Por otro lado tenemos a Parménides, que ideó una especie de ley de conservación de la materia y la energía. Juntando todos estos elementos llegamos a la filosofía de Demócrito. En él tenemos los cuatro elementos de Empédocles. La materia, según Demócrito, estaría formada por la combinación de elementos pequeños e indivisibles de estas cuatro especies a los que llamó “átomos” (que significa “indivisibles”). Los átomos ni se crean ni se destruyen y juntándolos en cantidades variadas dan lugar a toda la diversidad que vemos. ¿No es maravilloso? Simple, elegante, bello… Sin embargo, en esa época era imposible observar los átomos. Son demasiado pequeños para poder verlos. Y además su filosofía no fue apoyada por la gente de su tiempo, por lo que cayó en el olvido. ¿Alguien encontrará en el futuro los misteriosos átomos? ¿Dará alguien con el bloque fundamental que lo compone todo? ¿Quién será el héroe que se enfrente a la verdad y descubra el velo de la composición última de la materia? ¿Y las fuerzas que relacionan la materia, cuáles serán? ¿Cómo hace la naturaleza para mantener todo unido? Los griegos abrieron el camino, pero hubo que seguir buscando para encontrar respuesta a estas preguntas.
Ash, en su rápido viaje por la Grecia clásica, nos ha mostrado la importancia de las ideas simples en la comprensión del universo. Con tan sólo cuatro elementos y dos fuerzas los filósofos griegos fueron capaces de explicar cualquier fenómeno observable. A esto le añadieron la idea de los átomos, materia minúscula e indivisible que se combinaba de formas distintas para dar lugar a toda la variedad que observamos en nuestro entorno. Sin embargo, los griegos cometieron fallas y además este impulso cultural desapareció demasiado pronto. Aunque el procedimiento era el correcto, sus teorías no lo eran y ni siquiera tuvieron tiempo de comprobarlo.
Los años pasaron y el pensamiento cambió en Occidente varias veces. Vamos a dirigirnos a un nuevo periodo, al del surgimiento de la ciencia moderna, la que conocemos, cuando se impone la experimentación como base del conocimiento. Uno ya no se fía de lo que tal persona diga, sino que todo se pone a prueba: se hacen experimentos. Es lo que llamamos “método científico”. Es una nueva época en la que casi se va a empezar de cero, pero con otras reglas. Se busca la verdad sobre la composición del universo con el método científico.
Ahora la experimentación se ha hecho posible y con ella la química se alza como una rama fundamental de la ciencia. Comienzan a surgir elementos químicos, componentes de la materia de diferentes tipos. Vamos a viajar por la Europa del siglo XIX, que se encuentra en plena ebullición científica y está llevando a cabo una gran revolución intelectual. En este viaje nos va a acompañar otro héroe. Un viajero incansable, un individuo persistente y tenaz, un auténtico explorador, un curioso, un líder, una persona cuyas hazañas se cuentan allende los mares, un pequeño gran hombre. Bueno, no es, hablando estrictamente, un hombre, sino un hobbit. Pero es grande, eso sí. Les dejo con Frodo Bolsón, de Bolsón Cerrado.
En busca del átomo, por Frodo Bolsón
—Ya te decía yo, Sam, que las cosas sí pueden ir peor. Después de aquello de Mordor (¡qué viaje más mortífero!), ahora nos encargan esto de visitar la Europa de los científicos frikis. Pero ¿a quién le interesa esto de la ciencia? ¡Espera, que ya estamos en el aire! Bueno, pues aquí estamos Sam y yo, a punto de comenzar un viaje como los de mi tío Bilbo, con ogros y todo. En este caso los ogros son los inquisidores de la Iglesia, los que queman vivos a los científicos. Aunque parece que en esta época ya están más tranquilitos y creo que nos van a dejar en paz. El objetivo: ¡descifrar los secretos de la naturaleza! ¿No es apasionante? Recorreremos Europa desafiando el saber y sin lembas élficas. Perseguiremos la verdad allá donde se esconda hasta entender bien de qué está compuesto todo en el universo y en la Tierra Media. Viajaremos sin miedo al fracaso por los confines del mundo moderno, plagado de hombres ambiciosos y luchas de clases, sin más ayudas que nuestros cerebros de hobbit, mi querida Dardo, esta cota de malla que da un calor que no veas, sobre todo en verano, y este anillo, que no es el que forjaron los elfos. Ése me lo hicieron tirar al fuego. Este otro lo forjaron los chinos, lo compré en el todo a un euro
y también nos hace invisibles. Y eso está genial, Sam. Por cierto, Sam, tú tienes que estar calladito. Ahí, detrás de mí. No tienes que hacer absolutamente nada. Cuanto menos hagas, mejor. Sonríes cuando yo hable y de vez en cuando aplaudes. ¿Vale? Pues vamos, amigo, que el viaje comienza ya.
Esto de viajar en el tiempo genera confusión. Me ha dejado los pelos como los de TOM BOMBADIL. Y tú hueles a orco, Sam. Pero en fin, estamos en 1804, en Inglaterra. Y como puedes ver estamos a punto de presenciar un gran descubrimiento para la humanidad. ¿Ves cómo brilla Dardo? No es porque haya orcos cerca: ahora brilla cuando un gran descubrimiento está próximo a ocurrir. Hablaremos bajito y nos pondremos el anillo para que no se note nuestra presencia.
John Dalton, hijo de su padre y su madre, heredero de… Espera, que esto de decir de dónde viene cada persona a lo medieval es un rollo. Mejor vamos a lo concreto: Dalton es un químico inglés excelente que ha hecho grandes aportaciones a la ciencia. Por ejemplo, el estudio de problemas cromáticos en la visión, lo que viene a ser el daltonismo. También la ley de los gases y… lo que está estudiando mientras te cuento esto, Sam: la teoría atómica. Porque lo que está haciendo en este laboratorio se remonta a hace unos dos mil años, cuando algunos griegos dijeron que la materia estaba formada por partículas indivisibles, los átomos. Dalton, este chico tan simpático de aquí, lo está intentando demostrar. ¡Casi nada! Haciendo experimentos con compuestos sencillos, como agua o dióxido de carbono, ha observado algo muy interesante. Se ha percatado de que los compuestos químicos están formados por combinaciones de diferentes elementos. Así, el oxígeno, el nitrógeno, el fósforo o el carbono se combinan entre sí para dar compuestos diferentes. Y todo a través de elementos diminutos que no se pueden romper. ¡Los átomos!
¿Te acuerdas de lo que nos contó Ash de Demócrito? ¡Los hemos encontrado, tenemos los átomos! ¡Lo está descubriendo él, Dalton, ahora mismo!
Todos los átomos de un mismo elemento son siempre iguales, Sam, mientras que los átomos de diferentes elementos son distintos. Pero juntándolos podemos formar cosas más grandes, los compuestos. Es lo mismo que con las notas musicales: hay unas pocas que suenan siempre igual, pero puedes juntarlas de una forma para que suene la Quinta sinfonía de Bethoveen y de otra para que te salga Macarena. Si juntas los elementos de una forma tienes un compuesto y si los juntas de otra tienes… ¡otro compuesto! Todo está formado de unas pocas piezas fundamentales, ladrillos básicos, componentes elementales con los que construimos todo tipo de materia: los átomos. Son como piezas de Lego que reunidas de forma adecuada forman un castillo, un barco o un molino. Gracias, Demócrito: tú has dado el pase de gol y Dalton la metió en la portería.
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