Cuando le llegó su turno, se quitó el chándal y salió con su grupo para comenzar las pruebas. Le tocó en el mismo grupo que a Luis, aunque lo vio poco tiempo, lo justo para observar cómo desfallecía a los doscientos metros de carrera y los responsables le despedían como a alguien ya conocido, “seguramente sería algún amigo o familiar de alguien de la empresa”, - pensaba Rafa—, mientras corría la prueba de resistencia.
No le supuso mucho esfuerzo superar las pruebas físicas, ya que estaba acostumbrado a practicar deporte de forma habitual. Al finalizar toda la fase, despidieron a los que habían superado las pruebas con la frase “ya os avisaremos”. Se marchó sin saber qué criterios usarían para llamar a unos u otros, ya que evidentemente muchos de los participantes habían superado las pruebas.
En realidad le daba un poco igual, él había cumplido con el primer trámite y el resto no estaba en su mano. Como era habitual, fue directamente a casa de Diana para comer juntos. Mientras comían le fue contando las peripecias del día, con su particular toque de humor. Le habló de la cantidad de gente que optaba a las plazas vacantes, lamentablemente todas personas jóvenes, fiel reflejo del panorama laboral en esas edades. Le mostró su escepticismo cuando se refirió a los aproximadamente cien chicos, que al igual que él, habían superado las pruebas ese día. Se rieron al hablar del tal Luis, un poco “friki” (como así lo describió Rafa) al que se veía inapropiado para realizar funciones de Vigilante. Por lo que oyó, le permitían que fuese a cada convocatoria, ya fuese por amistad con alguien o simplemente porque el chaval vivía al lado y así se distraía un rato, a la vez que hacía algo de deporte que buena falta le hacía.
Ahora solo quedaba esperar a que volvieran a llamar, aunque sinceramente no tenía mucha esperanza. Era realista, sabía que muchos de los que se habían presentado provenían del mundo militar o tenían experiencia en el sector de la Seguridad, algo que Rafael carecía por completo. Como si de una oferta laboral más se hubiese tratado, ellos siguieron con su rutina de buscar trabajo diariamente, de aquí para allá a la espera de que en una de esas sonara la flauta.
La sorpresa fue que una semana después volvió a aparecer el cartero con otro telegrama, como un calco del anterior se volvía a convocar a Rafael en el mismo lugar y a la misma hora. Aquello empezaba a tener una continuidad que le sorprendió gratamente, al menos tenía una segunda oportunidad y aunque no quería forjarse ilusiones no pudo evitar que aflorara alguna que otra esperanza. De nuevo se presentó a la hora indicada, lo más llamativo era que el número de participantes había bajado considerablemente. Como mucho serian cincuenta personas, las que siguiendo indicaciones del responsable asignado por la empresa, montaron en un autocar que estaba estacionado en la puerta.
Les llevaron hasta un edificio no muy lejano, una vez dentro fueron distribuyéndolos en dos aulas donde durante cinco horas realizaron todo tipo de exámenes escritos, pruebas culturales, test psicotécnicos etc. Al finalizar, los devolvieron al lugar de encuentro y de nuevo los despidieron con “ya os avisaremos”. En esa ocasión con tanto examen, Rafa terminó bastante más cansado que la semana anterior, aunque lo peor fue pasar otro con Diana, que le preguntaba una y otra vez sobre las respuestas que había dado sobre esta o aquella cuestión. Se empezaba a notar que afloraban los nervios por su parte, de nada servía que Rafa intentara quitarle los ramalazos ilusionantes por si acaso aquello no cuajara, le era imposible sobre todo porque él también estaba algo nervioso. Después de la segunda convocatoria, a diferencia de las anteriores, estuvieron pendientes de la tercera llamada, la importante y definitiva. La entrevista personal era la que alguien decidía, según su criterio, si entraba o no en el Instituto de Formación, de nada valía lo anteriormente realizado, todo dependía de una persona.
Diana se ocupó durante esos días de instruir a Rafa, le corrigió defectos y se preocupó personalmente de prepararle a fondo sobre algo que controlaba bastante bien. A su novio, había veces que le sacaba de quicio, en otras ocasiones le entraba la risa, sobre todo porque lo más importante era que lo llamaran, una cuestión que no tenía nada claro. A su novia se lo repetía insistentemente, aunque poco efecto producía en Diana que dado su carácter previsor prefería tenerlo atado, por si acaso.
A pesar de las dudas de Rafael, volvieron a convocarle, en esa ocasión con dos diferencias respecto a las anteriores, lo citaron a través de llamada telefónica y la entrevista seria por la tarde. Los nervios de Rafa se dispararon, nada más colgar el teléfono llamó a Diana para comunicarle la noticia. Aunque ella también se sentía algo nerviosa, intentó calmar a su novio dando apariencia de tranquilidad, le transmitió confianza, una confianza que solo ella conseguía que calara en ese carácter inquieto y vigoroso.
Al día siguiente, después de comer se dirigieron a la oficina. Ambos montaron en el viejo Seat 124 que con muchas penurias acababa de comprar Rafa; aunque le salió muy barato, nunca habría podido sin la ayuda de su madre. Después de echar gasolina (gracias a la aportación económica que hicieron sus futuros suegros), salieron con mucho tiempo de antelación, sobre todo porque no confiaban demasiado en la capacidad de ubicación de Rafael y su brújula defectuosa de serie. Inexplicablemente, para él, consiguieron llegar a la primera sin perderse, seguramente por la importante ayuda que hizo Diana para no salirse en ningún momento del itinerario, lo que motivó que fuesen los primeros en entrar y esperar en una sala completamente vacía. Era lo que le faltaba para sus nervios, ni siquiera su novia podía tranquilizarlo, era imposible centrarlo en la entrevista o al menos que se mantuviese sentado o simplemente quieto. El mayor miedo que tenía Diana era que aflorara el “otro” Rafael, pues podía ser altamente contraproducente. Dependía ampliamente del carácter del entrevistador, de su percepción, pues podría verlo de una forma totalmente opuesta a lo que intentara demostrar su novio ante una espontaneidad descontrolada. De ahí su interés en marcarle un guion establecido, con respuestas al uso sin extenderse demasiado, cuestiones que sabía a ciencia cierta que no tenía controlados, pues si alguien conocía a Rafa era ella.
Poco a poco fue llenándose la sala de espera, algunos venían acompañados de sus parejas, aunque la mayoría venían solos. Rafa por fin se sentó para contar los candidatos, quince en total, todos oscilaban en torno a los veinticinco años, año arriba o abajo, físicamente similares, de estatura media-alta, correctamente vestidos y de apariencia agradable. Al rato subió el primero, haciéndole pasar sin tener en cuenta el orden de llegada; no tardó más de cinco minutos en bajar, después otro y otro, con unos intervalos máximos de quince minutos, algo que escamó a Rafael. Se lo comentó a Diana, aunque ésta restó importancia al tiempo que dedicaban a cada uno. Volvió a centrarse en Rafael dándole unas últimas consignas, consignas que no escuchó. Cuando solo quedaban dos personas esperando, le tocó el turno, subió las escaleras y le dirigieron hacia una mesa donde le esperaba un señor de mediana edad, con cara algo cansada, gafas en la mano y rodeado de papeles. Le invitó a sentarse y comenzaron a hablar.
En ese momento, Diana estaba más nerviosa que Rafa, sobre todo cuando veía pasar el tiempo y éste no bajaba, empezó a imaginarse a su novio cometiendo todos los errores que tanto había trabajado para evitarlos, sobre todo lo de hablar en exceso o establecer una conversación como si conociese de toda la vida a la persona que tenía frente a la mesa. Esta teoría iba tomando fuerza cuando pasaban los minutos, casi el doble que el candidato que más tiempo había estado. Por otro lado intentaba ver el lado positivo, quizá le había caído bien al ver en su salsa a Rafael, porque si algo tenía claro es que el “otro” Rafael, inevitablemente había salido a escena.
Читать дальше