Es sorprendente pensar que Dios tiene estrellas tan, pero tan lejos. Y eso es solo una gota en el océano. Sabemos que Dios no tiene un día de nacimiento porque siempre ha sido. Y sabemos que disfrutó creando nuestra Tierra, porque cuando terminó la declaró muy buena. Por lo tanto, parece razonable creer que nuestro planeta no fue su primer proyecto, que su pasatiempo es crear cosas desde que existe, moldeando soles y planetas, organizando sistemas solares, y experimentando con diferentes modelos de galaxias. ¡Qué asombroso e infinito es él, en verdad, para diseñar y realizar todas estas obras maestras! Más fascinante aún es que podamos observar sus creaciones, que nos dejan atónitos e inspiran nuestra alabanza. Pero, lo más asombroso de todo es que nos da la oportunidad de ser sus hijos e hijas, y heredar el vasto universo que vemos a través de telescopios como el de Monte Palomar. Todo lo que debes hacer para convertirte en una hija o un hijo del gran Diseñador es invitarlo a entrar a tu corazón.
2 de febrero
El primer detector de mentiras
“Los labios mentirosos son abominables para Jehová, pero le complacen quienes actúan con verdad” (Proverbios 12:22, RVR 95).
¿Mentiste alguna vez y pensaste que nadie lo descubriría? Mucha gente lo ha hecho, especialmente los criminales, y Leonard Keeler supo que tenía una buena idea de cómo atraparlos en el acto. Mientras trabajaba en los laboratorios científicos de la Facultad de Derecho de la Universidad Northwestern, construyó una máquina llamada polígrafo, también conocida como detector de mentiras. El 2 de febrero de 1935, el detector de mentiras fue utilizado por primera vez en un caso judicial en el que dos hombres fueron acusados de agresión. Con la ayuda del detector de mentiras, ambos finalmente admitieron su culpabilidad.
A veces, las personas que son juzgadas y a las que se les pide que se sometan al detector de mentiras se ponen tan nerviosas que no pasan las pruebas aunque estén diciendo la verdad. Por otro lado, hay algunas personas que han aprendido a engañar a la máquina estando absolutamente tranquilas. Por eso, las pruebas del detector de mentiras ya no pueden utilizarse legalmente en los tribunales: son demasiado poco fiables.
Ser honesto es siempre la mejor norma. El carácter de una persona se mide por lo que hace cuando nadie mira. La Biblia está repleta de historias que revelan que la honestidad es la mejor política, la única que trae las bendiciones de Dios.
En un viaje a Egipto, Abraham le mintió al Faraón diciendo que Sara era su hermana cuando, en realidad, era su esposa. Tuvo la suerte de que no le costó ni su esposa ni su vida. David le mintió al sumo sacerdote diciéndole a Ahimelec que estaba atendiendo negocios para el rey cuando, en realidad, era un fugitivo que huía por su vida. ¿El precio? Ochenta y cinco sacerdotes fueron ejecutados por el rey Saúl, porque Ahimelec le había dado a David comida y un arma. Pedro mintió cuando le preguntaron si era discípulo de Jesús, y se arrepintió por el resto de su vida. Ananías y Safira ofrecieron donar todo el dinero de la venta de una propiedad a la iglesia primitiva. Sin embargo, mientras pretendían dar la cantidad completa, secretamente se quedaron con parte de las ganancias para ellos mismos, y murieron por su deshonestidad.
Aun peor que la mentira es el egoísmo que hay detrás de ella. Nuestro Dios es un Dios santo, y mentir para obtener beneficios egoístas va en contra de su carácter dadivoso. Él nos ama y quiere que disfrutemos de las recompensas de ser honestos y veraces.
3 de febrero
El primer papel moneda en el Nuevo Mundo
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan” (Mateo 6:19, RVR 95).
¿Has oído alguna vez la expresión “no vale el papel en que está impreso”? Quiere decir que lo que está impreso vale menos que el papel que se usó. Y este, a su vez, no vale mucho. Entonces, ¿por qué imprimir papel moneda si no vale nada? Buena pregunta. Evidentemente, la gente tiene fe de que, en algún banco en algún lugar, hay oro real respaldando el papel moneda que se está imprimiendo.
El primer papel moneda del Nuevo Mundo se imprimió en la colonia de Massachusetts el 3 de febrero de 1690. Había una guerra con Quebec, al norte, y la colonia necesitaba dinero para pagar a los soldados que estaban luchando. La colonia de Massachusetts creó su propio banco, imprimiendo solo dos billetes: uno de dos chelines y otro de cinco libras. Por supuesto, se trataba de dinero británico, ya que las colonias americanas aún formaban parte del Imperio Británico en aquella época.
Hemos recorrido un largo camino desde que ese primer papel moneda salió de las prensas de Massachusetts. Hasta finales del siglo XIX, no se imprimían muchos billetes porque los bancos utilizaban monedas de oro y plata para realizar transacciones. Pero ahora, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en Washington D. C. imprime millones de dólares en papel moneda cada día, y la mayor parte ni siquiera tiene oro como respaldo. Sin duda, “no vale el papel en el que está impreso”. Las denominaciones más comunes en dólares son 1, 5, 10, 20, 50 y 100. Sin embargo, en el pasado ha habido billetes de 500, 1.000, 5.000, 10.000 y 100.000. La mayor denominación de un billete de papel fue de un millón de dólares, pero se imprimió solo como un truco.
¿Sabías que no eres realmente dueño del dinero que tienes ahora en tu billetera o en tu cuenta de ahorros, ni siquiera de las monedas que tienes bajo los almohadones del sofá? Por mucho que hayas trabajado para ganarlos, todos son un regalo de Dios, un regalo para que lo administres por él. Confiar en estos objetos temporales que pueden oxidarse, quemarse, ser robados o evaporarse en la bolsa de valores no es una sabia estrategia de gestión financiera. Indica que confías más en los tambaleantes mercados financieros del hombre que en la sólida economía del Cielo. Dios ha prometido derramar innumerables bendiciones sobre ti por confiar en él como el verdadero Propietario, y sus promesas valen muchísimo más que el papel en el que están impresas.
4 de febrero
El primer presidente de los Estados Unidos
“Y el Señor le dio a Josué hijo de Nun esta orden: ‘Esfuérzate y sé valiente, porque tú conducirás a los israelitas al territorio que juré darles, y yo mismo estaré contigo’ ” (Deuteronomio 31:23, NVI).
George Washington era un hombre de verdad. Algunas personas piensan que no era muy diferente a ti o a mí; y que solo porque fue el primer presidente de los Estados Unidos, de alguna manera, ha sido inmortalizado y convertido en una leyenda. Pero, en realidad, fue una leyenda en su época, y aún hoy lo sigue siendo. Participó en las guerras indias y en la Guerra de la Independencia. Cuando demostró ser un general capaz, se le pidió que fuera comandante del Ejército Continental, y ayudó a las colonias a independizarse de Inglaterra como los nuevos Estados Unidos de América.
Una vez terminada la guerra, algunos sugirieron que Washington estableciera una dictadura militar para ayudar al país a recuperarse. Pero él no quiso hacerlo y, una vez finalizado el Congreso Continental, se retiró a dirigir su finca de Mount Vernon, en Virginia.
Sin embargo, fue llamado varias veces más para trabajar en asuntos de la nación. Había que redactar la Constitución de los Estados Unidos y los dirigentes decidieron que también había que añadirle una Carta de Derechos. En estas dos convenciones, Washington volvió a mostrar una inusual capacidad de liderazgo, y algunos empezaron a sugerir que fuera elegido presidente del nuevo país.
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