Fue cuando nos mudamos a tu quinta: una casa azul de tres habitaciones con baldosas amarillas desgastadas. No pasabas de ser un inquilino más pero los vecinos te temían. Te paseabas como un gallo entre las brasas controlándolo todo. Tenías un gato y una armónica que soplabas con tristeza algunas noches.
Nos observaste inmóvil cuando entramos. Sentí tus ojos grises clavados en los de Emma y por un instante me pareció que la volvías transparente y robabas su sangre y su linfa. Hay mucho en esta historia que tendrás que adivinar. El tiempo me confunde. Creo que me estoy volviendo imperfecto. Poco después apareció una cruz pintada en la puerta y alguien arrojó un gato muerto en la casa. Era sombra lo que crecía en mi mano, demasiada tal vez.
Emma cambió. Me condenó a una impecable inexistencia, deambulando siempre del cuarto a la cocina, fingiendo inútiles palabras. Yo temblaba pensando que una esencia vital se me escapaba, un equilibrio en el espacio y el tiempo irrecobrable para siempre. Así nací para el poema. Así nació, también, mi pasión por las navajas. He reunido treinta de diversas formas y colores, algunas con grabados e inscripciones, pero todas de una frialdad infinita.
Tiendo a poetizar, a creer en lo que no existe. Nunca necesité verlos juntos, tampoco leer las notas que se enviaban. Y me pasé años escuchando sus gemidos, las uñas clavándose con furia. El amor es blanco , escribía, picado de viruela, el amor es un diente que perdí. Y desde entonces cada perro en la calle, el zumbar de una mosca, cada acto mínimo, cotidiano, me devuelve a ustedes.
Todo debe sucedernos. Un día desapareciste. Emma ni siquiera te buscó. Me acostumbré a su mutismo, a su sueño intranquilo. Comenzó a roncar y fue arrastrada por una pasión de limpieza. Despertaba canturreando, limpiaba mil veces la tina, el bidet, lavaba los platos hasta que aparecían grietas sangrantes en sus manos. Años después murió. La artritis y una dulce arterioesclerosis le concedieron el perdón.
Todo, absolutamente todo, debe sucedernos. La poesía me hizo sucio con los años. Mucho olvidé, pero siempre me acompañó la sombra en la mano. Por eso, cuando te vi por casualidad la otra tarde, te seguí hasta tu casa. No has cambiado. Tú no tienes edad. Estás más pobre, abandonado a los reinos inferiores.
Desnúdate
Ha llegado tu hora
Haz que de alguna manera me conmueva
Acabo de grabar una cruz en la puerta y te estoy esperando con la mejor de mis navajas.
LA PIEDRA EN LA CABEZA
Lo primero es la pasión. Repetir el amor hasta destrozarnos en el cuarto y después dejar que la oscuridad nos adormezca. Tú apagarás la lámpara y por un momento pensarás en la araña que no quisiste matar y por un momento en los ojos vacíos de los peces y la ceguera que ensucia nuestros actos.
Cuando llegué pensaba en unas vacaciones: ron, el mar y un libro de poemas, en ese orden estricto. Me agradó el hotel a pesar del baño pestilente, sus alfombras raídas, los cuartos abiertos a un gran patio que mezclaba el mar con el tumulto de la brisa.
Dicen que el mar transforma a las personas: las hace sabias o las oscurece para siempre. Puede ser.
No conseguía dormir. El insomnio se parece a los zapatos, debes caminar y caminar como si alguien fuera a alcanzarte. Salí. Me llamaban el calor y el triunfo de las aguas. Entonces creo que te vi.
No hizo falta hablar. Partimos hasta que nuestros pasos se estrellaron con la dársena. El mar estaba limpio, casi blanco. Toqué tu rostro y mis manos comenzaron a sangrar.
Lo primero es la pasión, repetí. Porque llega un día en que el mar exige un sacrificio. Tienes que afrontarlo. Tenderte en un hotel y esperar que la marea llegue hasta la cama. Cerrar definitivamente la mano en el cuello amoroso. Extraer la piedra que brilla en la cabeza.
MATRIMONIO EN EL POLVO
Me acababa de casar y dormitaba con mi gordísima mujer batallando contra el calor y los insectos, cuando una fuerza incontenible me empujó a la ventana.
Una novia con un vestido blanco y raído, usado probablemente por su madre, usado probablemente por su abuela, resplandecía como una afrenta entre el polvo y piedras de la plaza. La acompañaba una turba silenciosa.
No había novio.
No había flores ni música.
No había iglesia.
Un hombre, el padre seguramente, acercó un remedo de cuerpo. Eran apenas unos palos vestidos con jirones de ropa.
La ceremonia fue breve. Se marcharon los invitados y quedó la novia sentada en el polvo de la plaza. Entonces tuve la certeza de que nadie la movería. Podría diluviar, congregarse todos los perros del mundo, disiparse las galaxias.
Me di vuelta y contemplé a mi mujer. Resoplaba de calor, era la hora más terrible de la siesta. En la plaza revoloteaba un gallinazo.
CONTRA LA AUTOBIOGRAFÍA / HOMENAJE A FERNANDO PESSOA
Mis pasos
resonando
por el camino de la fuente
cada vez más cerca
del mediodía
y de las cosas
pero más lejos de mí.
Y caminan regando cuerpos como frutos.
Insensato.
Decidí plantar un bosque hasta morirme
para amar.
Y no es justa esta fuente
ni real
pero discurre
como un acertijo
en el poema.
Ningún hombre
enterrador
ni sabiduría sutil
ni ceremonia
o pasos contados al revés
siguiendo un orden secreto
ningún mapa
cómico errante
o hechicero
podrán descifrar su exacta permanencia.
Esta fuente nos enseña la cautela
deja todo al azar
debe uno no creer
y convertirse en el único remero.
Y es el testimonio
de estos años
la fuente
de la eterna vejez
o juventud
la historia que un romero me contó
y quise esconder en esta casa.
Pero el poeta no debe ser confesional.
De las cisternas
imperios en guerra
con el barro
del hombre que fatiga cañerías
y se sienta una tarde
a beber
de todo lo cotidiano que omití
de las palabras
más reales
que los túneles
mis pasos resonando
por el camino de la fuente
cada vez más lejos
del mediodía
y de las cosas
pero más cerca de mí.
Errores
anteojos que solo leen polvo
tinas repletas de formol
retretes
asnos
y la hora marcando el camino
al mediodía.
Vivo hace años aquí
guardo el agua
y los cuerpos
desenterrador
cirujano
fontanero
me jugué el todo
por el todo:
el camino que conducía a la fuente.
Desvarío
Grabo mensajes
inconclusos
en los árboles
¿en qué falló tu poesía?
un exceso de confianza
y crueldad
omisiones
omisiones
omisiones
el poeta no es confesional
Y no era agua
sino respiración
y era agua
lo que enterraba
y enterraba.
Una casa en la sombra
UNA CASA EN LA SOMBRA
Riesgo de regresar a un jardín
donde no acuden ya los parientes
ni los perros
Hace años que solo el viento recomienza
diseminando insectos
árboles
palabras
como todos mis días enterrados
como el suicidio que recomienda una torre
o la resurrección
Riesgo de extraviarme en el jardín
pasada la medianoche
Quedarme
Convertir esta fiesta en unos dedos
Y no es mañana ni hoy
pero me gustaría
carlos
que de una última manera me leyeras
Eres el bendito
el tragafuego
el jardinero que desalmado me inventa
Aquí nació el amor
muerto de tanto estrujarlo
Aquí desollabas animales
A la respiración le oponías la crueldad
Cubriste con vendas tu rostro
Colgabas a tu familia de los árboles
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