La manera en la que nuestros padres nos enseñaron a enfrentar los conflictos influye en nuestra interpretación futura
Los aprendizajes que tuvimos de estas situaciones dependen en gran medida de cómo nuestros padres interpretaron en su mente la situación, como la dramatizaron, que hicieron con ella, y cómo nos la transmitieron.
No es lo mismo haber tenido una madre que fue criada en un ambiente de una educación religiosa estricta, en donde todo era culpa y pecado y en donde toda persona que hiciera algo fuera de las normas de Dios era un ser despreciable y malo, que una madre sin una educación tan estricta. En el primer caso, un error cometido por nuestro padre como puede ser una infidelidad, puede ser juzgada duramente como un pecado imperdonable, y venir acompañada de reacciones de odio y resentimiento de nuestra madre hacia él, situación que causa mucho sufrimiento en los niños. En el segundo caso la situación puede ser vivida de una manera mucho menos dramática y esta madre no transmite a sus hijos odio, ni tanto sufrimiento, sino que admite que las personas pueden cometer errores porque todos estamos en un proceso de aprendizaje y tenemos derecho a ello.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las situaciones no necesariamente influyen de la misma manera en todas las personas, como dije anteriormente.
Puede ser que una situación dolorosa pueda hacernos reflexionar y tratemos de evitar repetirla y a partir de ello busquemos respuestas que nos lleven a ser mejores personas, cuando por el contrario si no tuvimos experiencias dolorosas puede que nos quebremos emocionalmente ante el primer conflicto que tengamos, o también podemos sentir mucha culpa por nuestros posibles fracasos.
Es muy importante reflexionar sobre nuestro pasado, analizar cómo vivimos e interpretamos las situaciones que nos tocaron vivir y ver si estas experiencias están influenciando negativamente en nuestras relaciones actuales. Si es así, debemos hacer algo con ello, sanarlo y transformarnos en el proceso, ya que de lo contrario lo voy a volcar en mis relaciones.
Dicho esto, tenemos que entender que debemos buscar tener relaciones sanas, pero no juzgarnos a nosotros mismos ni juzgar tanto al otro si nuestra pareja no es lo que nosotros imaginamos que sería. Buscar ayuda si es necesario y tomar las decisiones que creemos que son las mejores para todos, pero sin temor a equivocarnos y sin culpas, ya que realmente no sabemos si eso que nos esta pasando en este momento va a tener consecuencias positivas o negativas en nosotros o nuestros hijos. Como no lo sabemos, lo mejor es hacer lo que consideramos más sano y aprender a estar en paz con dicha decisión y con nosotros mismos.
Aprendemos a sanar nuestras heridas al relacionarnos con los demás
Lo que se puede observar en general, es que toda historia de nuestro pasado que no haya sido sanada y por la cual siga habiendo en nosotros una emoción de injusticia, bronca, ira o una gran tristeza con un juicio añadido; va a volver a repetirse en nuestras vidas.
Esto no es por castigo, si no que es una oportunidad que nos da la vida para volver a pasar por lo mismo y esta vez aprender la lección que esta experiencia nos traía. Esa lección puede ser un aprendizaje para nosotros mismos, ya que hay algo de nuestra personalidad que debemos modificar, o simplemente debemos aprender a dejar ir ciertas emociones negativas que están repercutiendo negativamente en nosotros.
Una niña tuvo un padre muy autoritario, en su casa para todo había horarios estrictos, estructuras y se hacía todo lo que él decía, porque si no era así, este golpeaba a los hijos y los dejaba sin cenar. El cerebro de esta niña aprendió que para poder sobrevivir en dicho ambiente se tenía que portar bien, se tenía que callar la boca y no podía expresar sus ideas, deseos ni desacuerdos, porque si lo hacía, corría riesgos muy grandes. Por este motivo desarrolló una personalidad muy sumisa, obediente y se acostumbró a ella y hoy esos rasgos de personalidad continúan en ella. Cuando alguien le dice que se describa a sí misma esta persona dice: soy una persona tranquila, muy estructurada, hago las cosas bien y cumplo con mi trabajo. Si su personalidad no está en equilibrio y por ejemplo es demasiado sumisa, va a atraer a su vida al polo opuesto, como por ejemplo, puede que tenga un jefe también muy autoritario, que le haga hacer horas extras y no le pague, que le grite y quizás la maltrate. Esta mujer al haber desarrollado una personalidad sumisa no va a poder hacerse respetar, no va a poder ponerle límites a su jefe hasta que la situación se vuelva insostenible. Puede que esta persona llegue quizás a enfermarse o perder a su pareja por los abusos de horarios del jefe o por el estrés que vive a diario y que repercuten en ella. En ese momento es que esta persona puede tomar dos caminos:
OPCIÓN 1: culpar a su jefe por ser abusivo y poner en él la responsabilidad de haberse enfermado o haber perdido a su pareja y sentirse una víctima de la situación, creer que tuvo mala suerte de que le haya tocado ese jefe y decir que ella siempre fue buena e hizo todo bien. En este caso asume un rol de víctima pasiva y no aprende nada de la situación vivida.
OPCIÓN 2: Puede darse cuenta de que su jefe es una persona abusiva, pero que si ella se hubiera hecho respetar y hubiese podido poner límites desde un comienzo quizás las cosas no hubieran escalado hasta volverse insostenibles. En este caso la persona puede ver que ella tuvo parte de la responsabilidad de lo que pasó, puede analizar y reflexionar que su personalidad está en desequilibrio, que es muy sumisa, que no se ama ni se respeta a sí misma. Puede incluso rastrear de dónde aprendió a ser así y se dará cuenta que fue una solución que le dio su cerebro para que pudiera sobrevivir durante su infancia con un padre muy autoritario, y que esta actitud se volvió automática en ella. Ahora deja de sentirse una víctima y se da cuenta que con toda esta situación aprendió algo, aprendió que su personalidad estaba desequilibrada y que debe hacer algo con ello, ella misma o buscar ayuda. Ahora deja de sentirse víctima y emprende un camino de autoconocimiento y autosanación el cual nunca hubiera sido posible si la vida, energéticamente, nunca le hubiera atraído a su polo opuesto para que ella pudiera aprender de la situación y darse cuenta de las cosas que en sí misma debía trabajar.
¿Qué pasa entonces con el jefe?
Al jefe por su parte no le quitamos ninguna responsabilidad, porque él también evidentemente está en un desequilibrio, en un exceso de autoridad y seguramente debe aprender a respetar a las demás personas, a no creerse más que nadie y a equilibrar su egocentrismo.
Pero si la persona sumisa sigue en ese estado y nunca se anima a enfrentar al jefe y decirle que no está actuando bien con ella, el jefe va a seguir tratándola mal y la situación se perpetúa en el tiempo sin ningún cambio ni aprendizaje para ninguno de los dos. La situación solo puede cambiar cuando alguno de los dos se de cuenta que están actuando en automático y en desequilibrio, como resultado de sus aprendizajes pasados, pero ambos tienen que analizar y reflexionar sobre su comportamiento.
Este ejemplo se puede aplicar de la misma manera a una pareja.
Lo que juzgamos se repite
Además de modificar y equilibrar nuestra manera de expresarnos en el mundo, las experiencias que calificamos como “negativas” también se repiten para que podamos sanar nuestra percepción, nuestros juicios y con ello convertirnos en personas mas evolucionadas y conscientes.
El objetivo del universo o Dios, para quienes les guste usar esa palabra, es que evolucionemos hacia el amor y la comprensión, que vayamos hacia la unidad en lugar de hacia la separación, hacia la sanación, en lugar de hacia el conflicto perpetuo y continuo en el cual pareciera que le gusta vivir a la humanidad.
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