú me guías de la mano. Gracias, porque tu plan no es tan frágil, ni tu creatividad tan limitada como para que mis tropezones puedan arruinarlo. Sobre todo, te agradezco porque mi valor no depende de que nunca me equivoque, sino de tu amor por mí.
14 de marzo
Recalculando el recorrido
“Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Este es el camino; síguelo’ ” (Isa. 30:21, NVI).
Dios es más misericordioso que el sistema de posicionamiento global de tu automóvil. Mi amiga Noemí tiene un automóvil hibrido moderno, con GPS incorporado. Noemí le puso un apodo cariñoso a su GPS y lo llama “Margarita”. Unos meses atrás, Noemí y yo viajamos a Cornwall, Inglaterra. Como era nuestra primera vez que visitábamos las legendarias tierras del rey Arturo, pusimos a “Margarita” a trabajar. Después de ingresar el código postal, “Margarita” diagramó nuestro plan de viaje.
Pero a veces “Margarita” nos daba una instrucción que no entendíamos, y entonces oíamos la famosa frase: “Recalculando el recorrido”. Otras veces, creíamos que habíamos seguido las instrucciones al pie de la letra, y aun así “Margarita” nos informaba: “Recalculando el recorrido”. Luego de haber oído esa frase cientos de veces, llegamos a Cornwall sanas y salvas.
A veces, cuando tomo decisiones que afectarán mi futuro, tengo miedo de equivocarme. Temo perderme un giro a la izquierda y terminar al norte de Escocia, cuando quería ir al sur de Cornwall. Honestamente, tengo miedo de cometer un error fatal y arruinar el plan de Dios para mi vida. Aunque a nadie le gusta sentir miedo, el temor nos confronta con las falsas imágenes que tenemos acerca de Dios. Mi miedo revela que creo que el plan de Dios es rígido y frágil, y que Dios tendrá menos compasión de mis errores que un GPS.
¡Pero este no es el Dios de la Biblia! Dios guió al rebelde pueblo de Israel con una nube de día y una columna de fuego de noche. Dios es el pastor de la parábola, que sale a buscar a la oveja perdida y la carga en sus brazos de vuelta al redil. Dios es un experto en recalcular la ruta para llevarnos a destino. No hace falta que perdamos el sueño por cada decisión a tomar, ni que vivamos aterradas de arruinar el plan de Dios para nuestras vidas. Dios es infinitamente más sabio y misericordioso que un GPS.
Padre, te agradezco porque tu plan para mi vida es mucho más fluido y resiliente de lo yo que creía. Lléname de tu paz al saber que si me desvío a la derecha o a la izquierda, tu voz continuará guiándome, recalculando el recorrido. Yo quiero hacer tu voluntad. Recuérdame, cuando tenga miedo a tomar decisiones, que tu misericordia y poder son más poderosos que mis errores. Tú cumplirás tu propósito en mí.
15 de marzo
Debilidades deleitantes
“Es por esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10, NTV).
Recientemente, tuve la oportunidad de entrevistar al psicólogo, escritor y presentador de radio Daniel Gottlieb. Dan se dedica a ayudar a las personas a superar eventos traumáticos, utilizando tanto su experiencia personal como profesional. En 1979, Dan sufrió un accidente de tránsito que lo dejó cuadripléjico. Esta experiencia, inicialmente traumática, lo llevó a cambiar completamente su modo de ver la vida. “Cuando me rompí el cuello, mi alma comenzó a respirar”, dijo él durante la entrevista.
Al relatar su accidente, Dan comentó: “Pasé la mayor parte de mi juventud temeroso de que si la gente descubría quién era realmente, huiría y me rechazaría. Pero tuve suerte, porque no tuve opción. Mi máscara y mi caparazón se estrellaron en pedazos y no tuve que quitármelas”. Con el tiempo, Dan descubrió que el terrible accidente que lo dejó parapléjico también le dio un extraño regalo: vulnerabilidad.
En la carta a los corintios, Pablo escribe que él también se “deleita en sus debilidades”. ¿Por qué? Porque la vulnerabilidad le da la bienvenida a la gracia. “Cuando nos sentimos fuertes, no somos propensos a depender de la gracia y fortaleza de Dios”, escribe Marshall Segal en su artículo “His Delight Is Not in Your Strength”. “Pero cuando sentimos nuestra debilidad, experimentamos más plenamente la realidad (y nuestra tremenda y continua necesidad de él [Dios]). La agudeza de nuestras espinas revela las profundidades de su gracia y misericordia”. La razón para deleitarnos en nuestras debilidades es que nos impulsan a adentrarnos en la insondable gracia de Dios. Sin ellas, nos mantendríamos en la orilla, tratando de controlarlo todo.
Dios te invita a reconocer tu vulnerabilidad y a recibir su fortaleza. Dios se deleita, no en tu independencia y autosuficiencia, sino en tu conexión y completa dependencia de él.
Señor, aunque soy frágil como una vasija de barro, tú colocaste una luz, un gran tesoro en mi corazón. Tu luz en mi fragilidad, brillando a través de las rajaduras, le demuestra al mundo tu excelente poder e infinita gracia.
16 de marzo
Fracasos colosales
“Pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos” (Luc. 22:32, NTV).
Mi amigo Dennis me prestó un libro: The Book of Heroic Failures [El libro de los fracasos heroicos]. Es, básicamente, un compendio humorístico de los fracasos más colosales y los planes más torpes jamás ideados por el hombre. El libro incluye la historia del peor robo del mundo (en el que el ladrón perdió cerca de cinco libras esterlinas intentado robar a una cajera de un supermercado); la historia del peor inventor del mundo (Arthur Pedric, quien patentó 162 invenciones, pero ninguna exitosa); y la historia del peor torero del mundo (“El Gallo”, quien salía despavorido en cuanto veía al toro). El autor, Stephen Pile, escribió este libro porque cree que el éxito está sobrevalorado y que relatar los fracasos es tan importante como contar las victorias.
Los autores de la Biblia parecen haber tenido la misma perspectiva. Una y otra vez se niegan a “retocar digitalmente” la imagen de los personajes bíblicos para borrarles sus defectos y fracasos. Así es como sabemos que Moisés fue un gran líder, pero también un asesino; Elías un gran profeta, pero también sufrió ansiedad y depresión; Juan Marcos, un excelente evangelista, pero también abandonó a Pablo y a Bernabé en pleno viaje misionero. Que los hombres y las mujeres de la Biblia no sean como las imágenes de los vitrales de las iglesias, sino de carne y hueso, me llena de esperanza. Si Dios puede usarlos a ellos y redimir sus errores, también puede usarme a mí y redimir los míos.
Dios no censura nuestro pasado. Él no toma la historia de nuestra vida y con un marcador negro tacha todas las partes vergonzosas. Más bien, incorporando todos los capítulos, aun los más tristes, Dios reescribe nuestra historia. No niega nuestro pasado, sino que lo redime, perdonándonos y dándonos la oportunidad de escribir juntos un final diferente. Cuando Jesús escogió a Pedro como su discípulo, él ya sabía que en su momento de mayor necesidad Pedro negaría conocerlo (Juan 18:17). Sin embargo, ¡lo escogió de todos modos! Durante la Última Cena, Jesús le dijo a Pedro que, si después de negarlo se arrepentía, él lo usaría para fortalecer a sus hermanos (Luc. 22:32). Así como la historia de Pedro, la tuya y la mía no tienen por qué terminar con un fracaso. Dios se especializa en transformar errores y reescribir historias.
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