Cuando pienso en la idea de ser bendecida, me imagino una vida cómoda, con vacaciones, sol y playa. Sin embargo, Dios tiene una visión más penetrante. Él está mucho más interesado en desarrollar mi carácter que en proveerme una vida sin problemas. Si confío en él, Dios utilizará todas las cosas para bendecirme (Rom. 8:28).
Señor, por fe confieso que tú utilizarás todas mis circunstancias para bendecirme. Aunque no pueda entenderlo ni comprender los detalles, tú me bendices en todo.
22 de febrero
Agradecida en todo
“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (1 Tes. 5:18, NTV).
Becky Keife es mamá y escritora estadounidense. Tuve el privilegio de entrevistarla para charlar acerca de la maternidad y la gratitud. Becky tiene tres hijos varones: Noah, Elias y Jude. Luego de convertirse en mamá, Becky notó que a menudo se sentía completamente abrumada. “Me sentía sola e insegura. Me preguntaba si Dios se había equivocado al darme tres varones. Estaba convencida de que otra mujer haría un mejor trabajo que yo”, me confesó. Becky estaba tan agobiada que ya no sentía gratitud y felicidad, sino solo agotamiento. “Me di cuenta de que, aunque no me quejaba audiblemente, tenía diálogos internos muy negativos. Tenía un disco en mi mente que repetía: Esto es demasiado difícil. No tengo suficiente tiempo. No tengo suficiente energía . Tuve tres hijos en tres años y medio. Sentía que me había perdido a mí misma en las necesidades de los demás, que era una máquina de amamantar, lavar y cocinar”. Luego de reflexionar al respecto, Becky se dio cuenta de que su actitud era parte del problema. “La maternidad es difícil y desafiante; no quisiera minimizar esto. Pero tener una mentalidad victimista no ayuda para nada. ¡Nuestra actitud puede transformar completamente la experiencia!”
Entonces, Becky decidió comenzar a practicar la gratitud. No se dedicó a negar los desafíos ni a pretender que todo era perfecto, sino a apreciar la belleza del momento. “Comencé a agradecer por las sobras de la cena de ayer, así no tenía que cocinar hoy; por el perfume de mi bebé recién salido del baño... Y descubrí que a menos que bajara la velocidad y le agradeciera a Dios en el momento, el estrés del día me robaría estos detalles. Comencé a escribirlos en mi diario de oración, y con el tiempo la gratitud cambió mi vida”.
Becky se dio cuenta de que Dios la estaba invitando a dar gracias en los momentos más difíciles, a usar la gratitud como un arma de contraataque. Cuando se sentía cansada y no había dormido lo suficiente, Dios la invitaba a dar gracias por lo que sí tenía: un plato de comida. Cuando no tenía tiempo para responder a todos sus correos electrónicos, podía dar gracias por los dos que sí había logrado contestar. Cuanto más intencional era ella en su gratitud, más la llenaba Dios de gozo y energía, porque el “agotamiento es una oportunidad para experimentar el poder de Dios”.
Señor, cuando me sienta totalmente colapsada por las demandas del día o tentada a adoptar una mentalidad victimista, ayúdame a reducir la velocidad y apreciar las bendiciones del momento.
“Meditaré en la gloria y la majestad de tu esplendor, y en tus maravillosos milagros” (Sal. 145:5, NTV).
Lynette y yo estábamos en medio de una de esas conversaciones filosóficas. Hablábamos de cómo siempre parece que nos falta solo una cosa más para ser realmente felices. Sin embargo, cuando eso llega (el matrimonio, los hijos, la casa más grande, el mejor trabajo), después de un tiempo ya no nos alcanza. Como un espejismo, la felicidad se evapora. Pareciera que nuestras esperanzas corren más rápido que nosotras. Van kilométricamente adelantadas y nos llaman prometiendo que, si tan solo obtuviéramos esta otra cosa, entonces sí estaríamos realmente satisfechas.
En su libro Asombro , el pastor y autor Paul Tripp reflexiona acerca del peligro de familiarizarnos tanto con las cosas que tenemos que dejemos de notarlas y de sentir gratitud por ellas. Paul escribe: “La batalla, el gran peligro que acecha desde las sombras de la vida de cada persona, es la familiaridad. La familiaridad tiende a cegar nuestros ojos y adormecer nuestros sentidos. Lo que una vez nos producía asombro, ahora apenas capta nuestra atención”. Lo que Paul describe desde un punto de vista espiritual, también tiene un nombre científico: adaptación hedónica. Básicamente, luego de recibir una promoción, un auto nuevo o un regalo, nos sentimos mucho más felices. Sin embargo, una vez que ese asombro inicial se desvanece, tendemos a volver a nuestro nivel de felicidad inicial. La ciencia y la Biblia concuerdan perfectamente en cuanto a la solución a este problema: practicar la gratitud.
“Tu vida emocional siempre es una ventana hacia lo que ha capturado tu asombro”, agrega Paul. Muchas veces nos sentimos insatisfechas simplemente porque hemos perdido la capacidad para el asombro. Nos falta alegría y contentamiento porque hacemos listas mentales de todo lo que no tenemos, en lugar de enumerar todas nuestras bendiciones. Hoy te invito a vivir continuamente asombrada por el amor de Dios. Esto significa vivir “sabiendo que hay una historia más grande que mi pequeña historia personal. Significa que hay un reino más grandioso que mi pequeño reino, un plan mucho más grande y mejor que cualquier plan que yo tenga”. ¿No es esto suficiente como para agradecer?
Señor, hoy quiero volver a asombrarme por tu amor y tu gracia. Ayúdame a vivir estas 24 horas consciente de que tengo mucho más de lo que merezco: tengo un Salvador, tengo esperanza de vida eterna, y tengo la oportunidad de servirte aquí, en la Tierra. ¡Gracias, Señor! Tu bondad es asombrosa.
24 de febrero
Detalles enormes
“Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí” (Sal. 103:2, NTV).
Hay algunas cosas que me olvido de agradecer; bendiciones cotidianas que doy por sentadas, como la luz y el agua potable (hasta que hay un apagón o se corta el agua). Recientemente, Becky Murray, una misionera estadounidense que trabaja en Kenia, hizo que me diera cuenta de la importancia de tener acceso a productos de higiene personal. “En Bumala, la aldea en la que trabajo, comenzaron a desaparecer niñas. Al principio pensé que era por problemas familiares y que las niñas estaban escapando. Sin embargo, noté que todas las niñas tenían más o menos la misma edad”, me dijo Becky. ¿Qué estaba sucediendo? Las niñas comenzaban a desaparecer justo al terminar la escuela primaria. Sin acceso a productos de higiene personal, ellas faltaban a clases cuando tenían su ciclo (perdiendo así un cuarto de clases al año). Al terminar la primaria, las niñas simplemente no continuaban estudiando porque sabían que perderían demasiados contenidos. Entonces, comenzaban a buscar trabajo y los traficantes aprovechaban la oportunidad para engañarlas y secuestrarlas. Les prometían encontrarles trabajos en la ciudad como empleadas domésticas, cocineras o camareras, cuando en realidad serían explotadas en la industria del sexo.
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