Bradley Booth
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo
Cadenas en China
Bradley Booth
Título del original: Chains in China , Pacific Press Publishing Association, Boise, ID, E.U.A., 2015.
Dirección: Gabriela S. Pepe
Traducción: Rolando A. Itín
Diseño de tapa: Ivonne Leichner
Diseño del interior: Giannina Osorio
Ilustración: Propiedad de Shutterstock
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e-book
MMXX
Es propiedad. © 2015 Pacific Press Publ. Assn. © 2016, 2020 Asociación Casa Editora Sudamericana.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-304-3
Booth, BradleyCadenas en China / Bradley Booth / Dirigido por Gabriela S. Pepe. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo Digital: onlineTraducción de: Rolando A. Itín.ISBN 978-987-798-304-31. Narrativa Estadounidense. 2. Relatos. I. Pepe, Gabriela S., dir. II. Itín, Rolando A., trad. III. Título.CDD 813 |
Publicado el 18 de noviembre de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
E-mail: ventasweb@aces.com.ar
Website : editorialaces.com
Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.
El autor asume plena responsabilidad por la exactitud de todos los hechos y citas presentados en este libro.
A fin de proteger sus identidades, los nombres de todos los personajes en este libro son ficticios, con la excepción de Chen, cuyo nombre ya está en la prensa. Además, muchos de los nombres de los lugares en esta historia se han cambiado para proteger la identidad de los obreros adventistas que todavía pueden estar sufriendo bajo el régimen comunista chino.
El sol, cálido y brillante, estaba asomando en el horizonte oriental, cuando Chen entró en las callejuelas poco transitadas del viejo Shanghai. Los gorriones chirriaban entre los arbustos junto a las veredas, deteniéndose solo al verlo pasar. Chen inclinó un poco su cabeza para oler las hortensias florecidas, que estaban en el enrejado que cubría la puerta del frente de la casa. ¡Qué regalo de Dios! , pensó, mientras absorbía la dulce fragancia de las flores blancas.
A los ojos de Chen, ese momento y desde la puerta delantera de la cabaña de su tío, esta era la única realidad. Sin embargo, el mundo real, fuera de ese tranquilo rincón al que él llamaba su hogar, era de clima de guerra; una guerra mundial.
La maquinaria bélica alemana de Hitler había unido fuerzas con Italia y Japón, para conquistar el mundo. Y por un tiempo, pareció que eran imparables. Los alemanes habían invadido casi toda Europa, y aun partes de África y de la Unión Soviética. Italia luchaba lado a lado con Alemania en el Mediterráneo, forzando a los ejércitos aliados a concentrarse en el norte de África, en lugar de en Europa, donde la guerra verdadera estaba rugiendo.
Los japoneses, por su parte, eran otra historia. Tenían una sola meta en mente: dominar completamente Asia y el Pacífico. En los primeros años de la década de 1930, invadieron Manchuria y entraron en guerra con China. Luego, atacaron las islas del Pacífico y gran parte del sudeste asiático, incluyendo Birmania [ahora Myanmar], Tailandia y Hong Kong. Luego, en 1941, los japoneses atacaron Pearl Harbor, lo que llevó a que Estados Unidos se involucrara activamente en la guerra. Por fortuna, los ejércitos aliados, conducidos por los británicos y los estadounidenses, frenaron a los japoneses lo suficiente como para evitar que dominaran por completo a Birmania, el sur de China y las islas del Pacífico.
Y cuando los alemanes fueron finalmente vencidos y lograron un armisticio el 7 de mayo de 1945, Japón fue el único país del “Eje” que quedó luchando para alcanzar sus metas bélicas. Ahora se encontraba muy deteriorado, empujado hacia el Pacífico norte, y las pequeñas islas del Japón eran apenas una sombra del monstruo militar que había erguido su horrible cabeza unos diez años antes. No obstante, los japoneses seguían luchando, y parecía que estaban decididos a pelear hasta el último hombre. Todos los diarios del mundo decían que si las naciones aliadas no podían detenerlos, millones más morirían en una lucha continua.
Qué desastre ha llegado a ser esta guerra mundial, pensaba Chen. Hombres hambrientos de poder la comenzaron para ganar territorios por la fuerza; hombres dispuestos a sacrificar incontables víctimas en el proceso. Solo Dios puede saber plenamente la devastación y el horror que estos crueles déspotas han sembrado sobre nuestro mundo.
Chen siguió por las polvorientas calles de Shanghai, en camino al sector comercial de la ciudad. Hasta ahora, había estado trabajando en una fábrica de calzado, confeccionando botas para los soldados del ejército. Ese había sido su trabajo durante los tres últimos años, desde el día en que abandonó la escuela para siempre. No tenía la edad suficiente para ser reclutado como soldado, para unirse a la guerra contra Japón... hasta ahora. Hoy cumplía 18 años, el número mágico que demandaba que él se enrolara.
No era que él deseara hacerlo; odiaba la idea de una guerra. ¡La guerra es muy violenta, cruel, y un sin sentido! Pero, eso no quería decir que él no tuviese que ir a la guerra, pues era más fácil adiestrar a los jóvenes, algo muy importante en tiempo de guerra. Quizás él nunca vería la acción en un campo de batalla, pero también pudiera ser que sí. Cargar un arma, dominar la guerra de guerrillas, tripular un tanque, nada de esto concordaba con su idea de cómo divertirse.
Pero ¿cómo podría escapar de su deber? Sí, podía no presentarse en las oficinas de enrolamiento o falsificar los papeles que identificaban su edad, o sencillamente, escapar donde nadie pudiera encontrarlo. Sin embargo, él sabía que esas no eran opciones realistas. Tarde o temprano, alguien vendría a buscarlo, y la perspectiva de lo que sucedería cuando lo encontraran no era agradable. Así que, tenía que pensarlo muy bien antes de actuar.
Además, Chen era adventista del séptimo día, y lo había sido toda su vida; se esperaba que los adventistas fueran leales a su país y a su Dios. Los principios de la Biblia no alientan a los cristianos a que sean cobardes, que se escapen o se oculten. No obstante, portar armas con la intención de matar y no poder observar el sábado son problemas que los adventistas enfrentan en el ejército, y Chen sabía que no tendría escapatoria para lo uno ni para lo otro. Se supone que un soldado, al alistarse, se compromete a obedecer a su comandante. ¿Estaba Chen dispuesto a portar un arma y usarla para matar? Esa era una pregunta muy fácil de responder para un no cristiano, pero para un adventista del séptimo día era algo muy diferente. Chen sabía que estaba sobre la Tierra para salvar vidas, no para destruirlas.
Читать дальше