En 1902, Eliza se animó a recorrer algunas partes de la India, viaje que, por supuesto, realizó en tren. Estas fueron algunas de sus impresiones.
«Había oído hablar extensamente sobre el lujo en los ferrocarriles indios, sobre el espacioso compartimento y hasta el vestidor que aguarda al titular de un billete de primera clase. Sin embargo, descubrí que la espaciosa cabina estaba destinada a cuatro personas. Contenían dos grandes asientos, así como dos literas colgantes que podían ser descolgadas por la noche. Los asientos no tenían muelles ni respaldos, a menos que uno decidiera apoyarse en la ventana que se alzaba mediante una especie de polea, como las ventanas de los antiguos carruajes o diligencias. Los accesorios de hierro fundido en el vestuario eran más rudos y primitivos que los de cualquier transporte americano destinado a los emigrantes. En cuanto el tren inició su marcha, pude comprobar cómo el vagón se balanceaba sacudiéndonos y provocando un ruido tan ensordecedor como si nos halláramos a bordo de un tren de carbón, tal era el polvo que arrancaba del lecho del camino».
Su obra Winter India resume lo que sus sentidos recogieron. Para esta norteamericana, la India británica y el ferrocarril resultaron simplemente decepcionantes. A esta viajera notable, se deben los cerezos japoneses que alfombran ambas orillas del río Potomac en la ciudad de Washington.
Después de Sitnitza pasamos por varias aldeas amuralladas, todas musulmanas, donde la tierra parecía negra y gruesa, y la llanura en su conjunto carecía de agua. Avanzamos sin cesar a través del calor y el polvo. De repente, la vía férrea del ferrocarril, un anacronismo imposible, se extendía hasta donde alcanzaba la vista a ambos lados de nuestro camino. «¡La vía del tren!». Lloré. «Aquí no hay ferrocarril, señora», dijo solemnemente el adormilado Marko. Sin embargo, ahí estaba y llegamos a Lipanj, la estación, que estaba atestada de carros tirados por búfalos y cargados con sacos de maíz, esperando el próximo tren a Salónica.
Mary Edith Durham
Mary Edith Durham (1863-1944), viajera británica, artista y escritora, se haría famosa sobre todo por sus escritos antropológicos de la vida en Albania, un destino poco común en la época y que ofrecía los peligros habituales de los países situados en el polvorín de los Balcanes. Mary viajó extensamente, centrándose en Albania, que entonces era una de las zonas más aisladas y no desarrolladas de Europa. Trabajó en una variedad de organizaciones de ayuda humanitaria, pintó, escribió y recogió el folklore y el arte popular de aquellas regiones. Su trabajo resulto tener un enorme valor antropológico. Mary Durham escribió nada menos que siete libros sobre asuntos de los Balcanes, de los cuales High Albania (1909) es el más conocido, y todavía es considerado como la guía preeminente sobre las costumbres y la sociedad de las tierras altas del norte de Albania. Fue toda su vida una devota del tren y sus escritos recogen momentos especiales en los que padeció, temió, disfrutó y, sobre todo, exploró.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.