C. Keil - Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores

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Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento – Profetas Menores de Johann F.C Keily y Franz J. Delitzsch. Esta serie es de referencia oblidaga en los estudios bíblicos y lingüísticos del Antiguo Testamento, y ahora incluye los Profetas Menores.
El preeminente comentario de la Biblia en español ahora incluye a los profetas menores. ¡Examinen el hebreo original como nunca antes!
Considerado el comentario por excelencia entre todos los comentarios del Antiguo Testamento, citado constantemente por todos los demás comentaristas, lingüistas y estudiosos de la Biblia, el «Biblischer Commentar über das Alte Testament», es un trabajo magistral de investigación filológica realizado por Johann Friedrich Carl Keil y Franz Julius Delitzsch, reconocido universalmente como la obra más completa, seria y erudita que se ha escrito sobre el Antiguo Testamento. Y ahora su trabajo sobre los profetas menores está finalmente disponible.
Constituye la mejor forma de aproximación a la complejidad del sentido original de las palabras utilizadas en el texto hebreo. Su virtud prncipal consiste en llevar a cabo un profundo análisis filológico de cada palabra importante en cada texto importante del Antiguo Testamento, dentro de su contexto, y de una manera asequible para quienes no dominan o incluso no tienen conocimiento alguno del hebreo.
Para ello, Keil y Delitzsch basan su exégesis en una traducción directa del hebreo de cada pasaje a comentar, buscando luego su apoyo textual en las traducciones antiguas, como la Septuaginta y la Vulgata. Luego, analizan ese texto a la luz del uso y sentido dado a esa palabra hebrea en otros pasajes de la Biblia. Después, incluyen en sus investigación los descubrimientos al respecto en áreas documentales científicas cercanas a la exégesis del Antiguo Testamento, como la historia y la arqueología. Y completan su comentario presentando la interpretación que de ese texto o palabra hicieron los Padres de la Iglesia y los Reformadores.

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Pues bien, si Oseas se hubiera limitado simplemente a indicar el tiempo de su misión a través de los reinados de los reyes de Judá, dado que el tiempo de su ministerio duró hasta el tiempo del rey Ezequías, podríamos haber asignado su comienzo a los años finales del reinado de Ozías, cuando había comenzado a mostrarse el declive del reino de Israel, de manera que podía haber previsto con facilidad su ruina. Pues bien, a fin de mostrar que el Señor revela a sus siervos unos acontecimientos incluso antes de que ellos sucedan (cf. Is 42, 9), era conveniente que se indicara con gran precisión el tiempo de la aparición de Oseas como profeta, nombrando para ello el reinado de Jeroboán.

Jeroboán reinó al mismo tiempo que Ozías a lo largo de 25 años, y murió el año 27 del reinado de ese Ozías, que le sobrevivió como rey unos 25 años más, de forma que murió el año 2 del reinado de Pekah, rey de reino de las diez tribus (cf. 2 Rey 15, 1. 32). Según eso, es evidente que Oseas comenzó su ministerio profético durante los 25 años en los que Ozías y Jeroboán reinaron al mismo tiempo, es decir, antes del año 27 del primero, y continuó profetizando hasta poco antes de la destrucción del reino de las diez tribus, dado que profetizó hasta el tiempo de Ezequías, en cuyo sexto año de reinado fue conquistada Samaría por Salmanasar, siendo destruido el reino de Israel.

El hecho de que solo se mencione a Jeroboán entre todos los reyes de Israel puede deberse al hecho de que la casa de Jehú, a la que él pertenecía, había sido llamada a reinar por el profeta Eliseo, por mandato de Dios, con el fin de desarraigar el culto de Baal en Israel, y que por esa razón Jehú recibió la promesa de que sus hijos se sentarían sobre el trono por cuatro generaciones (2 Rey 10, 30); en esa línea, Jeroboán, biznieto de Jehú, fue el último rey por medio del cual el Señor envió alguna ayuda a las diez tribus (2 Rey 14, 27).

Durante el reinado de Jeroboán alcanzó su mayor gloria el reino de las diez tribus. Tras su muerte se extendió un tiempo de larga agonía, y su hijo Zacarías solo fue capaz de mantener el trono durante medio año. Los seis reyes que le siguieron murieron todos, uno tras otro, por conspiraciones, de manera que la sucesión ininterrumpida y regular de los reyes cesó con la muerte de Jeroboán. A ninguno de ellos le habló Dios por medio de un profeta, y solo dos pudieron reinar por un tiempo más dilatado: Menajem, por diez años, y Pekah por veinte.

Por otra parte, las circunstancias por la que Oseas se refiere varias veces a Judá en sus profecías no implican en modo alguno que él fuera del reino de Judá. La opinión expresada por Maurer, según la cual un profeta israelita no se hubiera preocupado por Judá o que habría condenado con menos dureza sus pecados está fundada en una suposición poco bíblica, según la cual todos los profetas se hallaban influidos por simpatías y antipatías subjetivas como meros morum magistri (maestros de costumbres); en contra de eso, los profetas proclamaban solo la verdad, como instrumentos en manos del Espíritu de Dios, sin ningún tipo de respeto humano.

Si Oseas hubiera sido enviado desde Judá al reino de Israel (como el profeta de 1 Rey 13 o el profeta Amós), esto hubiera sido ciertamente mencionado sin duda en el encabezamiento, como en el caso de Amós, donde se cita la patria del profeta. Pero casos como estos eran excepciones pues, en aquel tiempo, eran más numerosos los profetas en Israel que en Judá.

En ese tiempo, en el reinado de Jeroboán, estaba viviendo y trabajando en su reino el profeta Jonás (2 Rey 14, 25); por otra parte, Eliseo, que había educado a grupos numerosos de jóvenes profetas para el servicio del Señor, en las escuelas de Gilgal, Betel y Jericó, había muerto hacía poco tiempo. El hecho de que un profeta que había nacido y realizada su ministerio en Israel aludiera en sus profecías al reino de Judá puede explicarse fácilmente por la importancia que ese reino tenía para Israel en su conjunto, tanto por las promesas que había recibido como por su mismo desarrollo histórico.

Las promesas que Dios había concedido a la casa de David, dentro del reino de Judá, constituían una razón firme para la esperanza de los hombres piadosos de todo Israel, dándoles la seguridad de que el Señor no abandonaría para siempre a su pueblo. El anuncio de los castigos que azotarían también a Judá a causa de su apostasía eran un aviso, dirigido a los judíos infieles, para que no se apoyaran falsamente en las promesas gratuitas de Dios, y para que tomaran en serio la severidad y exigencia del juicio de Dios.

Esto explica también el hecho de que mientras, por un lado, vincula la salvación de las diez tribus a su conversión a Yahvé su Dios y a David su rey (Os 1, 7; 2, 2), teniendo que advertir a los judíos que no pequen como hacen los israelitas (4, 15), Oseas amenace por otro lado a Judá, anunciando que sufrirá la misma ruina que Israel, a consecuencia de su pecado (cf. Os 5, 5. 10; 6, 4. 11, etc.).

Teniendo eso en cuenta, no pueden aceptarse las conclusiones que Ewald deduce de estos pasajes, según las cuales, al principio, Oseas solo se ocupó de Judá de un modo superficial, de manera que únicamente después, tras haber realizado su función en la parte norte del reino, vino a interesarse por Judá, completando allí su mensaje y vocación profética. Esta opinión va en contra del hecho de que ya en Os 2, 2 el profeta había anunciado indirectamente la expulsión de Judá de su propia tierra; más aún, esa opinión se funda en el falso prejuicio según el cual el profeta concebía sus percepciones y juicios subjetivos como inspiraciones de Dios.

Conforme al encabezamiento de su libro, Oseas ejerció su oficio profético a lo largo de sesenta o sesenta y cinco años (27/30 años bajo Ozías, 31 bajo Ajaz y el resto bajo Ezequías). Este dato concuerda con el contenido del libro. Os 1, 4 anuncia como algo próximo el derrocamiento de la casa de Jehú, cosa que sucedió once o doce años después de la muerte de Jeroboán, el año 39 del reinado de Ozías (2 Rey 15, 10.13). Por otra parte, conforme a la explicación más probable de este pasaje, Os 10, 14 menciona la expedición de Salmanasar en Galilea, cosa que ocurrió (conforme a 2 Rey 17, 3) al comienzo del reinado de Oseas, el último de los reyes de Israel.

Finalmente, la nueva invasión de los asirios que el profeta Oseas anuncia en forma de amenaza no puede ser otra que la expedición de Salmanasar en contra del rey Oseas, que se había rebelado en contra de él, expedición que culminó en la toma de Samaría, después de tres años de asedio, con la destrucción del reino de las diez tribus, en año 6 del reinado de Ezequías en Judá (año 721 a. C.).

Los reproches contenidos en Os 7, 11 (llaman a Egipto, van a Asiria) y en 12, 1 (pactan con los asirios, mandan presentes a Egipto) nos sitúan en el mismo período, pues se refieren claramente al tiempo del rey Oseas quien, a pesar del juramento de fidelidad que había realizado con Salmanasar, quería comprar la ayuda del rey de Egipto, enviándole regalos, a fin de que le ayudara a sacudir el yugo de los asirios.

La historia no conoce ninguna alianza anterior entre Israel y Egipto, y la suposición de que, con estos reproches, el profeta se está refiriendo simplemente a la existencia de dos partidos políticos (uno a favor de los asirios, otro a favor de los egipcios) no puede compaginarse con el resto del pasaje. Esa opinión no puede apoyarse tampoco en Is 7, 17, ni en Zac 10, 9-11, al menos por lo que se refiere a los tiempos en que reinaba Menajem. Tampoco se puede inferir de Os 6, 8 y 12, 11 que el ministerio activo del profeta no se extendió más allá del reinado de Jotán, con el argumento de que, conforme a estos pasajes, Galaad y Galilea, que habían sido conquistadas y despobladas por Tiglatpileser, a quien Ajaz llamó a su ayuda (2 rey 15, 29), se hallaban todavía en posesión de Israel (Simson).

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