Virginia Yep - Sin banda no hay fiesta
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La etnomusicología ofrece los métodos apropiados para un análisis libre de prejuicios, puede de esta forma ayudarnos a comprender mejor al grupo humano de esta región y convertirse así en un instrumento importante para la comprensión de los pueblos.
Me complace que exista este libro y le deseo a su autora que su trabajo llegue a muchas personas en el Perú y que las enriquezca tanto como a mí].
Prólogo
Las bandas de música tienen una presencia muy importante en la cultura popular en las poblaciones urbano-rurales de la costa del Perú, como ocurre en muchos países. En el norte del Perú las bandas están profundamente arraigadas y conllevan una práctica musical de sumo interés sostenida por las fiestas religiosas populares, especialmente las patronales, cuya música, tradicionalmente, está a cargo de estas bandas.
La investigación de Virginia Yep empieza definiendo el gran contexto religioso cultural en el cual se desarrolla la práctica musical de las bandas, relevando que “la banda de músicos, o simplemente ‘banda’, desempeña un papel fundamental como elemento que integra y articula el lenguaje ritual, en base al cual ha desarrollado su propio estilo musical”. El objetivo del trabajo es precisamente el estudio de las bandas centrado en la zona del Bajo Piura.
Yep manifiesta que las estructuras sociales aún determinan la práctica musical, aunque señala bien que se trata de una práctica musical que no forma parte ni del ciclo vital, ni del agrario; pero remarca el irremplazable valor de entretenimiento que las bandas ofrecen en las procesiones religiosas, en las paradas militares, etc., un valor de gran significado para la vida del pueblo que rompe la rutina diaria.
Poco se conoce aún sobre las bandas de la costa norte, incluyendo por cierto las del Bajo Piura; sin embargo es conocido el gran arraigo que las bandas tienen y el reconocimiento de que gozan. Estas bandas poseen una historia, en muchos casos bastante documentada, cuyo estudio podría ayudar a comprender la idiosincrasia, el modo de ser y de concebir la realidad y la vida de estos pueblos; particularmente la manera sencilla pero sólida como asumieron la religión católica. El cristianismo es fundamental para la formación cultural del Perú. Las fiestas populares que cohesionan a los pueblos y les confieren mucho de su sentido se sostienen en las devociones católicas que practican por siglos. Y más que en la doctrina la vigencia del cristianismo se basa en la vivencia emotiva y, sin duda, la música alienta y aviva esta emotividad colectiva.
Las bandas, señala Yep, están en relación estrecha con las organizaciones religiosas de la zona, su mejor clientela, las que han contribuido a su protagonismo en la vida musical del Bajo Piura y además han afianzado el concepto de que estas localidades son tierra de músicos. Catacaos, una de las poblaciones más importantes del Bajo Piura, se define como “tierra de músicos”; pero lo mismo ocurre en otros pueblos del norte como Mórrope o Monsefú en Lambayeque. Estos músicos, no cabe la menor duda, son profesionales, aunque alternan la música con otras actividades laborales. Poseen una instrucción que han adquirido generalmente por maestros de la propia localidad, aunque recientemente complementan estos estudios en las escuelas superiores (conservatorios) de música de las capitales departamentales. Los músicos han incursionado en diversos estilos de la música popular, comercial e inclusive hasta en la música clásica. Existen verdaderas dinastías de maestros con apellidos tradicionalmente reconocidos como de músicos. Podríamos plantear que gran parte del desarrollo musical de estas regiones tiene en las bandas y en las fiestas sus orígenes y que los músicos que surgen desde esas canteras son en gran medida el sustento de las diversas expresiones musicales que se van desarrollando con el impacto de la modernidad y de la cultura occidental.
La autora destaca la intensiva práctica religiosa que genera una práctica instrumental que se reconoce como típica. Las fiestas patronales, y en particular la Semana Santa, son el contexto de esta práctica que tiene como base un sistema de cargos de carácter tradicional que funciona adecuadamente para la celebración de las fiestas y que determina el éxito de las mismas.
El material para este trabajo es muy amplio, aunque muy bien acotado. Lo describe de manera precisa Yep; 89 grabaciones de audio, una documentación de video de dos horas, 20 entrevistas, 69 partituras y 180 fotos; fue recolectado en dos viajes, el primero en 1993, en la fiesta de Semana Santa en Catacaos; y el segundo en 1995, cuando amplió el espacio geográfico de su investigación de campo hacia Narihualá, La Arena y La Unión.
Yep establece, de manera precisa, cuáles son las interrogantes que constituyen el hilo conductor de su trabajo: independientemente de que toquen un tondero, una marcha o un valse, los bajopiuranos conocen solo un término: banda. ¿Cuáles son los elementos musicales para subordinar, por ejemplo, estos tres géneros en un solo término? En la banda, los músicos usan instrumentos europeos, tocan con partitura, tocan marchas y dan una imagen militar europea; ¿a qué se debe, pues, que mostrando estos elementos tradicionales aparentemente ajenos, todos afirmen que la banda “es la música más típica aquí”, y que esta se defina en suma como la música del Bajo Piura? Otras preguntas surgen para ayudar a responder la pregunta central, como: ¿en qué contexto y espacio se presentan las bandas?, ¿cuáles son las características musicales de la música de la banda? y ¿cuál es la relación de esta con la música de los criollos?
Lo anecdótico ha sido generalmente el elemento distintivo y constitutivo de la mayor parte de trabajos de investigación musical en el Perú, en particular en el norte. Yep destaca varios de estos trabajos que nos son bastante conocidos, a pesar de que las ediciones han sido siempre limitadas y no profesionales o no comerciales. Pero el trabajo de Yep puede ser considerado pionero en la medida de la seriedad de su método y de que se trata fundamentalmente, como la autora reconoce, de un trabajo de análisis musical.
Desde la perspectiva musicológica, es destacable sin duda el rigor del enfoque: el estudio de la melodía, de la armonía, de las formas y de la rítmica del material. Por cierto que destaca muy bien el sentido de la banda, es decir, del medio instrumental, como el medio que, según los bajo piuranos “hace más bonita la música”. Remarcable el análisis estilístico y el estudio de la práctica de ornamentación que connota una especie de persistencia de lo barroco que, quizá más que en la música misma, en los pueblos del Perú es un telón de fondo por la arquitectura y las pinturas y esculturas de las iglesias de los pueblos, algunas de ellas verdaderas joyas, como es el caso del templo de Sechura.
Destaco el detalle de haberle dado a cada parte un título “extra musical”, en cierta medida, a pesar de que el tratamiento metodológico es rigurosamente técnico y musicológico. Pero estos títulos contribuyen a marcar el carácter etnológico, la profundidad y el sentido un tanto testimonial del trabajo, que connota la identificación de la autora con el tema.
Algo clave en el trabajo es la forma como destaca la autora el reconocimiento social de una expresión típica por el pueblo mismo. Cuando consigna el testimonio de Alfonso Mena (1999) en el que manifiesta […] “cómo la gente se anima, especialmente si la banda es de aquí. Si viene de otro lado, tiene que adaptarse a las costumbres de aquí, de Catacaos. Por ejemplo, en la Semana Santa nadie puede tocar mejor que los “catacaos” mismos ( sic ), porque cuando el catacaos toca su marcha, la marcha fúnebre, la toca con un sentimiento único […]. Por eso los mayordomos no se atreven a contratar a otra banda de otro sitio, porque van a fracasar […]”.
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