La buena noticia es que Jesús vino al mundo a desbaratar todas las ideas distorsionadas que tenemos acerca de Dios. Es por esto que Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9); y también dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). El amor nos libera del miedo. Cuando Jesús extendió sus manos y dejó que fueran perforadas en la cruz, el mensaje escrito con su sangre fue irrefutable: “Prefiero morir que vivir sin ti”.
Señor, quiero que tu perfecto amor desaloje cualquier idea equivocada que tengo con respecto a ti. En tu amor no hay temor.
6 de enero
Dieciocho pulgadas
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).
Son tan solo 18 pulgadas, o 20 centímetros. Sin embargo, es una de las distancias más difíciles de atravesar. Entre tu cerebro y tu corazón hay tan solo 18 pulgadas. Unos años atrás me di cuenta de que había una discrepancia entre lo que creía en mi mente y lo que sentía mi corazón. Entonces, comencé a orar pidiéndole a Dios que la verdad “cayera” de mi cerebro a mi corazón, como una fruta madura atraída hacia el suelo por la fuerza de gravedad.
Cierto día, mientras escuchaba la canción de J. J. Heller “God is still here” (Dios sigue aquí), me di cuenta de que muchas luchamos con esas 18 pulgadas. En esa canción, ella le pide a Dios que “la verdad que está en su cabeza baje a su corazón”, para ya no sentir más miedo y ansiedad. Mientras nuestro corazón y nuestra mente sigan batiéndose a duelo, no tendremos paz. Si hay un yugo desigual en el matrimonio de la mente y el corazón, seremos como una casa dividida contra sí misma, que no puede obtener la victoria. Es absolutamente imprescindible que la verdad en nuestras cabezas despierte el amor del corazón.
A muchas nos han enseñado a desconfiar completamente de nuestras emociones y a vivir nuestra fe como un acto de racionalidad pura. Sin embargo, ¡hasta los demonios creen y tiemblan! (Sant. 2:19). Tener un conocimiento teológico correcto acerca de Dios es importante; claro que, a menos que el corazón esté empapado del amor de Dios, nuestra vida espiritual estará seca y cuarteada. Necesitamos adentrarnos más en el océano del amor de Dios, no simplemente leer acerca del océano.
Señor, por favor, alinea mi mente y mi corazón para que tiren del carro de mi vida en la misma dirección. Quiero conocerte más. Pero también tengo miedo. Es mucho más fácil leer acerca del océano que atreverme a adentrarme y mojarme por completo. Solo tú puedes obrar el milagro. Tómame de la mano, Señor. Condúceme a lo profundo de tu revelación. Llévame adonde ya no haga pie, donde mi mente sola no alcance. Llévame donde tenga una experiencia transformadora completa; en mi mente y en mi corazón.
7 de enero
Canciones de amor
“Porque el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría” (Sof. 3:17, NTV).
¿Qué piensa Dios de ti? ¿Qué tipo de cosas dice Dios acerca de ti? ¿Con qué tono de voz? A veces tenemos una imagen mental de Dios como un ser iracundo y severo, siempre de ceño fruncido. Sin embargo, la Biblia revela una imagen completamente diferente: Dios es jovial, misericordioso y le gusta cantar. ¡Dios canta! Profetizando acerca de la Nueva Jerusalén, Sofonías reveló que Dios se deleitará en nosotras con cantos. Como una madre canta mirando con ternura a su bebé en brazos, Dios cantará canciones de un amor entrañable.
A menudo subestimamos la alegría y el amor que Dios siente por nosotras. Sin embargo, él dice claramente: “Las montañas podrán cambiar de lugar, los cerros podrán venirse abajo, pero mi amor por ti no cambiará” (Isa. 54:10, TLA). Dios te ama tanto que escribe canciones acerca de ti y las canta. El célebre predicador inglés Charles Spurgeon lo describió de esta manera en Spurgeon’s Verse Expositions of the Bible [Exposiciones de Spurgeon sobre versículos de la Biblia]: “Piensa en el gran Jehová cantando. ¿Te lo imaginas? ¿Es posible concebir a la Deidad prorrumpiendo en canción; Padre, Hijo y Espíritu Santo cantando juntos acerca de los redimidos? Dios está tan feliz en el amor que siente por su pueblo, que rompe el silencio”.
Es importante que aprendamos a reconocer la voz de Dios, que sepamos distinguirla de la miríada de sonidos y voces que nos asedian a diario. Si nuestra imagen de Dios es errada, si lo vemos como un tirano, confundiremos la voz del crítico interior con la suya. Como explican William y Kristi Gaultiere en su libro Mistaken Identity [Identidad equivocada], “cuando internalizas las actitudes negativas que han expresado otras personas […] es natural esperar que otros te traten de la misma manera. En este caso, la voz amorosa de Dios puede quedar distorsionada fácilmente, debido a los altavoces del crítico que reside en tu interior”. Dios te ama entrañablemente, ¡sus palabras siempre reflejarán esto! Aun cuando Dios nos corrige, lo hace con un tono amante, no de acusación y condenación (Rom. 8:1; Apoc. 12:10). Oremos para que Dios abra nuestros oídos, para que podamos escuchar la canción que él ya está tarareando mientras nos mira con ternura.
Señor, hoy quiero oír tu voz. Quiero oír la canción de amor que creaste para mí. Ayúdame a silenciar los ruidos, las críticas y los miedos, para así poder oír tu voz diáfana y amante.
“Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento” (Prov. 3:5, NTV).
Hace varios años, tomé un curso de escritura creativa en la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra. Disfruté mucho de las clases, excepto por un pequeño detalle. Al profesor le gustaba preguntarnos, al empezar cada lección, qué tipo de historia íbamos a escribir y cómo iba a terminar. Yo nunca sabía qué decir; ¡esos minutos me llenaban de frustración! ¿Cómo se supone que sepa cómo va a terminar una historia antes de escribirla? Una historia es como un río; se abre camino a medida que fluye. Como escribe Madeleine L’Engle en su libro Walking on Water [Caminar sobre el agua], hay una similitud entre escribir una historia y conocer a Jesús: “La novela que nos sentamos a escribir y la que terminamos escribiendo pueden ser muy diferentes; así como el Jesús que alcanzamos a entender y el que nos alcanza pueden ser diferentes también”. Nuestra relación con Jesús es como un río; va creciendo y ganando caudal a medida que avanza.
Dios es mucho más grande de lo que imaginamos o podemos comprender. Seguirlo implica estar dispuestas a desaprender ideas erróneas y restrictivas, como sucedió con los discípulos en el camino a Emaús (Luc. 24:13-35). ¡Si hay algo de lo que podemos estar seguras es que nuestra historia no lucirá como pensábamos! Jesús trasciende los conceptos teológicos con los que nos sentimos más cómodas, nuestras preferencias de estilo musical y aun nuestro sentido común. Si seguir a Jesús no te desafía intelectual, emocional y socialmente, algo está mal. O bien lo estás siguiendo desde la orilla, sin adentrarte en el misterio de su bondad; o bien estás siguiendo a otro, un mesías falso, un ídolo. Como escribe Anne Lamott en Pájaro a pájaro : “Puedes estar seguro de que has creado a Dios a tu propia imagen cuando resulta que Dios odia a las mismas personas que tú”. Si Dios está de acuerdo con todas tus opiniones, todo el tiempo, algo está muy mal.
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