De todas formas notó cierta inquietud en Borges, que en casi todo el encuentro se mantuvo en silencio.
Tiempo atrás Hamilton había tenido largos diálogos con Borges, quien más de una vez le pidió un consejo legal por unos temas de herencia familiar en los que su hermana había contratado a otros abogados.
Como Borges no confiaba en ellos recurría al consejo de Hamilton. Sumado a ello, Sergio había tenido un serio problema de salud y en esas conversaciones dialogaban mucho al respecto. Sin dudas Sergio Borges estaba muy incómodo con lo ocurrido.
Hamilton lamentaba profundamente la situación por el impacto que generaba la exteriorización de una profunda desconfianza a los máximos representantes locales de la Bukkyo, pero prefería optar por ser totalmente sincero con ellos.
Por otro lado Loiácono tenía un fastidio exacerbado, atacaba una y otra vez a Hamilton con acusaciones direccionadas tendientes a socavar su conducta, como que en verdad el origen de la desconfianza que exteriorizaba Hamilton y la cuestión relacionada con un asunto legal e institucional no fuera el foco del problema.
A la vez quería mantenerse totalmente ajeno a indagar sobre la verdad de los acontecimientos que circunscribía Hamilton a la conducta personal del directivo. Es decir que quería dialogar pero sin escuchar. Indagar pero sin querer profundizar sobre la naturaleza de los acontecimientos.
En definitiva, lo que Hamilton exteriorizaba –sin dar precisiones por su mandato profesional de mantener el secreto– era una total pérdida de confianza en los dos directivos mencionados, del cual uno había sido su asistido y otro la máxima autoridad de la institución.
Gámez insistía que la pérdida de confianza tenía que ver con el propio estado de vida de Hamilton y tampoco quería saber en detalle lo ocurrido.
Sin embargo, aun así pretendía sostener argumentos que le permitían considerar que no había relación alguna entre las cuestiones institucionales derivadas hacia lo judicial y la propia gestión de Hamilton como abogado y su separación del Grupo de Transporte como grupo de capacitación en la fe de la Bukkyo. Lo que a Hamilton ya lo aproximaba a una especie de trama psiquiátrica derivada de una conversación sin ningún sentido.
Culminaba en el remate de Gámez que le sugería salir –de algún modo y por un momento– del rol de abogado y abordar el tema desde la fe y como miembro de la organización ya de larga data. Agregaba instándolo a que no desperdiciara tantos años, según llegó a expresar.
Hamilton se quedó perplejo con esos razonamientos tan acotados y absurdos. Pero comprendía las motivaciones internas de Gámez, las que en verdad estaban referidas a él mismo, ya que sin dudas no quería saber de qué se trataban los hechos judicializados, pero sí que era algo delicado y grave para la entidad. No obstante estaba dispuesto a ignorarlo todo para seguir adelante en su fe, sobre todo… después de tantos años de esfuerzos.
Hamilton intuía que se venían tiempos difíciles, probablemente de represalias tal vez no tan directas, pero sí exclusiones progresivas de todas las actividades zonales, además de la expulsión del Grupo de Transporte y de la Sede Central ya acontecida.
Si bien la actualidad lo apenaba, debido a que la dedicación a las actividades de la Bukkyo habían sido durante más de veinticinco años el eje central de su vida, también le hacían evidenciar cierto grado de saturación y estaba decidido a asumir las consecuencias y mantenerse coherente, aunque ello traiga aparejado un cambio total en su vida y en su dedicación a las actividades, que hasta ahora si bien no era de los que se mostraban más activos, es cierto que según sus propios compañeros era muy constante.
En su fuero interno, la organización estaba siendo dirigida por las dos personas a las cuales él les había perdido la confianza.
No sabe si fue por eso que comenzó a analizar las actividades de una manera más crítica, ya que en verdad muchas le parecían desde hace rato un verdadero hastío y que nada tenía que ver con practicar el budismo del Buda Nanjo del Sutra del Loto ni con el lineamiento de la Bukkyo Kai Internacional, ni con las guías del maestro Yamamoto.
Ese era su estado interno, aunque se esforzaba por no exteriorizar esas sensaciones a sus compañeros.
La circunstancia de no tener una certeza con respecto al conocimiento o no de directivos de la Sede Central de Tokio de todo lo ocurrido en Argentina verdaderamente lo perturbaba, pero era consciente de que en modo alguno era su función dar a conocer los hechos a las máximas jerarquías y al propio entorno de Sensei y por eso todo quedaría subsumido a una cuestión local.
Además Hamilton era muy poco proselitista, no le gustaba para nada y menos en cuestiones relacionadas con la Bukkyo y el mundo de la fe. Restaba saber si iba a seguir con la tarea de dedicar al Movimiento por la Paz, pero ese era su juramento y decidió no quebrantarlo, a pesar de que el terreno era cada vez más hostil que le exigía ser sincero consigo mismo y –del mismo modo y de manera simultánea– autopreservarse.
Antes de concluir la agitada conversación, el mismo Gámez frenó a Loiácono al intentar insistir con el supuesto incidente. Evidentemente había sido prematuro que se haya expuesto ese tema. Y siendo además que había un conocimiento previo, quedaba la sensación que los interrogadores no tenían ese detalle.
En un momento sintió que la actitud de pretender achacarle alguna mala conducta era un recurso tan burdo como torpe.
Evidentemente estaban cumpliendo algún tipo de directiva similar a la que le transmitió Luján, solo que esta fue algo más directa en torno a pretender construir fundamentos por los cuales una persona debe abandonar la organización o todo aquello que le dé cierto tono de transparencia a la interpelación.
Por ende, Loiácono acusó a Hamilton de no estar activo en la fe y de no honrar el cargo para el cual fue designado, como para rematar.
Además, apartar a Hamilton del sector no era una tarea tan sencilla, ya que desde hace unos años gozaba de una gran confianza por parte de todos los miembros de la zona.
Tanto es así que, a los pocos días, Hamilton asistió a la reunión de diálogo del grupo que quedaba a la vuelta de su nuevo hogar, ya terminado por el correntino Messina.
Para su sorpresa, la mujer en cuestión asistió a esa reunión, con la novedad que iba a comenzar a participar en su zona, por lo que ya no tenía vigencia la respuesta que le había dado a Hamilton unos meses atrás, cuando este le consultó sobre el lugar donde haría sus ofrendas.
Esta situación activó un estado de alerta en él, por no decir cierta paranoia. ¿Qué se estaba gestando? ¿Es la mujer parte de la trama o la estaban utilizando para desprestigiar a Hamilton en la comunidad de creyentes? ¿Qué manifestaba ella en su fuero interno?
Más sorpresivo aun fue que el trato de parte de miembro de la División Femenina hacia Hamilton era de lo más ameno y como viejos conocidos. Evidentemente esto lo confundió de un modo alarmante, más de lo que ya estaba.
En una nueva “visita” para conversar sobre la cuestión, ello a pedido de Gámez con otros compañeros que hicieron de interlocutores, Hamilton ofreció radicar una auto-denuncia y dejar su propio celular y herramientas informáticas sujetas a un análisis pericial para que se extraigan todos los mensajes, correos electrónicos, mensajes y llamados entre Hamilton y esa mujer -desde unos ocho o nueve años atrás a la fecha- para que una fiscalía evalúe si el abogado cometió algún tipo de conducta relacionada con los hechos que sus compañeros de algún modo insinuaban, aunque sin dar ningún tipo de precisión al respecto.
Jamás recibió una respuesta.
Читать дальше