Lidia Caro - Los años que no

Здесь есть возможность читать онлайн «Lidia Caro - Los años que no» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los años que no: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los años que no»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los años que no es todo lo que sí que ocurre cuando se evade el trauma de una violación volando 9.516 kilómetros para trabajar en un resort californiano. También es lo que va en el equipaje de vuelta a España: una depresión.
Esto es una novela fragmentada en el tiempo y acelerada hasta el accidente, con algo de activismo de batín contra la actual redacción del Título VIII del Código Penal, el relativo a los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales, con algo de amor y dependencia.
En este libro solo es ficción lo que es verosímil.

Los años que no — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los años que no», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Kike Taberner Kike Taberner es - фото 1 Kike Taberner Kike Taberner estudió en la Escuela de Artes y Oficios de - фото 2 Kike Taberner Kike Taberner estudió en la Escuela de Artes y Oficios de - фото 3

Kike Taberner

Kike Taberner estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia, licenciadose en el año 2000. Ese mismo verano comenzó a trabajar en el periodico Última Hora de Ibiza. En el año 2005 volvió a Valencia para trabajar en el Diario Qué hasta 2010. Desde entonces su carrera se ha desarrollado en diversos medios nacionales como El País , El Español o La Razón , en la actualidad lo hace en Valencia Plaza .

«Llevo desde el cambio de milenio haciendo fotos allí donde me dejan hacerlo, antes fui repartidor de pizzas, no me gustan las fotos torcidas y me gustaría jubilarme siendo bibliotecario».

Título original: Los años que no

Primera edición: enero de 2022

Corrección y maquetación: Editorial Barrett

© del texto: Lidia Caro

© fotografía de cubierta: Kike Taberner | kiketaberner.com

© foto de la biografía de Kike Taberner: Mer

© de la edición: Editorial Barrett | editorialbarrett.org

Comunicación y prensa: Belén García | comunicacion@editorialbarrett.org

ISBN: 978-84-18690-12-9

Publicación digital: @Booqlab

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Somos buenas personas, así que, si necesitas algo, escríbenos. No nos va a sacar de pobres prohibirte hacer unas cuantas fotocopias.

A Paula que me obligó a escribir A Bárbara y Kike que hicieron que no lo - фото 4

A Paula, que me obligó a escribir .

A Bárbara y Kike, que hicieron que no lo dejara .

A Gonzalo, que es impuntual adrede para que me dé tiempo a teclear .

Voy a hablarles de aquello que existe en el mundo y puede dar pie a una ficción: de la autobiografía, de la prensa, de la historia, de los textos de los demás. Insisto en que las barreras entre la crónica, las memorias, la autoficción y la ficción son inexistentes porque escribir es recordar y recordar siempre es un acto imaginativo .

Cambiar de idea . AIXA DE LA CRUZ

La verdad tiene estructura de ficción

JACQUES LACAN

PRIMERA PARTE

BA 4265 MAD картинка 5LAX

La máquina de vending no funciona. No hay café. Ni Dónuts, ni Doritos, ni galletas bajas en azúcares con fibra añadida. Un sándwich se ha quedado atrapado entre el dispensador y el cristal de la máquina. Su relleno, blancuzco con motas naranjas, se ha desparramado por el envoltorio de papel kraft y ha dibujado eclipses de mayonesa. Un niño de cinco años mete el bracito en el lugar en el que tendría que aterrizar el cambio del importe del sándwich, 4,99 euros. Su madre tiene la cara hundida en la pantalla del móvil, cambia de color según contesta a mensajes de Facebook o WhatsApp. Rostro azul, rostro verde. Tiene rasgos amerindios y pasaporte canadiense.

Tengo sed y hambre. Todos tenemos sed y hambre, pero los de seguridad no nos dejan atravesar el pasillo de cristal blindado que nos separa de una pequeña cafetería take away , en la que solo está la camarera, una ecuatoriana de cara redonda que da brillo a un grifo de cerveza reluciente.

La sed me escuece más que el estómago. Mi faringe es un domingo sin dormir en casa. Voy al aseo y formo un cuenco con las manos para beber del grifo. El agua de Barajas sale tibia, casi caliente, es agua de discoteca con aviones despegando y llamadas de megafonía.

En las puertas de embarque para los vuelos con destino a Estados Unidos hay tres controles de seguridad especiales. Si los cruzas, entras en un sector estepario sin duty free ni restaurantes de comida rápida.

No hay vuelta atrás. Llevamos dos horas y media de retraso, deberíamos estar abriendo cajitas de pasta con boloñesa, ensalada de patata y tarta de manzana, mientras una azafata nos ofrece otro bollo con mantequilla. Solo en los aviones los españoles comen mantequilla. Somos los pasajeros del vuelo de las 13:40 a Los Angeles International Airport, y nos estamos peleando por los únicos cinco enchufes que hay en la sala de espera contra los del Hartsfield-Jackson Atlanta de las 14:10.

Además de beber agua, he ido al váter. Cuando me he limpiado, no había sangre. De nuevo el papel higiénico en blanco. Es como presentarse a una oposición bien estudiada y olvidarlo todo de golpe. Llevo once, doce, trece meses sin tener la regla. Mi cuerpo —¿o es mi cerebro?— no quiere crear vida. Se enrosca en sí mismo y busca la sombra, hiberna. Cuando me subo los pantalones, hay un puño entre mi cadera y la cintura de la talla treinta y dos. Mi sangre no puede engendrar otra sangre. Mis entrañas son un acto tímido de subversión contra la vida. Solo sale sangre de mi cuerpo por un sitio, las rodillas. Es una sangre muerta, que supura por las costras que tengo sobre tres cicatrices distintas, todas en las rótulas. Cuando me agacho, me pellizcan y me ponen andares de vieja. La primera ronda de cicatrices fue en una escalera, la segunda en una bici, la tercera en un monopatín. Siempre caigo de rodillas.

Las escaleras

Rebusqué las llaves en el bolso. Se habían enredado con el cable de los auriculares y una servilleta negra arrugada que estaba húmeda por restos de cerveza y por el aceite de unas papas, que fue lo único que había cenado.

Txras una cháchara entre la llave del portal y la blindada de mi piso, conseguí abrir. Cuando la puerta advirtió con un chirrido que se iba a cerrar, una voz masculina a mi espalda dijo «vivo aquí».

Todo se oscureció. Me caí al suelo empujada por un hombre que pesaba bastante más que los cincuenta kilos a los que yo no llegaba. De hecho, en el Centro de Transfusiones no me permitían donar sangre.

Durante la milésima de segundo que tardó en cerrarse la puerta, rugió el edificio. El bombín selló la frontera entre el portal y el país rico, una de las calles más turísticas de Madrid, donde era sábado noche y la primavera abarrotaba los bares.

Me quedé paralela al suelo. Las líneas de las palmas de mi mano coincidían con las vetas de la madera sin barnizar del portal. El suelo era de pino viejo, barato, pardusco. El propio de una finca centenaria con una placa conmemorativa que nadie lee. Una vez vivió ahí un poeta del Romanticismo que también era político. Cuando murió, entró a vivir un torero de poca monta que apenas sabía leer. Ahora duermen turistas que salpican las escaleras de sangría. También vivía yo, en una buhardilla mal reformada.

Esa noche no había turistas subiendo y bajando esas maletas pequeñas que caben en el compartimento superior de equipajes de los aviones low cost . Ningún John, Ben o Paul vieron mis rodillas de las que goteaba una sangre oscura y densa. Ninguna Marie, Sophie o Rose vio la piel y la saliva que dejé en los escalones. No hubo testigos que vieron cómo me derrumbé por tramos: primero las rótulas, luego los antebrazos. Tras ellos, los codos, la barbilla y la frente. Después, como consecuencia de un movimiento brusco del hombre, la espalda, las corvas y los tobillos. Mis tobillos angulosos, punzantes como mis pómulos, chocando contra la nariz de tres escalones. Del escalón inferior se quedaron colgando mis bragas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los años que no»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los años que no» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los años que no»

Обсуждение, отзывы о книге «Los años que no» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x