CAMPOS Y CAMPOS DE FUERZA
Volvamos a ese café de Berlín en 1930. El momento eureka de Lewin surge cuando percibe una especie de burbuja invisible alrededor del mesero, un “espacio vital”, o “campo”, como lo llamaría más tarde. 7Éste consiste en las propias fortalezas y debilidades psicológicas del mesero, lo que sucede en su entorno y las formas en que él responde al entorno y el entorno responde a él. Lewin creó una fórmula para estos campos: C=ƒ (P, E), lo que significa que el comportamiento (C) es una función (ƒ) de una persona (P) y su propio entorno (E). Ésta fue una fórmula radical para la época, la cual desafió el modelo de estímulo-respuesta que en ese entonces era popular. Para Lewin, los seres humanos no sólo eran organismos motivados a la acción únicamente por recompensas y castigos externos. Eran “personas” con vidas internas, pensamientos, esperanzas y temores, con la capacidad de afectar su entorno (y no sólo ser afectados por él). Por lo tanto, Lewin vio que nuestro movimiento hacia las metas está dirigido por pensamientos, fuerzas y emociones dinámicas que cambian dependiendo de nuestra interacción con el ambiente que nos rodea.
Esto también fue una divergencia del psicoanálisis, 8el otro gran método de aproximación a la psicología humana, que consideraba que el comportamiento reflejaba personalidades formadas por preocupaciones neuróticas e impulsos reprimidos, y no estaba tan enfocado en cómo las personas negocian los cambios reales de la vida cotidiana. Lewin afirmaba que nuestro movimiento hacia las metas en parte es una reflexión de nuestro estado actual, en vez de estar basado estrictamente en rasgos psicológicos. Lewin decía que la situación actual importa; un dicho que moldeó la psicología social moderna. ¿Cuántos psicólogos se necesitan para cambiar un foco? La respuesta: Depende de la situación .
Sentado en el café, Lewin postuló que la memoria del mesero sobre los platillos que ordenó cada comensal dependía de un campo psicológico, el cual estaba conformado por el deseo del mesero de hacer un buen trabajo, las exigencias generales de su labor y la tarea específica ante él (por ejemplo, llevar milanesas, estofado y cerveza pilsner a la mesa ruidosa de psicólogos). El comportamiento del mesero, su impresionante memoria y su igualmente notable olvido después de que se pagara la cuenta tenían sentido al considerarse en términos del campo de acción: la persona que es (un mesero) y la situación que está negociando (llevar comida a las mesas). Esto es una Gestalt del “mesero” y crea la tensión, que provoca el mejoramiento de la memoria, de la discrepancia entre la orden de comida y bebidas, y la entrega de la cuenta. Para ponerlo de otra forma, no hay tensión entre tomar la orden y recordarla sin que el mesero realice las responsabilidades de su trabajo.
Pero ¿qué sucede cuando cambia el campo?, ¿qué ocurre cuando el mesero, llamémoslo Fritz, cambia su rol y las metas de ese nuevo rol salen a relucir? Supongamos que Fritz también es uno de los estudiantes de Lewin, y al ver a su profesor y sus compañeros de clase entrar al café, pasa de ser un mesero muy ocupado a un estudiante muy entusiasmado. Fritz se sienta con sus compañeros de clase y ordena alimentos (atendido por otro mesero) y los pedidos no son registrados por Fritz para nada. Su mente está en la teoría de vectores y campos psicológicos, y no en la cantidad de cervezas. Puede que él ni siquiera recuerde qué ordenó ninguno de sus compañeros porque está, literalmente, “fuera de ese campo de acción”. El estado mental de Fritz cambia tan sólo con quitarse el delantal y sentarse con sus compañeros de clase, y ahora está involucrado en metas distintas.
Pero una vez que Fritz se vuelve a poner el delantal, de hecho no tiene garantizado que recordará todas las órdenes. En su campo no sólo hay fuerzas que lo mueven hacia sus metas, sino también resistencias que le impiden llegar.
Para Fritz, los vectores de avance que lo ayudan a recordar son su necesidad de un empleo remunerado, su deseo intrínseco de complacer a sus clientes, su habilidad de recordar mentalmente cosas diversas e incluso complicadas, la taza de café fuerte que concentra su atención y su deseo de obtener una buena propina. Todos juntos, estos vectores de avance entran en la tensión entre recordar las órdenes de los comensales y recolectar sus pagos. Lewin llamó fuerzas motrices a la suma de estos vectores positivos que mantienen a Fritz enfocado en su meta.
En coexistencia con estas fuerzas motrices se encuentran cosas que obstaculizan a Fritz, muchas de las cuales también lo limitan en la tarea de ser un buen estudiante: acaba de recibir noticias terribles de casa, se pegó en la cabeza la noche anterior, hace poco su jefe lo evaluó de forma mediocre, está preocupado por la noticia de una situación política alarmante, o sólo amaneció con menos memoria. Lewin llamó a estas situaciones lastres e influencias negativas que restringen las fuerzas. Cuando mides la magnitud de las cosas que evitan que una persona alcance su meta, contemplas estas fuerzas. Las fuerzas restrictivas son el motivo por el cual no podemos alcanzar nuestras metas con un chasquido. Si no hubiera cosas que nos restringen, no habría ninguna tensión y obtendríamos lo que queremos sin esfuerzo alguno.
Para comprender cómo alcanzamos las metas, Lewin desarrolló el análisis del campo de fuerzas ( figura 1). Para él, el comportamiento de una persona existe en una dinámica (estado variable) entre las fuerzas motrices hacia una meta y las fuerzas restrictivas que obstruyen el camino de una persona hacia su meta.
La imagen que Lewin pintó es como esos juguetes de fiesta: soplas por el tubito y la pelota se eleva. Mientras tu respiración sea pareja, la pelota se mantiene en un solo lugar, flotando sobre el tubito, entre la fuerza motriz de tu respiración y la fuerza restrictiva de la gravedad. Para Lewin, los humanos sólo pueden alcanzar sus metas cuando la fuerza restrictiva se debilita o cuando la fuerza motriz se fortalece.
En realidad, esta idea de campo de fuerza no es invención de Lewin. Fue sir Isaac Newton 9quien planteó que “un cuerpo en reposo permanecerá en reposo, y un cuerpo en movimiento permanecerá en movimiento, a menos que sea afectado por una fuerza externa”. Lewin reconoció que estas leyes fundamentales no sólo afectan las manzanas que caen de un árbol, sino también a los humanos que se esfuerzan por estar mejor.
Figura 1
En este momento estoy sentado en una silla escribiendo. El motivo por el cual no me hundo en el suelo ni floto en el espacio es la tensión entre la masa y la gravedad. Yo soy la pelota sobre el tubito. Ya sea en la Naturaleza o en el espacio complejo llamado psique humana, la inercia es dinámica. Dejamos de ser cuerpos en reposo cuando cambia la potencia compensatoria de las fuerzas motrices y restrictivas.
A veces tus fuerzas motrices son tan intensas que logras una meta con rapidez, pero a veces tus fuerzas restrictivas evitan que la consigas. Otras veces, una de las fuerzas es muy débil y no requiere mucho esfuerzo para que la fuerza compensatoria la empuje en una nueva dirección. Tu estado en relación con la meta siempre es el punto exacto donde se encuentran ambas fuerzas.
¿Alguna vez has manejado en una autopista en una gran ciudad? Hay embotellamientos todo el tiempo. Así que aunque estés muy motivado para salir a tomar unos tragos, eso no significa que llegarás con tanta facilidad como crees. Por fortuna, tienes fuerzas internas que contribuyen al ímpetu de tu movimiento de avance; por ejemplo, tus habilidades para conducir, tu buena actitud y un navegador gps como Waze. Pero también hay cosas poderosas que te frenan, y su fuerza te empuja en la dirección contraria a donde quieres ir: el que va como tortuga en el carril de alta velocidad, tu tendencia a ignorar el gps hasta que te pasas la salida, el hecho de que la hora pico haya bajado la velocidad de 100 kilómetros por hora a unos temibles 15 kilómetros por hora. Ése es tu estado ahora mismo, determinado por el choque de las fuerzas motrices y restrictivas.
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