1.4 La banda en el ritual religioso
La banda tiene una función crucial en el proceso de interacción y comunicación que se desarrolla en el contexto del ritual religioso, en especial en la procesión, y para su análisis haré un breve uso de la semiótica, el estudio de los signos 7. En el proceso de transmisión musical directa en la procesión, los oyentes no solo son receptores sino que también tienen una reacción emocional ( feedback ) que retroalimenta a la banda mediante aplausos, llantos, rezos, palabras, etc., produciéndose con ello una relación de tiempo y espacio entre la banda y el público, que son, respectivamente, los emisores y los receptores de la música. Como veremos más adelante, esta comunicación tiene influencia en el producto musical, por un lado, hace que la gente se identifique con la banda, la haga suya, y por otro, la convierte en “medio musical oficial”; así la banda debe tocar todo lo que a la gente le guste. “La banda debe estar preparada para tocar todo lo que la gente quiera escuchar. Cumbia, guaracha, salsa, vals, pasodoble, todo tocamos. La banda que quiera hacerse conocida, tiene que tocar todo” (A. Mena, 1999).
La Semana Santa o Pascua, por ejemplo, ocupa el espacio físico comprendido entre la catedral, la Plaza de Armas y los alrededores de Catacaos; como condiciones sociales y culturales están los elementos de la tradición (costumbres, religión, grupos organizados, imágenes, etc.); los componentes del proceso de comunicación musical son la banda, la música que tocan (por ejemplo, una marcha) y los receptores, es decir, los oyentes en sus diferentes funciones: cargadores, hermanos, acompañantes, autoridades, peregrinos, observadores pasivos, los mismos músicos, etc. Todos los participantes tienen una función en la creación del sonido ideal dentro de este contexto de tiempo y espacio. La meta, ganarse a los oyentes, es una característica de la banda, que se presenta también en otros lugares y países en donde existe una tradición de banda 8. En la praxis musical de la banda, el tempo –término musical para indicar “velocidad”– en el desplazamiento físico y la comunicación no verbal –gesticulación y motórica– ejercen una gran influencia en el ritual religioso.
Tempo y motórica
La procesión es un ritual oficial en el que una vez al año la cofradía, hermandad o sociedad sale de su esfera privada y se muestra a la comunidad en general para su legitimación; en este contexto, la banda actúa acústicamente sobre los oyentes y despierta en ellos diferentes tipos de asociaciones que están unidas a sus recuerdos, su rutina diaria, su religión, su biografía, sus costumbres, etc. Como ya he mencionado antes, en esta tensión psicológica se da una retroalimentación entre la banda y los oyentes: cuando los oyentes reaccionan en determinado momento con aplauso o llanto, la banda recibe sus emociones y se motiva a seguir tocando.
El siguiente esquema muestra la posición física de los participantes activos de la procesión del Viernes Santo:
1. abanderados
2. imagen
3. miembros de la organización religiosa
4. banda
Si el número de imágenes aumenta, se repite este orden, en tanto que las imágenes que ya estuvieron en la procesión del día anterior conservan su puesto y las nuevas se ubican cronológicamente atrás de las demás; la formación no es tan estricta como la representación en mi esquema, pues suele suceder que otras personas se interpongan o estén tan apretadas que hasta los principales deban arrimarse; además, las calles del pueblo son bastante angostas, a lo cual debe adaptarse el desplazamiento. Mientras se camina, hay que cumplir algunas funciones: entre las actividades espirituales en la procesión se cuentan tocar la música, rezar y acompañar; entre las actividades prácticas: cargar la imagen, cuidar los grupos electrógenos que alumbran la imagen, y levantar los cables eléctricos de las calles para que la imagen no choque con ellos.
La naturaleza de la banda implica tocar al aire libre, ya sea marchando o en forma estática. ¿Existe una relación entre el movimiento corporal y el tempo? Durante la procesión, los movimientos de la banda están bajo la influencia de factores extramusicales, por ejemplo, la actividad ritual (rezos, adoraciones, ofrendas, etc.); solo el paso de los cargadores –subrayo, no el de los músicos– corresponde al tempo de la música. Especialmente durante la procesión del Viernes Santo, los cargadores caminan con pasos muy cortos, los pies casi paralelos y la cabeza oscilando de derecha a izquierda, meciendo todo el cuerpo al compás de la música; por el gran peso de la imagen –nada menos que 500 kilos– y a pesar del constante cambio de turno, los cargadores deben hacer pausas de descanso. Este movimiento sincronizado con la música no se da en los otros actores de la procesión; acompañantes, cofrades, rezadores y, sobre todo, los músicos caminan en un tempo muy lento que no está sincronizado con la música; a través de las calles de Catacaos caminan generalmente de a tres. Al preguntar a los músicos por qué no marchan sincronizados con la música, me topé nuevamente con la contradictoria humildad de los bajopiuranos, expresada, en este caso, en el comportamiento subordinado hacia la imagen: solo se cumple un servicio y uno mismo no debe figurar ni alardear; esta humildad los hace ganar prestigio ante la comunidad. Solo aquellos que realizan un fuerte esfuerzo corporal caminan con paso de marcha, pues sin un trabajo de grupo sincronizado su servicio no sería posible. El tempo lo determinan los cargadores, los músicos solo se adaptan a ellos.
Con el toque de la percusión, el tempo y la motórica toman diferentes formas que están en relación con el contexto y el espacio acústico; en la presentación de la banda, la percusión tiene por función llamar la atención de los oyentes; en la marcha, por su estructura en base a fórmulas rítmicas fijas, la improvisación de la percusión es limitada, pero es justamente este toque regular de la percusión en la marcha lo que invita a marchar y por ello estará en primer plano.
Un ejemplo del equilibrio acústico se observa en el ensamble de la banda durante la procesión: la música empieza insegura, con errores y “desafinada”; después de media o una hora el sonido mejora lentamente hasta alcanzar un punto máximo en el que los instrumentos de viento alcanzan su mayor grado de afinación y ensamblaje. Como la procesión dura toda la noche y los músicos mientras tanto hacen pausas para comer y beber (lo último, con obvias consecuencias), la música decaerá poco a poco hasta parecerse nuevamente al punto de partida:
El movimiento del cuerpo, voluntario o no, interactúa con el tempo de la música; en este proceso tienen una función práctica la gesticulación y la mímica, especialmente en la procesión, pues el director de la banda indica solo con contacto visual las entradas de los músicos.
Comunicación no verbal
La banda es el “alma sonora” de la fiesta, está presente en todos los actos oficiales y cuando no toca espera en la plaza a disposición de los contratistas. Cuantos más músicos toquen en la banda –6, 8 hasta 18– mayor será el prestigio de quien los ha contratado. Los músicos están uniformados con pantalón blanco y camisa de colores, así se les puede identificar entre la multitud cuando la plaza está llena y no están tocando; tan solo la vestimenta produce en el público una impresión positiva, oficial y de respeto.
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