1 ...6 7 8 10 11 12 ...19 Habría de que resumir todo esto y el resumen es muy simple. Lo que yo procuro enseñarles, esto es, pensar con todas las ideas que se pueda, teniéndolas en cuenta todas, tomándolas como tendencias, en cada caso, equilibrándolas, adaptándolas, es muy fácil de comprender. Si es difícil de aplicar es, sobre todo, porque cuesta al espíritu humano libertarse de la impresión de abandono en que le parece encontrarse una vez que lo dejan libre.
Supónganse ustedes una generación de maestros de escuela formados única y exclusivamente con la teoría “naturalista”. Se les habría enseñado que hay un criterio absoluto: la vuelta a la naturaleza; y tendría reglas fijas, hechas, infalibles, que los llevarían, por ejemplo, hasta impedir que sus alumnos encendieran luces, porque alumbrarse con ellas no es natural. Supongamos que una persona de buen sentido aparece en esa escuela y les dice: “Señores, a ustedes los han acostumbrado a pensar mal. Indudablemente, hay que tener en cuenta la naturaleza y las indicaciones naturales; pero eso no es todo lo que hay que tener en cuenta, aunque no sea sino porque vivimos en condiciones que son en parte artificiales, en que lo que fue artificial tal vez se está convirtiendo en natural, en que no se sabe bien lo que es natural y lo que es artificial, en que tal vez estas palabras no tengan un sentido claro… y porque, a veces, lo artificial es bueno”; en fin, les enseñará a pensar: “Tengan ustedes en cuenta una y otra cosa: lo que es la naturaleza, lo que fue antes el hombre, pero también lo que puede ser, lo que debe ser y lo que quiere ser…”. Lo interesante es esto: que esos maestros se sentirían a primera vista como desamparados. “Bien, este señor nos quita nuestra regla; pero, y ahora, ¿qué hacemos?, ¿qué nos da en cambio?”. Si es difícil pensar como yo les recomiendo es porque es difícil libertarse de la impresión de que aquel a quien le quitan sistemas universales, o la costumbre de hacerlos, pierde algo. Lo importante es sentir entonces lo que se gana.
Apéndice
Ampliación y corrección al capítulo
“Pensar por sistemas y pensar por ideas
para tener en cuenta”
Creo que el texto hace efecto de que yo creyera y enseñara que pensar por sistemas es siempre malo. Debió explicarse bien en él que pensar por sistemas es malo en los casos en que no se debe pensar así. (Ese capítulo era el estudio de otro paralogismo más: “El paralogismo de falsa sistematización”; y este debió ser el subtítulo).
Hay casos en que pensar por sistemas es legítimo y conveniente. Y, sin refinar demasiado, los casos más comunes, por ejemplo, de las matemáticas o de la mecánica: para multiplicar enteros, para extraer raíces, para trazar una perpendicular o para hallar la superficie de un triángulo, se aplica una regla encontrada y establecida de antemano, y esta es precisamente la característica de pensar por sistemas, o sea aplicar en los casos particulares que se van presentando una regla de conducta general ya de antemano establecida. Razonar en cada caso, en ejemplos como esos, podrá ser útil de cuando en cuando para refrescar el razonamiento, para mejorar la comprensión, tal vez para impedir que los procedimientos se vuelvan demasiado reflejos (aun cuando esto último, desde otros puntos de vista, es en esos casos muy útil); pero ni es necesario, ni alterará el resultado. Y no solo en matemáticas y en mecánica se encontrarán los casos, sino en otras ciencias; especialmente entre las ciencias que tratan de la materia inerte; y también hasta para algunos hechos de la vida. No se puede decir de antemano cuáles sean esos casos, aunque abunden más en ciertos órdenes de conocimientos. Si en general se quisiera establecerlos, se diría que, en grueso, en esquema, se puede pensar por sistemas (esto es: es legítimo y conveniente hacer el raciocinio antes y una vez por todas, y en cada caso aplicarlo sin razonar de nuevo para ese caso), se puede pensar, digo, en esa forma allí donde, primero, se sabe todo, lo de hecho y lo de principio, esto es, cuando se poseen bien todos los datos de la cuestión, y todos los principios que han de ser aplicados; y segundo, cuando todo esto es puede combinar, integrar —diremos— en el sistema. (Podría ocurrir, entre paréntesis, lo primero sin que ocurriera lo segundo: en posesión de todos los datos y principios, podríamos ser incapaces de integrarlos, sea por la naturaleza misma de los hechos y principios, o de unos o de otros, o por impotencia especial de la nuestra). Pero esa manera de pensar por sistemas, o sea por razonamientos hechos de antemano, se va haciendo cada vez más difícil y peligrosa a medida que se trata de cosas más complejas; y en los órdenes de la moral y de la psicología, y en la literatura, en la filosofía, en lo social, y en muy amplio grado en lo práctico, entonces… lo del texto: esto es, los peligros de pensar por sistemas y la conveniencia de pensar por ideas para tener en cuenta y con ellas examinar cada cuestión y del modo más amplio.
Más completo aún lo anterior
La posibilidad de pensar convenientemente por sistemas se manifiesta en los casos en que se realizan dos condiciones: primera, saber todo, lo de hecho y lo de principio, y todavía poder integrarlo en un razonamiento general; y segunda, que los casos se repitan iguales, como ocurre, por ejemplo, en matemáticas. En esos casos es cuando puede razonarse una vez por todas y cuando hay pocos peligros, a veces ninguno, en aplicar ese razonamiento sin renovarlo para cada caso particular.
Habría el caso extremo opuesto: aquel en que los casos particulares fueran tan diferentes y contuvieran tanto de inesperado y supiéramos tan poco o nos fuera tan difícil integrar lo que sabemos que fuera imprudente todo razonamiento anticipado, y en que conviniera reservar, para cada caso particular, el razonamiento entero.
Ahora, entre esos dos extremos, está el más común en que se aplican sobre todo nuestros consejos para pensar por ideas para tener en cuenta, esto es: razonamiento previo sobre las tendencias de cada idea, ventajas e inconvenientes, etc.2; pero reservándonos siempre la complementación y corrección para cada caso particular.
Teniendo esto en cuenta se puede comprender y utilizar mejor el texto.
1Estamos prescindiendo de los espejismos de la ciencia…
2Un colega me plantea esta interesante sugestión: “pensar por sistemas para tener en cuenta”. Dejo el desarrollo al lector.
Falacias
Extractos de los caps. 1 y 8
Charles L. Hamblin
Fallacies. London: Methuen & Co., 1970. Newport News, VA: Vale Press, 2004.
Falacias. Traducción de Hubert Marraud. Lima: Palestra, 2016.
Capítulo 1
El tratamiento estándar
Habrá pocos temas más persistentes o que hayan cambiado tan poco a lo largo de los años. Después de dos mil años de estudio activo de la lógica y, en particular, transcurrida más de la mitad del más iconoclasta de los siglos —el siglo XX d. C.— las falacias siguen clasificándose, presentándose y estudiándose básicamente a la vieja usanza. La lista principal de Aristóteles de trece tipos de falacias de su Sobre las refutaciones sofísticas —el título latino de De sophisticis elenchis (del griego Περὶ tôv σοφιστικῶν ἐλέγχων) que ha hecho que a veces se las llame ‘sofismas’ y a veces ‘elencos’— sigue apareciendo, normalmente con una o dos omisiones y un puñado de añadidos, en muchos manuales de lógica. Aunque ha habido muchas propuestas de reforma, ninguna ha conseguido más que una aceptación temporal. Los contratiempos que sufrió el tratamiento de Aristóteles deben tanto a vicisitudes históricas irrelevantes como a las críticas de sus defectos. Así, aunque corriente en el mundo antiguo en Atenas, Alejandría y Roma, estuvo “perdido” en Europa occidental durante siglos del periodo monástico. Pero fue redescubierto con entusiasmo hacia el siglo XII, cuando empezó a ser parte del curriculum de lógica de las nacientes universidades. Desde entonces hasta nuestro siglo los manuales de lógica sin un breve capítulo dedicado a las falacias han sido la excepción. Y como durante la mayor parte de ese periodo todos los estudiantes cursaban lógica, el bagaje de los hombres de negocios europeos solía incluir una versión estándar de la doctrina de Aristóteles como una necesidad rutinaria en pie de igualdad con el conocimiento de la tabla de multiplicar. Bastantes, de hecho, escribieron tratamientos de las falacias: por lo menos un Papa, dos santos, multitud de arzobispos, el primer canciller de la Universidad de Oxford y un Lord Canciller de Inglaterra. La tradición ha demostrado en repetidas ocasiones ser demasiado resistente para los disidentes. En el siglo XVI Ramus encabezó un ataque contra Aristóteles negándose a considerar las falacias como un tema propio de la lógica, alegando que el estudio del razonamiento correcto bastaba por sí mismo para aclarar su naturaleza. Pero pocos años después sus seguidores ya habían reintroducido el tema y uno de ellos, Heizo Buscher, llegó a publicar un tratado titulado La historia de la solución de las falacias… deducida y explicada a partir de la lógica de P. Ramus1. Bacon y Locke también rechazaron el tratamiento aristotélico, pero solo para reemplazarlo por un tratamiento propio que a su debido tiempo se fundió con aquel. Aunque en el siglo pasado algunos de los lógicos de mentalidad más matemática, empezando por Boole, suprimieron el tema de sus libros, en aparente acuerdo con Ramus, se puede apreciar un reflujo.
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