- Comentarios hebreos medievales al libro de Amós, Comillas, Madrid 1987.
Schwantes, M., Ageo, Aurora, Buenos Aires 1987.
Simián Jofré, H., El desierto de los dioses: teología e historia en el libro de Oseas , Almendro, Córdoba 1993.
Wolff, H. W., La hora de Amós, Sígueme, Salamanca 1984.
- Oseas hoy . Las bodas de la ramera , Sígueme, Salamanca 1984.
Zorrila, H., Miqueas: Portavoz del campesinado. Una voz que no puede ser silenciada, Semilla, Guatemala 1995.
En nuestras ediciones de la Biblia hebrea, el libro de Ezequiel viene seguido por el libro de los doce profetas (tw/n dw,deka profhtw/n, cf. Sir 49, 10), llamado por los rabinos Los Doce (rf'[' ~ynEv.), a los que se les viene llamando desde tiempo inmemorial Los Doce Profetas Menor es ( qetannîm, minores), porque sus profecías, tal como han sido transmitidas hasta nosotros en forma escrita, son menos voluminosas, en comparación con los libros mayores de los profetas Isaías, Jeremías y Ezequiel 1.
Cuando se compiló el canon, estos doce escritos fueron reunidos, formando un único volumen. Esto se hizo a fin de que no se perdiera alguno de ellos, a causa de su menor tamaño, en el caso de que se editaran por separado, como observa Kimchi en su Praef. Comm. in Ps, citando una tradición rabínica. Ellos fueron reconocidos, por tanto, como un libro mono,bibloj, to, dwdeka pro,fhton (cf. mi Lehrbuch der Einleitung in d. A. T. &156 y 216, nota 10 ss.). Sus autores vivieron y trabajaron como profetas en diferentes momentos, desde el siglo IX a. C. hasta el V a. C. De esa forma, estos libros proféticos ofrecen no solo los testimonios proféticos más antiguos, sino también los últimos, en relación con la historia futura de Israel y del Reino de Dios y también con el desarrollo progresivo de ese testimonio.
Según eso, cuando los miramos en conexión con los escritos de los profetas mayores, ellos incluyen todos los elementos esenciales de la palabra profética, por medio de la cual Dios ha equipado a los israelitas para los tiempos futuros que estarán marcados por el conflicto con las naciones del mundo, enriqueciéndoles así con la luz y poder de su Espíritu, de manera que (a diferencia de los pueblos incrédulos) sus siervos fueran capaces de anunciar la destrucción de los imperios pecadores, y la dispersión del pueblo israelita rebelde entre las naciones, anunciando también, para consuelo de los creyentes, la liberación y conservación de una semilla santa, con el triunfo eventual (final) de su reino sobre los poderes hostiles.
En la disposición de los doce libros, el principio cronológico ha determinado el orden en que aparecen los profetas del tiempo preasirio y del tiempo de los asirios, de forma que ellos se sitúan los primeros (desde Oseas a Nahún), siendo los más antiguos. Después siguen los profetas del tiempo de los caldeos (Habacuc y Sofonías); y, finalmente, la serie acaba con los tres profetas que son posteriores a la cautividad (Ageo, Zacarías y Malaquías), que aparecen en el orden en que ellos actuaron 2.
De todas formas, dentro del primero de esos grupos no se sigue estrictamente el criterio cronológico, sino que el orden viene también determinado por la naturaleza del contenido de los libros. Jerónimo afirmaba en este punto que los profetas que no pusieron en el título de sus libros el tiempo en que ellos profetizaron debieron actuar en el mismo tiempo que lo hicieron los autores de los libros anteriores, en lo que se ofrece la fecha de su composición, ( Praef. In 12 Proph. ). Pero esta afirmación no se apoya en base sólida, sino que proviene de una mera conjetura, que además resulta errónea, pues Malaquías no profetizó en el tiempo de Dario Hystaspes, como lo hicieron los autores de los dos libros anteriores.
Por otra parte, hay profetas de los que se puede afirmar que el puesto que ocupan en el conjunto de los doce profetas no es tampoco correcto. Joel y Abdías no comenzaron a profetizar bajo Ozías de Judá y Jeroboán II de Israel, sino que comenzaron su misión antes de ese tiempo. Así Abdías profetizó antes de Joel, como es obvio por el hecho de que Joel 2, 32 introduce en su anuncio de salvación las palabras que utiliza Abdías 17: “Y en el Monte Sión habrá liberación”, y lo hace de un modo que es equivalente a una cita directa, utilizando la expresión “como el Señor ha dicho”.
Ciertamente, Oseas debería situarse cronológicamente después de Amós, y no antes que él si se observara un orden estricto. Ciertamente, según el encabezamiento de los libros, tanto Oseas como Amós profetizaron bajo Ozías y Jeroboán II. Pero Oseas continúo profetizando por un largo tiempo después de Amós, que había comenzado su ministerio antes que él.
El orden adoptado para ordenar los libros de los primeros profetas menores parece haber sido más bien el siguiente: Oseas fue colocado a la cabeza, porque su libro es el más extenso, como sucede en las cartas de san Pablo, en las que se coloca al principio la carta a los Romanos, a causa de su mayor amplitud. Después siguieron las profecías que no tenían una fecha en su encabezamiento, y fueron ordenadas de tal modo que un profeta del reino de Israel se emparejó siempre con uno del reino de Judá, es decir, Oseas con Joel, Amós con Abdías, Jonás con Miqueas y Nahún el galileo con Habacuc el levita.
En casos particulares influyeron también otras consideraciones. Así, Joel se emparejó con Oseas, a causa de su mayor apertura y Abdías con Amós porque su libro era más pequeño (incluso el más pequeño de todos); y Joel fue colocado antes de Amós porque este último comienza su libro con una cita de Joel 3, 16: “Yahvé rugirá desde Sión…”. Hay también otra circunstancia que puede haber llevado al emparejamiento de Abdías con Amós, y es el hecho de que el libro de Abdías puede ser tomado como una expansión de Am 9, 12: “que ellos puedan poseer el resto de Edom”.
A Abdías le sigue Jonás, antes que Miqueas, no solo porque Jonás vivió en el reino de Jeroboán II, que era contemporáneo de Amasías y de Ozías, mientras que Miqueas no apareció hasta el reinado de Jotán, y también, posiblemente, porque Abdías comienza con las palabras “hemos oído noticias de Judá, y un mensajero es enviado entre las naciones”, y ese mensajero fue de hecho Jonás (Delitzsch).
En el caso de los profetas del período segundo (tiempo de exilio) y tercero (del postexilio), los organizadores del libro conocían bien el orden cronológico, de forma que fue ese orden el que determinó la colocación de los libros en el conjunto. Ciertamente, en los libros de Nahún y de Habacuc no se menciona la fecha de la composición; pero, partiendo de la naturaleza de sus profecías, es evidente que Nahún, que profetizó la destrucción de Nínive, capital del Imperio asirio, debió haber vivido (o por lo menos trabajado) antes que Habacuc, que profetizó sobre la invasión caldea.
Y finalmente, cuando pasamos a los profetas posteriores a la cautividad, en el caso de Ageo y de Malaquías, en la fecha de su composición se indica no solo el año, sino también los meses. Y por lo que respecta a Malaquías, el autor de la colección de los doce libros sabía que Malaquías era el último de los profetas, por el hecho de que la colección fue completada, si no en el tiempo de su vida y con su colaboración, sino ciertamente muy poco después de su muerte. Este es el orden cronológico correcto, en la medida en que se puede deducir, con una tolerable certeza a partir del contenido de los distintos libros, y teniendo en cuenta la relación de unos profetas con otros. Este es pues el orden de surgimiento de los libros, y la relación en la que están unos con otros, incluso en el caso de aquellos profetas en cuyos libros no se indica la fecha de la composición:
Читать дальше