Cuando había pasado un plazo lo suficientemente amplio para obtener una contestación a la carta que envió por correo y no recibir respuesta, decidió enviar una nueva carta, haciendo gala a su testarudez. En ella pedía por favor, que le contestaran de forma positiva o negativa, pero que le contestaran. A Diana no le terminaba de convencer la redacción que usó Rafael en esa segunda carta, pero ante la obstinación de su novio terminó aceptando que lo hiciese a su manera, al fin y al cabo como había dicho unos días antes, no tenía nada que perder. En el fondo comprendía a su novio, ella también estaba un poco harta de que por todos lados por donde iban, solo recibían la típica frase “ya le avisaremos”, algo que nunca se producía, porque avisar o llamar nadie lo hacía.
La sorpresa para Rafa fue que tres días después sí llamaron, y no para dar largas o entrevistarse con alguien, sino para entrar directamente en un proceso de selección. El aviso llegó en forma de “telegrama” que recogió su madre y de forma inmediata, picada por la curiosidad, le preguntó a su hijo sobre ese tipo de trabajo al que estaba optando. Poco le pudo explicar, simplemente porque ni él mismo tenía información que pudiese contar, no obstante solo hizo falta que le nombrara la palabra uniforme, para que se activaran todas las alarmas en ella. Automáticamente, intentó convencer a Rafa para que desistiese buscar ese tipo de trabajos que tan malos recuerdos le traía. Para su madre todos los uniformes representaban lo mismo, de nada servía que su hijo le hubiese explicado la diferencia que pudiese existir.
– ¿Por telegrama te avisaron, papá? – Algo sorprendido, intentando ubicarse en ese momento.
– Sí. ¿Sabes qué es?— Con tono algo burlesco.
– Claro que sí, pero me suena a algo casi prehistórico. — Siguiendo el tono burlesco de su padre.
– Claro hijo, es que tu padre es casi prehistórico. — Ofreciéndole una sonrisa.
– No te quejes, que estás hecho un chaval. — Devolviéndole la sonrisa.
– Gracias por lo que me toca. Hay que decir que tu generación no es muy consciente de cómo ha cambiado el tema de las comunicaciones en poco tiempo. — Aprovechando la coyuntura para hacer un pequeño repaso histórico.
– La verdad es que cuando me empiezas a hablar de cartas enviadas por correo, sellos, telegramas etc. tengo que hacer un esfuerzo para ponerme en situación. — Con interés, reflexionando sobre lo que había avanzado las comunicaciones en tan poco tiempo.
Rafael se dirigió al día siguiente a la dirección indicada en el telegrama, con ropa deportiva tal y como le señalaron. “Bastante temprano para tener entrevistas”— pensó—, con gran dosis de curiosidad por lo novedoso que le resultaba ese tipo de oferta laboral. No tardó en encontrar el lugar, ya que era bastante llamativa la inmensa cola que se había formado en la calle, una cola que se encontraba pegada a la acera y que comenzaba en el número de la calle que buscaba. Todos eran hombres, también iban todos vestidos con ropa deportiva o con bolsas de deporte en la mano, lo que confirmaba que estaba en el lugar correcto. A pesar de llegar muy pronto, le impactó el gran número de personas esperando, a su modo de ver demasiada gente. Empezó a ver aquello con escepticismo, un escepticismo que se agravaba paulatinamente al no dejar de llegar candidatos.
– Hola, me llamo Rafa, supongo que todos estamos aquí para lo mismo. — Intentando establecer conversación con el chico que había delante.
– Hola, soy Luis. Sí, vamos a ver qué tal se me da esta vez. — Con aspecto nervioso y ausente.
– Ah, ¿Pero ya has estado antes? – Sorprendido al comprobar que no era la primera vez que se seleccionaba personal en esa empresa.
– Sí, es la tercera vez este año. — Mirando al infinito.
– No sabía que esta empresa hubiese ofertado antes más puestos de Vigilante. Entonces ¿Ya tienes experiencia? - A la espera de conseguir algún tipo de información adicional del veterano.
– La verdad es que sí, pero no consigo hacer los tiempos que exigen. — Sonriendo pero sin dejar de estar nervioso, sin parar de moverse.
– Yo vengo por primera vez y no tengo ni idea de lo que va esto. — Esforzándose en sacarle algo más de dos palabras.
– Pues nada, ahora nos llevaran a una sala grande y nos lo explican. Lo habitual es salir a una explanada, aquí cerca, donde tenemos que correr varias distancias en unos tiempos marcados. Si las superas, pues a hacer otras cosas. — Muy agitado y sudoroso.
– ¿A qué otras cosas te refieres? – Con curiosidad, intentando aprovechar la dinámica conversacional de Luis.
– Pues no lo sé, porque en la carrera de fondo siempre me tiran y me marcho a casa. — Esbozando una sonrisa absurda.
Un tipo extraño - pensó Rafa—, sin llegar a entender cómo lo habían llamado en tres ocasiones. De forma evidente se veía un chico con un sobrepeso bastante llamativo, sin mencionar una capacidad intelectual que resultaba como mínimo sospechosa. Rafa, al darse cuenta de la incomodidad que le producía hablar, decidió hacerle un favor y dejar de conversar con él.
No dejaba de crecer la fila, perdió de vista la cola al dar la vuelta a la esquina, “seguramente habrá más de doscientas personas”— mascullaba Rafa—, y solo veintitrés plazas, por mucho que lo pensaba no le salían las cuentas. La estadística le estalló cuando escuchó hablar a un grupo justo detrás de él, donde uno de ellos explicaba que ese viernes era el último día que citaban candidatos, pero durante toda la semana había estado igual de concurrido. Lo que le faltaba a Rafa después de oír aquello, si pensaba que sus opciones eran bajas, en ese momento lo veía como algo prácticamente imposible. A punto estuvo de marcharse, pero se acordó de Diana y decidió continuar para ver qué pasaba, total, no había nada que perder.
Al rato los hicieron pasar a una especie de gimnasio donde había dos personas que se ocuparon de organizar e informar sobre el proceso de selección. De forma resumida, explicaron que se trataba de realizar una serie de pruebas físicas, unas pruebas que consistían básicamente en correr varias distancias, realizar una serie de saltos, además de un número determinado de flexiones en suelo. Por último (si se superaban las pruebas anteriores) se les tallaría, exigiendo una estatura mínima de 1,75 m. Tras exponer ese último requisito, Rafael observó cómo unos cuantos de los presentes abandonaron la sala y aunque no les prestó demasiada atención, saltaba a la vista que no cumplían con el último requisito. Una vez que salieron de la sala y el grupo menguó levemente, continuaron informando de forma sencilla y rápida sobre el proceso de selección. En pocas palabras y sin dejar de mirar el reloj, les hicieron saber que a los que superaran las pruebas se les volvería a llamar en el plazo de una semana para realizar una serie de exámenes culturales y psicotécnicos, a su vez, los últimos seleccionados también en el plazo de una semana, se les citaría de nuevo para pasar una entrevista personal.
Todo aquello para “cribar” a los veintitrés candidatos, futuros Vigilantes Jurados, que ingresarían en el Instituto de Formación propiedad de la empresa, para su adiestramiento. La cosa no parecía que fuese de un día para otro, había que andar un camino de semanas o meses, demasiado tiempo para el carácter poco paciente de Rafa. Algo parecido debieron de pensar casi un tercio de los allí reunidos, que de forma inmediata se marcharon. Rafael estuvo tentado de irse con ellos, pero después de pensarlo unos segundos, valoró todos esos filtros de forma positiva, pues si algo demostraba esa empresa era que le importaba la formación de sus futuros Vigilantes. Las dudas se desvanecieron en unos segundos, no porque de repente se llenara de paciencia, sino porque por encima de todo estaba su orgullo, un orgullo que impedía decirle a su novia que al menos no lo había intentado.
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