Bernal Díaz del Castillo - Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3): краткое содержание, описание и аннотация

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La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es una obra de Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los soldados participantes en la mayoría de las jornadas de la conquista de México en el siglo XVI. Es una obra de estilo cautivador desde las primeras líneas. Nos narra el proceso de la conquista de México de una manera ruda, aunque sencilla, ágil y directa. Leer su libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista: descripciones de lugares, relatos de personajes, anécdotas, críticas agudas y angustiantes relaciones de fatiga y peligros enfrentados.

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Y tambien escribió á todos sus amigos, en especial al Duero y al contador, sus compañeros: y despues de haber escrito, mandó entender á todos los soldados en aderezar armas, y á los herreros que estaban en aquella villa, que siempre hiciesen casquillos, y á los ballesteros que desbastasen almacen para que tuviesen muchas saetas, y tambien atrujo y convocó á los herreros que se fuesen con nosotros, y así lo hicieron; y estuvimos en aquella villa doce dias, donde lo dejaré, y diré cómo nos embarcamos para ir á la Habana.

Tambien quiero que vean los que esto leyeren la diferencia que hay de la relacion de Francisco Gómora cuando dice que envió á mandar Diego Velazquez á Ordás que convidase á comer á Cortés en un navío y lo llevase preso á Santiago. Y pone otras cosas en su corónica, que por no me alargar lo dejo de decir, y al parecer de los curiosos letores si lleva mejor camino lo que se vió por vista de ojos ó lo que dice el Gómora que no lo vió.

Volvamos á nuestra materia.

CAPÍTULO XXIII

Índice

CÓMO EL CAPITAN HERNANDO CORTÉS SE EMBARCÓ CON TODOS LOS DEMÁS CABALLEROS Y SOLDADOS PARA IR POR LA BANDA DEL SUR AL PUERTO DE LA HABANA, Y ENVIÓ OTRO NAVÍO POR LA BANDA DEL NORTE AL MISMO PUERTO, Y LO QUE MÁS LE ACAECIÓ.

Despues que Cortés vió que en la villa de la Trinidad no teniamos en qué entender, apercibió á todos los caballeros y soldados que allí se habian juntado para ir en su compañía, que embarcasen juntamente con él en los navíos que estaban en el puerto de la banda del Sur, y los que por tierra quisiesen ir, fuesen hasta la Habana con Pedro de Albarado, para que fuese recogiendo más soldados, que estaban en unas estancias que era camino de la misma Habana; porque el Pedro de Albarado era muy apacible, y tenia gracia en hacer gente de guerra. Yo fuí en su compañía por tierra, y más de otros cincuenta soldados.

Dejemos esto, y diré que tambien mandó Cortés á un hidalgo que se decia Juan de Escalante, muy su amigo, que se fuese en un navío por la banda del norte. Y tambien mandó que todos los caballos fuesen por tierra.

Pues ya despachado todo lo que dicho tengo, Cortés se embarcó en la nao capitana con todos los navíos para ir la derrota en la Habana.

Parece ser que los naos que llevaba en conserva no vieron á la capitana, donde iba Cortés, porque era de noche, y fueron al puerto; y asimismo llegamos por tierra con Pedro de Albarado á la villa de la Habana; y el navío en que venia Juan de Escalante por la banda del norte tambien habia llegado, y todos los caballos que iban por tierra; y Cortés no vino, ni sabia dar razon dél ni dónde quedaba, y pasáronse cinco dias, y no habia nuevas ningunas de su navío, y teniamos sospechas no se hubiese perdido en los Jardines, que es cerca de las islas de Pinos, donde hay muchos bajos, que son diez ó doce leguas de la Habana; y fué acordada por todos nosotros que fuesen tres navíos de los de ménos porte en busca de Cortés; y sin aderezar los navíos y en debates, vaya Fulano, vaya Zutano, ó Pedro ó Sancho, se pasaron otros dos dias y Cortés no venia; y habia entre nosotros bandos y medio chirinolas sobre quién seria capitan hasta saber de Cortés; y quien más en ello metió la mano fué Diego de Ordás, como mayordomo mayor del Velazquez, á quien enviaba para entender solamente en lo de la armada, no se le alzase con ella.

Dejemos esto, y volvamos á Cortés, que como venia en el navío de mayor porte (como ántes tengo dicho), en el paraje de la isla de Pinos ó cerca de los Jardines hay muchos bajos, parece ser tocó y quedó algo en seco el navío, é no pudo navegar, y con el batel mandó descargar toda la carga que se pudo sacar, porque allí cerca habia tierra, donde lo descargaron; y desque vieron que el navío estuvo en floto y podia nadar, le metieron en más hondo, y tornaron á cargarlo que habian descargado en tierra, y dió vela; y fué su viaje hasta el puerto de la Habana; y cuando llegó, todos los más de los caballeros y soldados que le aguardábamos nos alegramos con su venida salvo algunos que pretendian ser capitanes; y cesaron las chirinolas.

Y despues que le aposentamos en la casa de Pedro Barba, que era teniente de aquella villa por el Diego Velazquez, mandó sacar sus estandartes y ponellos delante de las casas donde posaba; y mandó dar pregones segun y de la manera de los pasados, y de allí de la Habana vino un hidalgo que se decia Francisco de Montejo, y este es el por mí muchas veces nombrado, que, despues de ganado Méjico fué adelantado y gobernador de Yucatan y Honduras; y vino Diego de Soto el de Toro, que fué mayordomo de Cortés en lo de Méjico; y vino un Angulo, Garci Caro y Sebastian Rodriguez y un Pacheco, y un fulano Gutierrez, y un Rojas (no digo Rojas el Rico), y un mancebo que se decia Santa Clara, y dos hermanos que se decian los Martinez del Fregenal, y un Juan de Najara (no lo digo por el sordo, el del juego de la pelota de Méjico), y todas personas de calidad, sin otros soldados que no me acuerdo sus nombres.

Y cuando Cortés los vió todos aquellos hidalgos y soldados juntos se holgó en grande manera, y luego envió un navío á la punta de Guaniguanico, á en pueblo que allí estaba de indios, adonde hacian cazabe y tenian muchos puercos, para que cargase el navío de tocinos, porque aquella estancia era del gobernador Diego Velazquez; y envió por capitan del navío al Diego de Ordás, como mayordomo mayor de las haciendas del Velazquez, y envióle por tenelle apartado de sí; porque Cortés supo que no se mostró mucho en su favor cuando hubo las contiendas sobre quién seria capitan cuando Cortés estaba en la isla de Pinos, que tocó su navío, y por no tener contraste en su persona le envió; y le mandó que despues que tuviese cargado el navío de bastimentos, se estuviese aguardando en el mismo puerto de Guaniguanico hasta que se juntase con otro navío que habia de ir por la banda del norte, y que irian ámbos en conserva hasta lo de Cozumel, ó le avisaria con indios en canoas lo que habia de hacer.

Volvamos á decir del Francisco de Montejo y de todos aquellos vecinos de la Habana, que metieron mucho matalotaje de cazabe y tocinos, que otra cosa no habia; y luego Cortés mandó sacar toda la artillería de los navíos, que eran diez tiros de bronce y ciertos falconetes, y dió cargo dellos á un artillero que se decia Mesa y á un levantisco que se decia Arbenga y á un Juan Catalan, para que los limpiasen y probasen y para que las pelotas y pólvora todo lo tuviesen muy á punto; é dióles vino y vinagre con que lo refinasen; y dióles por compañero á uno que se decia Bartolomé de Usagre.

Asimismo mandó aderezar las ballestas y cuerdas, y nueces y almacen, é que tirasen á terrero, é que mirasen á cuántos pasos llegaba la fuga de cada una dellas.

Y como en aquella tierra de la Habana habia mucho algodon, hicimos armas muy bien colchadas, porque son buenas para entre indios, porque es mucha la vara y flecha y lanzadas que daban, pues piedra era como granizo; y allí en la Habana comenzó Cortés á poner casa y á tratarse como señor, y el primer maestresala que tuvo fué un Guzman, que luego se murió ó mataron indios; no digo por el mayordomo Cristóbal de Guzman, que fué de Cortés, que prendió Gutemuz cuando la guerra de Méjico. Y tambien tuvo Cortés por camarero á un Rodrigo Rangel, y por mayordomo á un Juan de Cáceres, que fué, despues de ganado Méjico, hombre rico.

Y todo esto ordenado, nos mandó apercebir para embarcar, y que los caballos fuesen repartidos en todos los navíos: hicieron pesebrera, y metieron mucho maíz y yerba seca.

Quiero aquí poner por memoria todos los caballos y yeguas que pasaron.

El capitan Cortés, un caballo castaño zaino, que luego se le murió en San Juan de Ulúa.

Pedro de Albarado y Hernando Lopez de Ávila, una yegua castaña muy buena, de juego y de carrera, y de que llegamos á la Nueva-España el Pedro de Albarado le compró la mitad de la yegua, ó se la tomó por fuerza.

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