DARSE
AUTOBIOGRAFÍA Y TESTIMONIOS
VICTORIA OCAMPO
FOTOGRAFIADA POR NICOLÁS SCHONFELD.
VICTORIA OCAMPO
DARSE
AUTOBIOGRAFÍA Y TESTIMONIOS
Selección y prólogo de
Carlos Pardo
COLECCIÓN OBRA FUNDAMENTAL
CUADERNOS DE OBRA FUNDAMENTAL
Responsable literario: Francisco Javier Expósito
Cuidado de la edición: Armero Ediciones
Diseño de la colección: Gonzalo Armero
Conversión a libro electrónico: Enredart
© Fundación Banco Santander, 2016
© Fundación Sur, Buenos Aires, 2016
© De la introducción y de la selección, Carlos Pardo, 2016
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.
ISBN: 978-84-92543-82-3
La vida copia a la literatura, por Carlos Pardo Carlos Pardo
Agradecimientos
Bibliografía
AUTOBIOGRAFÍA AUTOBIOGRAFÍA
EL ARCHIPIÉLAGO EL ARCHIPIÉLAGO
Prefacio
Antecedentes. Mezcla
Propósitos
Hacia el archipiélago
El archipiélago
Le vert paradis
EL IMPERIO INSULAR EL IMPERIO INSULAR
Introducción
Titania
Un Robin Redbreast en una jaula
El jardín de la infanta
LA RAMA DE SALZBURGO
VIRAJE
Viraje
Ernst Ansermet
Keyserling entra en escena
FIGURAS SIMBÓLICAS
Keyserling
Drieu
SUR Y CÍA
Sur y Cía
Una carta de Waldo Frank
TESTIMONIOS
TESTIMONIOS (1935)
Jacques Rivière. À la trace de Dieu
SEGUNDA SERIE (1941)
Viaje olvidado
La mujer y su expresión
Virginia Woolf en mi recuerdo
TERCERA SERIE (1946)
Michele
SOLEDAD SONORA (1950)
Impresiones de Núremberg
La cárcel de ruido en el siglo xx
QUINTA SERIE (1957)
Encuentro y desencuentro con Gide
SEXTA SERIE (1963)
El claustro de T. E. Lawrence
Nuestro Borges
Carlos Pardo
LA VIDA COPIA A LA LITERATURA
Viviendo su sueño
Digámoslo desde el principio: este libro se propone vindicar la figura de Victoria Ocampo como escritora. Es decir, mostrar lo mejor de su obra para que el lector juzgue si, como se ha repetido tantas veces, fue solo una mujer amante y gran promotora de la cultura o una verdadera escritora. Una escritora autoexigente y humilde al codearse en pie de igualdad con grandes autores de su tiempo, al reconocer sus propios límites, pero sin duda una de las mejores escritoras de literatura memorialística en español del siglo xx.
Nos proponemos destacar a Victoria Ocampo no solo como pionera de la vanguardia en una labor que hoy llamaríamos «gestión cultural», sino como creadora de un tipo de literatura que quizá únicamente ahora, con un cambio en la mentalidad de los lectores, en la recepción, empezamos a leer como gran literatura.
También, por decirlo al comienzo bien claro: así como se ha rescatado la figura de su hermana Silvina, excelente cuentista, y a pesar de que nuestro maniático pensamiento binario nos lleva a verlas enfrentadas (la tímida hermana pequeña, Silvina, hormiguita con obra perdurable; y la avasalladora Victoria, la hermana mayor, Musa sin obra), es necesario valorar la contribución deliberadamente «menor» de Victoria a la literatura a través de sus propios textos (hay una dialéctica de lo tímido y lo confesional, de lo artístico y de lo «aliterario» en la obra de Victoria, humilde en su propósito pero no en su resultado).
Quizá así veamos que la familia Ocampo dio lugar a dos escritoras muy diferentes, cuyos estilos no compiten, dos de las mejores escritoras argentinas del siglo xx.
La fama de Victoria, una de las intelectuales más valoradas de su tiempo, impide ver su obra. Así que lo primero que deberíamos hacer para buscarle el lugar que merece, no solo como amiga y protectora de Tagore, Ortega y Gasset, Stravinski, Borges, Gabriela Mistral y un largo etcétera, o como fundadora de la revista Sur, el mayor órgano cultural de Argentina y de buena parte del mundo hispánico durante más de medio siglo, es señalar algunos tópicos que envuelven su obra y desmontarlos.
El principal cliché ya lo hemos mencionado: Victoria Ocampo fue una «figura» literaria sin obra. Sus mejores obras son ella misma y la revista Sur. Cierto que tradujo muy bien, suele añadirse como apostilla. El segundo tópico insiste en que era una especie de groupie intelectual, una adicta a los autores, sobre todo hombres. El tercero hace hincapié en su clase social, mostrándola como una pija afortunada, una aristócrata superficial. El problema de estos tópicos es que todos tienen una pequeña parte de verdad y una mayor de ignorancia.
Por ir del último al primero: Victoria nació en una familia aristocrática, tuvo una esmerada educación trilingüe (español, francés e inglés) y, por cuestiones históricas, vivió en unos años en los que las monedas europeas, inestables por las convulsiones políticas y dos guerras mundiales, favorecieron el cambio de la moneda argentina. Esto no puede llevarnos a pensar en ella como una niña mimada y caprichosa. La lectura de este libro deja bien claro que de la fortuna de Victoria (y de sus muebles y joyas y casas… vendidos) salieron algunas de las mejores iniciativas culturales del siglo xx. Victoria fue, aunque hoy suene mal, una mecenas. Pero no una mecenas que agasaja desde la distancia, sino compañera de viaje y propiciadora de grandes proyectos. Así que podemos decir que a su altura intelectual hay que sumar una virtud de carácter aún escasa: la generosidad. O mejor dicho, el desprendimiento.
En cuanto a lo de groupie de grandes hombres… La autora tuvo que pagar esta mistificación del genio tan del paso al sigo xx (cuando la doctrina del superhombre se hermanaba con la religión del Arte) en su relación con Keyserling. Y Hermann Keyserling es una constante de este tomo, a veces desde el humor, otras desde el odio. No es descabellado suponer que esta «confesión» que vamos a leer surgiera del impulso de defenderse de los ataques del filósofo alemán. Tampoco insistiremos en este prólogo —ni interpretaremos algo que solo le cabe al lector—, pero no está de más señalar que en el equívoco de Keyserling, que pensó que la admiración de una mujer no podía desembocar más que en una sumisión sexual ante el gran hombre, pesa la sociedad profundamente machista en la que vivió, o mejor dicho contra la que vivió, Ocampo.
Victoria fue una feminista con las ideas claras y una intuición aún más clara que sus ideas. Una mujer que se atrevía a tratar de tú (de vos) a los intelectuales de la época, casi todos varones, pero también a señalar la grandeza de María de Maeztu, Virginia Woolf o Gabriela Mistral. Como anécdota diremos que Victoria conducía su propio coche a comienzos de siglo, era adúltera reconocida (o libre de vivir un amor que da algunas de las páginas más hermosas de este libro) y se vio muy a menudo obligada a ahuyentar a los hombres que pensaban en ella como en una hermosa musa millonaria.
Читать дальше