Vanesa Pizzuto es licenciada en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Matanza, Argentina) y magíster en Educación (University of Hertfordshire, Inglaterra). Escribió la serie de cuentos bilingües Amancay y numerosos artículos. Trabajó como docente y presentadora de radio. Ama viajar, coleccionar cactus y cantar. Oriunda de la República Argentina, hoy vive y trabaja en Inglaterra.
“Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Con estas palabras, y con el toque sanador de su mano, Jesús liberó a una mujer que había estado enferma durante dieciocho años (Luc. 13:10-17).
Por medio de las presiones socioculturales, de las heridas del pasado e incluso de los medios de comunicación, Satanás desea sembrar inseguridades en el corazón de cada mujer. Desea encorvarnos por años —como lo hizo con aquella mujer—, utilizando un arsenal de enfermedades espirituales: envidia, competencia, rencor, y sobre todo, miedo.
Todas estas tácticas tienen una única meta: robarnos nuestra identidad como hijas de Dios. Satanás es como ese hermano celoso que susurra: “Eres adoptada y si no te portas bien, te van a devolver al orfanato”. Cuando las mujeres aceptamos esta falsa identidad, vivimos tratando de probar nuestro valor y de ganar la aprobación de los demás. Nuestro rendimiento profesional, nuestro rendimiento como madres o esposas, y aun nuestra apariencia física, se vuelven el barómetro de nuestra autoestima. Vivir así no solo es completamente agotador, sino también hace que miremos a otras mujeres con recelo. Si debemos ganar nuestro valor, las demás mujeres son contendientes, no aliadas.
Sin embargo, ¡el poder de Dios sigue vigente! Jesús desea sanarnos y restaurar nuestra identidad de hijas legítimas. Jesús nos libera de la tiranía de la competencia y la comparación constantes por ganar una aprobación efímera. Jesús nos libera del miedo a que alguien descubra que, en realidad, no somos lo suficientemente bonitas, inteligentes o pacientes. El amor incondicional de Dios es la única base firme para nuestra identidad. De esta identidad fluye nuestra transformación y nuestra libertad.
Cada semanade este devocional está basada en un área de nuestra vida en la que Jesús nos trae libertad. Puedes leer este libro de forma correlativa, o ir directamente a un tópico de tu interés.
A mi queridísima mamá, por su apoyo incansable. 1
1A menos que se especifique de otro modo, las citas bíblicas se han tomado de la versión Reina-Valera Revisada 1960.
“Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (Juan 14:3, NTV).
Amo viajar. Tiempo atrás, estaba a bordo de un Airbus A321 con destino a Amán, Jordania. Generalmente escojo un asiento en el pasillo, así me, puedo levantar y caminar sin molestar a nadie. Pero el vuelo estaba lleno, entonces me asignaron un asiento de la ventanilla, sobre el ala izquierda del avión. Aunque yo no lo sabía, Dios estaba planeando una sorpresa para mí…
El vuelo fue tranquilo y sin turbulencias. Cuando faltaba media hora para aterrizar, comencé a divisar la inmensa ciudad de Amán. Era de noche. Las luces de la ciudad brillaban formando bellísimas venas y arterias incandescentes. Toda la ciudad parecía un organismo vivo, como esas extrañas criaturas abisales que flotan fosforescentes en medio de la oscuridad reinante.
“Esta perspectiva es hermosa. Me pregunto cómo se verá todo desde donde tú estás”, le dije a Dios, con mi nariz pegada a la ventanilla. Ahí fue cuando Dios me sorprendió. Él contestó mi oración con un pensamiento claro y directo: “Estoy aquí”. Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar que Dios estaba conmigo en el avión; no lejos, allá arriba, en la estratósfera.
La Biblia cuenta la historia de cómo Dios se acerca cada vez más. Dios nos busca y destruye todas las barreras que nos separan. Se acerca al punto de llegar a ser uno con nosotros : Emanuel. Su plan es estar siempre con nosotros, empezando aquí y ahora.
Dios está conmigo ahora. En su libro With [Con], el autor cristiano Skye Jethani lo explica de esta manera: “Al estar unidos con Dios a través de Cristo, estamos invitados a experimentar la vida con Dios ahora. Es cierto que la experimentaremos plenamente cuando […] estemos completamente liberados de la enfermedad y de la maldad del pecado. Pero esto no significa que no podamos experimentar a Dios en el presente”.
Mientras lavas los platos, contestas correos electrónicos y preparas el desayuno, Dios está contigo; en la parada del autobús, al pagar los impuestos y aun en un avión. Jesús prometió estar con nosotras siempre; todos los días, hasta el fin de los tiempos. Al comenzar este día, recuerda que Jesús te dice: “Estoy aquí”.
Jesús, gracias por estar conmigo cada minuto de mi vida. Ayúdame a reconocer con mi mente y a sentir en mi corazón tu presencia. Gracias porque nunca estoy sola.
“Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: ‘Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!’ ” (Luc. 13:12, NTV).
La última vez que Jesús fue a una sinagoga a enseñar, se encontró con una mujer especial. Esta pobre mujer estaba completamente encorvada. Lucas, como médico, describe su enfermedad usando una palabra griega que literalmente significa “agacharse completamente”. Probablemente, la mujer sufría de un tipo de artritis crónica grave, por la que las vértebras afectadas se unen. La Biblia dice que esta mujer llevaba 18 años enferma. Durante 18 años no pudo ver el sol de día, ni las estrellas de noche. Durante 18 años, esta triste mujer estuvo completamente doblada, mirando al polvo y llena de dolor. Me conmueve notar lo que sucedió después. En cuanto Jesús la vio, probablemente mientras aún estaba predicando, la llamó. La mujer no pidió ayuda, ni dijo una sola palabra. Sin embargo, lleno de compasión, Cristo interrumpió lo que estaba haciendo y le dijo: “Mujer, eres libre de tu enfermedad” (Luc. 13:12). Inmediatamente, la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios.
¿Cuántas veces habrá ido a la sinagoga esa mujer antes de encontrarse con Jesús? Creo que al enemigo no le importa que vayas todos los sábados a la iglesia, mientras que no recibas sanidad. Tampoco le importa que leas tu Biblia todos los días, en tanto sigas doblada bajo el peso de la culpa y la inseguridad. A veces pensamos que Dios va a salvarnos porque le damos pena, no por amor. Creemos que, al mirarnos, a Dios se le revuelve el estómago del asco, que se pone guantes antes de tocarnos para que no se le pegue nuestra suciedad. Sin embargo, la Biblia dice que cautivamos su corazón con solo una mirada (Cant. 4:9); que Dios nos ama y ve un valor inestimable en nosotras (Isa. 43:4). Dios es el padre de la parábola, que corre a abrazar y besar a su hijo cuando este aún huele a cerdos, antes de que se dé una ducha (Luc. 15:11-32).
Dios nos mira, como a aquella mujer encorvada, lleno de ternura y amor. Aun si no nos atrevemos a pedir nada, aun cuando no podemos mirarlo a los ojos, Jesús se acerca para ayudarnos. Sin importar cuán pesada sea la carga de nuestro pasado, o cuán deformantes nuestros pecados, él dice: “Mujer, ¡quedas libre de tu enfermedad!”
Читать дальше