De aquella antigua costumbre de robar y saltear, quedó la de usar armas, porque todos los de Grecia las llevan, a causa de tener las moradas no fortalecidas, y los caminos inseguros. Acostumbran pues a vivir armados, como los bárbaros; y esta costumbre que se guarda en toda Grecia es señal de que en otro tiempo vivían todos así. Los atenienses fueron los primeros que dejaron las armas, y esta manera de vivir disoluta, adoptando otra más política y civil. Los más ancianos, es decir, los más ricos, tenían manera de vivir delicada, y no ha mucho tiempo que dejaron de usar vestidos de lienzos y zarcillos de oro, y joyas en los cabellos trenzados y revueltos a la cabeza. Los más antiguos jonios, por el trato que tenían con los atenienses, usaron por lo general este atavío. Mas los lacedemonios fueron los primeros de todos, hasta las costumbres de ahora, en usar vestido llano y moderado, y aunque en las otras cosas posean unos más que otros y sean más ricos, en la manera de vivir son iguales, y andan todos vestidos de una misma suerte, así el mayor como el menor. Y fueron los primeros que por luchar se desnudaron los cuerpos, despojándose en público, y que se untaron con aceite antes de ejercitarse, pues antiguamente en los juegos y contiendas que se hacían en el monte Olimpo, donde contendían los atletas y luchadores, tenían con paños menores cubiertas sus vergüenzas y no ha mucho que dejaron esta costumbre, que dura aún entre los bárbaros: los cuales ahora, mayormente los asiáticos se ponen estos paños menores o cinturones por premio de la contienda, y así cubiertos con ellos hacen estos ejercicios, de otra suerte no se les da el premio. En otras muchas costumbres se podría mostrar que los griegos antiguos vivieron como ahora los bárbaros.
Para venir a nuestro propósito las ciudades que a la postre se han poblado, y que son más frecuentadas, sobre todo las que tienen mayor suma de dinero, se edificaron a orilla del mar, y en el Istmo, que es un estrecho de tierra entre dos mares, por causa de poder tratar más seguramente, y tener más fuerzas y defensas contra los comarcanos. Mas las antiguas ciudades, por miedo de los corsarios están situadas muy lejos de la mar, en las islas, y en la tierra firme, porque todos los que vivían en la costa se robaban unos a otros, y aun ahora están despobladas las villas y lugares marítimos.
No eran menos corsarios los de las islas, conviene a saber, los carios y fenicios, porque estos habitaban muchas de ellas. Buena prueba es que cuando en la guerra presente los atenienses purgaron por sacrificios la isla de Delos, quitando las sepulturas que allí estaban, viose que más de la mitad eran de carios bien conocidos en el atavío de las armas, compuesto de la manera que ahora se sepultan. Pero cuando el rey Minos dominó la mar, pudieron mejor navegar unos y otros: y echados los corsarios y ladrones de las islas, pobló muchas de ellas. Los hombres que moraban cerca de la mar, comerciando, vivían más seguramente: y entre ellos algunos más enriquecidos que los otros cercaron las ciudades de muros: los menores deseando ganar, servían de su grado a los mayores, y los más poderosos que tenían hacienda sujetaron a los menores.
De esta manera yendo cada día más y más creciendo en fuerzas y poder, andando el tiempo fueron con ejército sobre Troya. Me parece que Agamenón era el más poderoso entonces de todos los griegos. Y no solamente llevó consigo los que demandaban a Helena por mujer que estaban obligados por juramento a Tindáreo, padre de Helena para ayudarle, sino que juntó también gran armada de otras gentes. Y dicen aquellos que tienen más verdadera noticia de sus mayores de los hechos de los peloponesios, que Pélope, el primero de todos, con la gran suma de dinero que trajo cuando vino de Asia, alcanzó poder y fuerzas, ganó, a pesar de ser extranjero, la voluntad de los hombres de la tierra, que eran pobres y menesterosos, y por esto la tierra se llamó de su nombre Peloponeso. Muerto Euristeo los descendientes de Pélope adquirieron mayor señorío. Euristeo, murió en Ática por mano de los Heráclidas, descendientes de Hércules. Había encomendado a su tío Atreo, hermano de su madre, la ciudad de Micenas y todo su reino cuando iba huyendo de su padre, por la muerte de Crisipo, y como no volviese más, porque fue muerto en la guerra, los de Micenas, por miedo a los Heráclidas, pareciéndoles muy poderoso Atreo, y que era acatado de muchos de ellos, y de todos los súbditos de Euristeo le eligieron por señor, y quisieron que tomase el reino. De esta suerte fueron más numerosos los pelópidas, es decir, los descendientes de Pélope que los perseidas, es a saber los descendientes de Perseo, que antes había dominado aquella tierra. Después que por sucesión de Atreo tomó Agamenón el reino, a mi parecer porque era más poderoso por la mar que ninguno de los otros, reunió ejército de muchos hombres, atraídos más por miedo que por voluntad. Parece que llegó a Troya con más naves que ninguno de los otros príncipes, pues que de ellas dio a los arcadios, como declara Homero, y si es bastante su testimonio, hablando de Agamenón, dice que cuando se le dio el cetro y mando real, dominaba muchas islas, y toda Argos; islas que fuera de las cercanas, que no eran muchas, ninguno pudiera dominar desde tierra firme, si no tuviera gran armada. De este ejército que llevó se puede conjeturar cuáles fueron los anteriores.
De que la ciudad de Micenas era muy pequeña, o si entonces fue muy grande, ahora no parece serlo, no es dato para no creer que fue tan grande la armada que vino a Troya, cuanto los poetas escriben, y se dice por fama; porque si se desolase la ciudad de Lacedemonia, que no quedase sino los templos, y solares de las casas públicas, creo que por curso de tiempo no creería el que la viese en que había sido tan grande como lo es al presente. Y aunque en el Peloponeso de cinco partes tienen las dos de término los lacedemonios3, y todo el señorío y mando dentro y fuera de muchas otras ciudades de los aliados y compañeros, si la ciudad no fuese poblada y llena de muchos templos y edificios públicos suntuosos (como ahora está) y fuese habitada por lugares y aldeas a la manera antigua de Grecia, manifiesto está que parecería mucho menor. Si a los atenienses les sucediera lo mismo, que desamparasen la ciudad, parecería esta haber sido doble mayor de lo que ahora es, solo al ver la ciudad y el gran sitio que ocupa. Conviene, pues, que no demos fe del todo a lo que dicen los poetas de la extensión de Troya, ni cumple que consideremos más la extensión de las ciudades, que sus fuerzas y poder. Por lo mismo debemos pensar que aquel ejército fue mayor que los pasados, pero menor que los de ahora, aunque demos crédito a la poesía de Homero; al cual le era conveniente, como poeta, engrandecer, y adornar la cosa más de lo que parecía. Por darle más lustre, hizo la armada de mil y doscientas naves, y cada nave de las de los beocios de ciento veinte hombres, y de las de Filoctetes de cincuenta, entre grandes y pequeñas a mi parecer; del tamaño de las otras, no hace mención en la lista de las naves. Declara, pues, ser combatientes y remadores todos los de las naves de Filoctetes, porque a todos los llama flecheros y remadores. Y es de creer que yendo los reyes y príncipes en los barcos y también todo el equipo del ejército cabría poca gente más que los marineros, con mayor motivo navegando no con navíos cubiertos, como son los de ahora, sino a la costumbre antigua, equipados a manera de cosarios. Tomando, pues, el término medio entre las grandes naves y las pequeñas, parece que no fueron tantos hombres como podían ser enviados de toda Grecia: lo cual fue antes por falta de dinero que de hombres, porque por falta de víveres llevaron solo la gente que pensaban se podría sustentar allí mientras la guerra durase.
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