Jesús nos mostró cómo debemos tratar a los niños. Extendió los brazos a los más pequeños y estos se subieron a su regazo, pidiendo una historia más. Respondía a las preguntas de los mayores y los asombraba con datos interesantes sobre el universo. Cuando sus discípulos quisieron alejar a un grupo de madres con sus hijos, los reprendió enérgicamente y les hizo señas a los pequeños para que se reunieran a su alrededor. Jesús enfatizar que valora a los niños tanto como a los adultos, y dio claras advertencias contra todo aquel que los maltratara. No permitas nunca que alguien te desprecie o te maltrate por tu edad. Según Jesús, el cielo se hizo para ti tanto como para los adultos.
4 de marzo
Carrera transcontinental a pie
“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia,y corramos con paciencia la carrera que tenemospor delante” (Hebreos 12:1, RVR 95).
¿Te gusta correr? ¿Te gusta ver a otras personas correr maratones? Una de las primeras carreras pedestres transcontinentales que se registraron en los Estados Unidos comenzó el 4 de marzo de 1928. Era una competencia de costa a costa que se extendía desde Los Ángeles, California, hasta el Madison Square Garden, en Nueva York. Un grupo de 275 corredores comenzó la carrera, pero solo 55 la terminaron. El recorrido llevaba a los participantes junto a ríos y montañas, a través de desiertos y de bosques. Tenía una longitud de 5.507 kilómetros y duró 84 días. El primer lugar lo ganó un indio cheroqui de Oklahoma, llamado Andrew Payne. Completó la carrera en poco más de 573 horas y cobró un premio de 25.000 dólares. Eso es mucho dinero hoy en día, y ¡era mucho más en 1928!: hoy eso representaría alrededor de medio millón de dólares!
¡Increíble! ¡Una carrera que se extendió por todo Estados Unidos! Si uno participara de una competencia así, tendría que correr, en promedio, unas siete horas cada día. Me gustaría pensar que podría hacerlo pero, probablemente, nunca lo lograría.
Hay otra carrera que todos podemos correr. Es una carrera que requiere resistencia. Y antes de empezar, debemos estar dispuestos a dejar de lado todo lo que nos frena. La carrera de la que hablo es nuestra carrera hacia el cielo. No tenemos que llegar antes que los demás; solo tenemos que llegar. Todos podemos ser ganadores, pero es una carrera contra el tiempo. Satanás sabe que no le queda mucho tiempo, y quiere que el mayor número posible de nosotros se fatigue, se desanime, se distraiga y abandone la carrera. Llevará a cabo cualquier plan nefasto que se le ocurra: engañarnos, desviarnos del camino, susurrarnos al oído tentaciones para que abandonemos.
Jesús, en cambio, quiere que todos ganemos la carrera. Él está con nosotros en la línea de salida, a cada paso del recorrido y en cada estación de descanso, y nos espera en la línea final. Si lo buscas sinceramente, lo verás correr contigo. Lo oirás susurrarte palabras de ánimo al oído, y también lo verás delante, pidiéndote que sigas sus pasos. Él quiere desesperadamente que alcances la meta y cruces la línea de llegada. El premio que te espera es una amistad eterna, cara a cara, con Aquel que nunca pensaría en dejarte correr solo.
5 de marzo
“Entonces denle al césar lo que es del césar y aDios lo que es de Dios” (Mateo 22:21, NVI).
Para muchos, la Navidad es la mejor época del año, con sus luces parpadeantes alrededor de las ventanas, los escaparates decorados y una actitud notablemente más agradable entre desconocidos. Para los cristianos, el aspecto más significativo de la Navidad es celebrar juntos la venida de Jesús a este mundo como un bebé. Aunque ahora sabemos que Jesús, probablemente, no nació el 25 de diciembre, muchos siguen considerándolo el motivo de la temporada. Sin embargo, no todos lo ven así, lo que nos lleva a la historia de hoy. El 5 de marzo de 1984, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que una ciudad o pueblo puede utilizar una escena de pesebre como parte de una exposición navideña. ¿Qué? ¿La Corte Suprema, el más alto tribunal del país, tiene que decirles eso a los ciudadanos estadounidenses? Llevamos siglos colocando escenas de pesebres para ilustrar la historia del niño Jesús en Belén, y la llegada de los pastores y los reyes magos. ¿Por qué un tribunal consideró necesario emitir un fallo al respecto? Es una buena pregunta.
Algunas personas en esa nación libre no creen en Jesús, ni en su encarnación y su llegada a este mundo. Se sienten incómodos con cualquier cosa que les recuerde que Dios existe y que los ama lo suficiente como para nacer entre ellos. Y por eso, intentan aprobar leyes que mantengan a Dios fuera de los lugares públicos. Si poner una escena de pesebre estuviera en contra de alguna ley, porque la mayoría lo elige así, entonces tendríamos que obedecer esa ley y seguir con nuestra vida. Si los “césares” de hoy pudieran ejercer ese tipo de poder, tendríamos que aprender a convivir con sus decisiones. Como dijo Jesús: “Denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. Pero, esto del pesebre no es cosa del César en absoluto. Es una cuestión personal. Alguien, en algún lugar, se siente más cómodo si no ponemos la tradicional exhibición de la escena del pesebre en un lugar público. Todos deberíamos estar a favor de la libertad de expresión, pero los derechos de la mayoría rara vez, o nunca, deberían estar controlados por los deseos de unos pocos.
Dios utiliza el gobierno para mantener el orden y la estabilidad en nuestras vidas públicas, y para regular nuestra relación con los demás en la sociedad; y la Biblia es clara en cuanto a que debemos obedecer a las autoridades del país. Pero, cuando ellos proponen leyes que contradicen directamente los principios bíblicos, siempre debemos obedecer a Dios antes que a los hombres.
6 de marzo
“Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado” (1 Timoteo 6:12, NVI).
¿Escuchaste alguna vez la frase: “¡Recuerden el Álamo!”? Tiene un buen sonido, ¿no es así? Bueno, en cuanto a historias, no tiene un final muy feliz; y cuando se lucha por una causa, muchas veces el resultado final es más importante que el evento en sí. Esta es la historia.
El 6 de marzo de 1836, un despiadado dictador mexicano llamado general Santa Anna atacó El Álamo, un pequeño fuerte en San Antonio, Texas. Mientras el general y su ejército de 3.000 soldados asaltaban la fortaleza, un pequeño grupo de 188 tejanos luchó valientemente para defenderla, deseando desesperadamente ayudar al territorio separatista de Texas a independizarse de México. Durante trece días, los tejanos intentaron mantener a Santa Anna fuera del Fuerte El Álamo, que había sido una misión católica. Sin embargo, en la oscuridad de la noche del 6 de marzo, el superior ejército mexicano finalmente escaló sus muros y atravesó sus puertas. Todos los que lucharon defendiendo de El Álamo murieron durante la lucha o fueron ejecutados al terminar la batalla. Algunos de los hombres renombrados que murieron fueron el coronel James Bowie, famoso por un cuchillo que diseñó, y Davy Crocket, un conocido pionero y congresista. Sin embargo, menos de dos meses después, el general Sam Houston dirigió otro ejército de tejanos y derrotó al ejército del general Santa Anna en la batalla de San Jacinto. Como te puedes imaginar, el grito de guerra del general Houston fue: “¡Recuerden el Álamo!”
A lo largo de los años de la historia de este mundo, Satanás ha guerreado contra el pueblo de Dios. La batalla fue en aumento hasta alcanzar un tono ensordecedor en una pequeña colina llamada Calvario. Allí, finalmente, el enemigo escaló los muros y pareció haber obtenido la victoria definitiva cuando el Hijo de Dios, cubierto de sangre y clavado en una cruz, inclinó su cabeza y murió. ¿Tenía el general enemigo la última palabra? No. Poco tiempo después, el Hijo de Dios resucitó de entre los muertos, derrotando a Satanás y sus fuerzas. Algún día, algunos de nosotros tendremos que renunciar a nuestros planes, a nuestra reputación o incluso a nuestra vida por haber elegido estar de pie junto a Jesús y luchar con él. Sin embargo, peleamos una batalla cuya victoria ya ha sido garantizada por nuestro valiente Héroe. Él lucha con nosotros y, al final, pondrá una corona de victoria sobre nuestra cabeza. El bien ganará. Hoy, junto con el pueblo de Dios en todas partes, alcemos el grito de victoria: ¡Recuerden el Calvario!
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