Vanesa Pizzuto
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
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1º de enero 1º de enero Conmigo “Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (Juan 14:3, NTV). Amo viajar. Tiempo atrás, estaba a bordo de un Airbus A321 con destino a Amán, Jordania. Generalmente escojo un asiento en el pasillo, así me, puedo levantar y caminar sin molestar a nadie. Pero el vuelo estaba lleno, entonces me asignaron un asiento de la ventanilla, sobre el ala izquierda del avión. Aunque yo no lo sabía, Dios estaba planeando una sorpresa para mí… El vuelo fue tranquilo y sin turbulencias. Cuando faltaba media hora para aterrizar, comencé a divisar la inmensa ciudad de Amán. Era de noche. Las luces de la ciudad brillaban formando bellísimas venas y arterias incandescentes. Toda la ciudad parecía un organismo vivo, como esas extrañas criaturas abisales que flotan fosforescentes en medio de la oscuridad reinante. “Esta perspectiva es hermosa. Me pregunto cómo se verá todo desde donde tú estás”, le dije a Dios, con mi nariz pegada a la ventanilla. Ahí fue cuando Dios me sorprendió. Él contestó mi oración con un pensamiento claro y directo: “Estoy aquí”. Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar que Dios estaba conmigo en el avión; no lejos, allá arriba, en la estratósfera. La Biblia cuenta la historia de cómo Dios se acerca cada vez más. Dios nos busca y destruye todas las barreras que nos separan. Se acerca al punto de llegar a ser uno con nosotros : Emanuel. Su plan es estar siempre con nosotros, empezando aquí y ahora. Dios está conmigo ahora. En su libro With [Con], el autor cristiano Skye Jethani lo explica de esta manera: “Al estar unidos con Dios a través de Cristo, estamos invitados a experimentar la vida con Dios ahora. Es cierto que la experimentaremos plenamente cuando […] estemos completamente liberados de la enfermedad y de la maldad del pecado. Pero esto no significa que no podamos experimentar a Dios en el presente”. Mientras lavas los platos, contestas correos electrónicos y preparas el desayuno, Dios está contigo; en la parada del autobús, al pagar los impuestos y aun en un avión. Jesús prometió estar con nosotras siempre; todos los días, hasta el fin de los tiempos. Al comenzar este día, recuerda que Jesús te dice: “Estoy aquí”. Jesús, gracias por estar conmigo cada minuto de mi vida. Ayúdame a reconocer con mi mente y a sentir en mi corazón tu presencia. Gracias porque nunca estoy sola.
2 de enero 2 de enero Libre “Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: ‘Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!’ ” (Luc. 13:12, NTV). La última vez que Jesús fue a una sinagoga a enseñar, se encontró con una mujer especial. Esta pobre mujer estaba completamente encorvada. Lucas, como médico, describe su enfermedad usando una palabra griega que literalmente significa “agacharse completamente”. Probablemente, la mujer sufría de un tipo de artritis crónica grave, por la que las vértebras afectadas se unen. La Biblia dice que esta mujer llevaba 18 años enferma. Durante 18 años no pudo ver el sol de día, ni las estrellas de noche. Durante 18 años, esta triste mujer estuvo completamente doblada, mirando al polvo y llena de dolor. Me conmueve notar lo que sucedió después. En cuanto Jesús la vio, probablemente mientras aún estaba predicando, la llamó. La mujer no pidió ayuda, ni dijo una sola palabra. Sin embargo, lleno de compasión, Cristo interrumpió lo que estaba haciendo y le dijo: “Mujer, eres libre de tu enfermedad” (Luc. 13:12). Inmediatamente, la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios. ¿Cuántas veces habrá ido a la sinagoga esa mujer antes de encontrarse con Jesús? Creo que al enemigo no le importa que vayas todos los sábados a la iglesia, mientras que no recibas sanidad. Tampoco le importa que leas tu Biblia todos los días, en tanto sigas doblada bajo el peso de la culpa y la inseguridad. A veces pensamos que Dios va a salvarnos porque le damos pena, no por amor. Creemos que, al mirarnos, a Dios se le revuelve el estómago del asco, que se pone guantes antes de tocarnos para que no se le pegue nuestra suciedad. Sin embargo, la Biblia dice que cautivamos su corazón con solo una mirada (Cant. 4:9); que Dios nos ama y ve un valor inestimable en nosotras (Isa. 43:4). Dios es el padre de la parábola, que corre a abrazar y besar a su hijo cuando este aún huele a cerdos, antes de que se dé una ducha (Luc. 15:11-32). Dios nos mira, como a aquella mujer encorvada, lleno de ternura y amor. Aun si no nos atrevemos a pedir nada, aun cuando no podemos mirarlo a los ojos, Jesús se acerca para ayudarnos. Sin importar cuán pesada sea la carga de nuestro pasado, o cuán deformantes nuestros pecados, él dice: “Mujer, ¡quedas libre de tu enfermedad!” Señor Jesús, ¡dame una nueva revelación de tu amor! Ayúdame a ver, con los ojos de la fe, cómo te agachas y tocas mi espalda encorvada, liberándome así del peso de la vergüenza y el miedo. Mi pasado y mis errores ya no me definen. Mi identidad depende de tu amor por mí.
3 de enero 3 de enero Indignado “En cambio, el líder a cargo de la sinagoga se indignó de que Jesús la sanara en un día de descanso” (Luc. 13:14, NTV). Muchas veces me pregunto de dónde sacamos la idea de que Dios nos tolera, en lugar de amarnos entrañablemente. Al seguir leyendo la historia de la mujer encorvada que Jesús sanó, notamos que esta errónea idea puede surgir de nuestra experiencia con otros creyentes. Lamentablemente, aunque la columna vertebral de esta mujer estaba arruinada por la enfermedad y ella vivía doblada de dolor, no todo el mundo festejó cuando Jesús la sanó. “En cambio, el líder a cargo de la sinagoga se indignó de que Jesús la sanara en un día de descanso” (Luc. 13:14, NTV, énfasis agregado). La mujer había padecido por 18 años, pero al verla sana el jefe de la sinagoga se indignó. ¿Cómo es posible? Creo que tiene que ver con la imagen mental que tenemos de Dios. Si pensamos que Dios es un juez frío e inaccesible, un aguafiestas que nos prohíbe disfrutar, o un padre severo que exige de sus hijos exactamente aquello que más miedo les produce, entonces vamos a pretender que otros vivan tan obsesionados con las reglas como nosotras. Las palabras más duras de Jesús, registradas en los Evangelios, son siempre dirigidas a los dirigentes de la fe que proyectaban una imagen falsa de Dios; nunca a los pecadores que buscaban ayuda. “Así que el Señor respondió: ‘¡Hipócritas! […] ¿Acaso no desatan su buey o su burro y lo sacan del establo el día de descanso y lo llevan a tomar agua? Esta apreciada mujer, una hija de Abraham, estuvo esclavizada por Satanás durante 18 años. ¿No es justo que sea liberada, aun en el día de descanso?’ ” (Luc. 13:15, NTV). Generalmente tendemos a suavizar la personalidad de Jesús y a pasar por alto sus “exabruptos”. Hoy te pido que no lo hagas. Presta atención a cada palabra que Jesús dijo. ¡Bébelas, porque son gotas de agua viva! Jesús nos está haciendo reflexionar. ¿Realmente creemos que Dios tendrá menos compasión de nosotras que la que tenemos de un animal? Una de las tácticas más diabólicas y efectivas que el enemigo usa es proyectar sus defectos en Dios. Imagina que tienes una enfermedad terminal y hay un médico que puede curarte. Sin embargo, alguien te hace creer que ese doctor te odia, que es cruel, y que si le pides ayuda intentará asesinarte. ¿No correrías espantada? ¡Por eso Jesús se enojó tanto! Él estaba diciéndoles a las autoridades de la iglesia: “No, este no es Dios”. Jesús vino para quitar la máscara al enemigo y revelar el amor entrañable del Padre. Señor, ¡gracias por tu inmenso amor!
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