Tucídides - Historia de la Guerra del Peloponeso

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Historia de la Guerra del Peloponeso es un relato de la guerra homónima, que tuvo lugar en la Antigua Grecia y que enfrentó a la Liga del Peloponeso (liderada por Esparta) y la Liga de Delos (liderada por Atenas). La obra fue escrita por Tucídides, un general ateniense que sirvió en la guerra. La obra es considerada un clásico, además de que se trata de uno de los primeros libros de historia que se conocen. Fue dividida en ocho libros por los editores posteriores de la Antigüedad.

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LIBRO I

Índice

SUMARIO

I. Refiere Tucídides que la guerra cuya historia va a narrar es la mayor de cuantas los griegos tuvieron dentro y fuera de su patria, y cuenta el origen y progreso de Grecia y las guerras que antes tuvo. — II. Causas y origen de la guerra entre corintios y corcirenses. Vencidos los primeros por mar, rehácense para continuar la guerra, y ambos beligerantes envían embajadores a los atenienses solicitando su alianza. — III. Discurso de los embajadores corcirenses al Senado de Atenas para pedirle ayuda y socorro. — IV. Discurso y respuesta de los corintios al de los corcirenses, pidiendo al Senado de Atenas que prefiera su amistad y alianza a la de los de Corcira. — V. Los atenienses se alían a los corcirenses, enviándoles socorro. Batalla naval de dudoso éxito entre corintios y corcirenses. — VI. Querellas entre atenienses y corintios, por cuya causa se reunieron todos los peloponesios en Lacedemonia para tratar de la guerra contra los atenienses. — VII. Discurso y proposición de los corintios contra los atenienses en el Senado de los lacedemonios. — VIII. Discurso de los embajadores atenienses en el Senado de los lacedemonios, defendiendo su causa. — IX. Discurso de Arquidamo, rey de los lacedemonios, disuadiendo a estos de declarar la guerra a los atenienses. — X. Discurso del éforo Estenelaidas, por el cual se determinó la guerra contra los atenienses. — XI. De como los atenienses, después de la guerra con los medos, reedificaron su ciudad, y principió su dominación en Grecia. — XII. Guerras que los atenienses tuvieron desde la de con los medos hasta la presente, así contra los bárbaros como contra los griegos, acrecentando con ellas su imperio y señorío. — XIII. Discurso y proposición de los corintios en el Senado de los lacedemonios, ante todos los confederados y aliados para persuadirlos de la necesidad de la guerra contra los atenienses. — XIV. Acordada la guerra contra los atenienses por todos los del Peloponeso, envían los lacedemonios embajadores a Atenas para tratar de algunas cosas. — XV. Temístocles, perseguido por atenienses y lacedemonios, se refugia en los dominios de Artajerjes, y allí vive hasta el fin de sus días. — XVI. Deliberan los atenienses sobre si deben aceptar la guerra u obedecer las exigencias de los lacedemonios. — XVII. Discurso y opinión de Pericles en el Senado de Atenas, conforme a la cual se da respuesta a los lacedemonios.

I

Índice

Refiere Tucídides que la guerra cuya historia va a narrar es la mayor de cuantas los griegos tuvieron dentro y fuera de su patria, y cuenta el origen y progreso de Grecia y las guerras que antes tuvo.

El ateniense Tucídides escribió la guerra que tuvieron entre sí los peloponesios y atenienses, comenzando desde el principio de ella, por creer que fuese la mayor y más digna de ser escrita, que ninguna de todas las anteriores, pues unos y otros florecían en prosperidad y tenían todos los recursos necesarios para ella; y también porque todos los otros pueblos de Grecia se levantaron en favor y ayuda de la una o la otra parte, unos desde el principio de la guerra, y otros después. Fue este movimiento de guerra muy grande, no solamente de todos los griegos, sino también en parte de los bárbaros1 y extraños de todas naciones. Porque de las guerras anteriores, especialmente de las más antiguas, es imposible saber lo cierto y verdadero, por el largo tiempo transcurrido, y a lo que yo he podido alcanzar por varias conjeturas, no las tengo por muy grandes, ni por los hechos de guerra, ni en cuanto a las otras cosas.

Porque según parece, la que ahora se llama Grecia no fue en otro tiempo muy sosegada y pacífica en su habitación, antes los naturales de ella se mudaban a menudo de una parte a otra, y dejaban fácilmente sus tierras compelidos y forzados por otros que eran o podían más yendo a vivir a otras. Y así, no comerciando, ni juntándose para contratar sin gran temor por tierra ni por mar, cada uno labraba aquel espacio de tierra que le bastaba para vivir. No teniendo dinero, ni plantando, ni cultivando la tierra por la incertidumbre de poderla defender si alguno por fuerza se la quisiese quitar; mayormente no estando fortalecida de muros, y pensando que en cualquier lugar podían encontrar el mantenimiento necesario de cada día, importábales poco cambiar de domicilio.

Además, no siendo poderosos ni en número de ciudades pobladas2, ni en otros aprestos de guerra, lo más y mejor de toda aquella tierra tenía siempre tales mudanzas de habitantes y moradores como sucedía en la que ahora se llama Tesalia y Beocia y mucha parte del Peloponeso, excepto la Arcadia, y otra cualquiera región más favorecida. Y aunque la bondad y fertilidad de la tierra era causa de acrecentar las fuerzas y poder de algunos, empero por las sediciones y alborotos que había entre ellos se destruían, y estaban más a mano de ser acometidos y sujetados de los extraños. Así que la más habitada fue siempre la tierra de Atenas, que por ser estéril y ruin estaba más pacífica y sin alborotos. Y no es pequeño indicio de lo que digo, que por la venida de otros moradores extranjeros ha sido esta región más aumentada y poblada que las otras, pues vemos que los más poderosos que salían de otras partes de Grecia, o por guerra, o por alborotos se acogían a los atenienses, así como a lugar firme y seguro, y convertidos en ciudadanos de Atenas, desde tiempo antiguo hicieron la ciudad mayor con la multitud de los moradores que allí acudieron. De manera que no siendo bastante ni capaz la tierra de Atenas para la habitación de todos, forzadamente hubieron de pasar algunos a Jonia y hacer nuevas colonias y poblaciones.

Manifiéstase bien la flaqueza y poco poder que entonces tenían los griegos, en que antes de la guerra de Troya, no había hecho Grecia hazaña alguna en común, ni tampoco me parece que toda ella tenía este nombre de Grecia, sino alguna parte, hasta que vino Heleno, hijo de Deucalión; ni aun algún tiempo después tenían este nombre, sino cada gente el suyo: poniéndose el mayor número el nombre de pelasgos. Mas después que Heleno y sus hijos se apoderaron de la región de Ftiótide, y por su interés llevaron aquellas gentes a poblar otras ciudades, cada cual de estas parcialidades, por la comunicación de la lengua, se llamaron helenos, que quiere decir griegos, nombre que no pudo durar largo tiempo, según muestra por conjeturas el poeta Homero que vivió muchos años después de la guerra de Troya, y que no llama a todos en general Helenos o griegos, sino a las gentes que vinieron en compañía de Aquiles desde aquella provincia de Ftiótide, que fueron los primeros helenos, y en sus versos los nombra dánaos, argivos y aqueos. No por eso los llamó bárbaros, pues entonces, a mi parecer, no tenían todos nombre de bárbaros. En conclusión, todos aquellos que eran como griegos, y se comunicaban entre sí, fueron después llamados con un mismo apellido. Y antes de la guerra de Troya por sus pocas fuerzas, y por no haberse juntado en contratación ni comunicación unos con otros no hicieron cosa alguna en común, salvo unirse para esta guerra, porque ya tenían de largo tiempo la costumbre de navegar.

Minos, el más antiguo de todos aquellos que hemos oído, construyó armada con la que se apoderó de la mayor parte del mar de Grecia que ahora es, señoreó las islas llamadas Cícladas, y fue el que primero las hizo habitar, fundando en ellas muchas poblaciones, expulsando a los carios, y nombrando príncipes y señores de ellas a sus hijos, a quienes las dejó después de su muerte. Además limpió la mar de corsarios y ladrones, para adquirir él solo las rentas y provechos del comercio.

Los griegos antiguos que moraban en la tierra firme cercana al mar, y los que tenían islas, después que comenzaron a comunicarse a menudo con navíos, se volvieron corsarios, eligiendo entre ellos por capitanes a los más poderosos; y por causa de la ganancia o siendo pobres, por necesidad de mantenerse, asaltaban ciudades no cercadas y robaban a los que vivían en los lugares, pasando así la mayor parte de la vida, sin tener por vergonzoso este ejercicio, antes por honroso. Declaran aun ahora algunos de aquellos que viven cercanos a la mar, que tienen por honra hacer esto; y también los poetas antiguos, en los cuales se hallan escritas las frases de aquellos que navegando y encontrándose por la mar, se preguntaban si eran ladrones, sin ofenderse de ello los preguntados, ni tener por afrenta este nombre. Y aun ahora en tierra firme se usa robarse unos a otros, y también en mucha parte de Grecia se guarda esta costumbre, como entre los locros ozolos, etolios y acarnanios.

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