—Sí, claro.
—¿De veras crees que tu madre nos dejara ir a vuestro estudio en la montaña?
—¡Sí, claro!
Unas seis horas más tarde los dos salían del portal de la casa de Iván y emprendían la bajada de Andrés Mellado..., ¡como prevé mi mano, al caminar, el movimiento de tu cadera!...
—Si quieres, andamos hasta tu casa en Diego de León.
—¿De verdad me acompañas hasta allí?
—Sí, sí...
—¡Gracias! Justo estaba pensando que no me apetecía para nada coger el metro. ¿Nos paramos en el Comercial?
Después de haber alzado un instante la vista hacia lo estrellado:
—Sí, la noche está muy abierta, paramos en el Comercial, claro.
Nueve días más tarde, el sábado 17 de junio, cerca de las 10:30, Iván estaba tendido en su cama, Yukari estará tomando el autocar para Salamanca, y al volver del cuarto de baño, Virgilio:
—¿Tomamos una cerveza en el Woody?
—Buena idea.
El Woody estaba casi enfrente, a unos cincuenta metros en diagonal del edificio de su casa. Ocupaba la esquina de Andrés Mellado con Joaquín María López. Franquearon su entrada, que estaba en esta última calle, y bajaron unos escalones. El suelo del local estaba aproximadamente un metro sesenta bajo la calle y una luna de medio metro de alto se extendía en los tres metros aproximados del corte de la esquina entre Joaquín María López y Andrés Mellado. Al estar de pie, su visión empezaba a ras del suelo de la calle hacia un más arriba más clareado... Pero no se quedaron de pie en la barra, y, con sendas jarras de cerveza y un platillo de aceitunas condimentadas, fueron a sentarse en una mesa adosada a la pared. La luna del corte les quedaba atrás, un poco arriba de sus cabezas, y Virgilio:
—Oye, te quería preguntar: ¿hay una universidad en Cannes?
—No, la hay en Niza; está como a treinta kilómetros.
—¿Tal vez vas estudiar allí el año que viene?
—Nooo, ¡estoy harto de la Costa Azul!
—Pero si tiene fama de sitio superbello.
—Y lo será, pero no lo soporto ni en pintura...
Iván se lanzó a beber un trago largo para esconder su semblante descompuesto en la jarra y Virgilio, dándose cuenta, está a punto de venirse abajo, lo acompañó con un trago parejo... Posaron sus jarras en la mesa, qué luz más lúgubre en sus ojos, pero se está controlando; le hablo de otra cosa, le digo lo de Lyon...
—Pues tal vez yo estudiaré en Francia el año que viene. Me enteré de una formación para sacar el diploma de aviador que no resulta tan cara; está muy cerca de Lyon. A ver, si tengo plaza, me abriría bastantes posibilidades…
Iván, sin saber nada del tema excepto que le sonaba un aeropuerto en la ciudad de Bron, al lado de Lyon, le dijo que intuía que tendría una vida agradable y tranquila allí y añadió:
—No conozco Lyon pero se dice que es una ciudad muy secreta. Estoy seguro de que van alucinar con el latino tranquilo que eres...
Horas más tarde, eran cerca de las 19:30, Iván encontró a Carlos, Ramón y Xosé en el bar Rosado...
—¿Tenéis algún plan para esta noche?
—Pues no.
—Nada, ningún plan.
—Yo tampoco.
Entonces Iván avanzó:
—Yo voy a ver a Dolores en el sótano de Rodríguez San Pedro...
—¿Seguro que tocan allí esta noche?
—Sí.
—¡Es buen plan!
—Pero mejor vamos yendo ahora mismo, así podemos comer algo en el bar de Fernández de los Ríos...
—Sí, ¡vámonos!
—¡Vámonos, que nos vamos!
Pocos minutos más tarde estaban en el bar de Fernández de los Ríos y habiéndose zampado ya su hamburguesa, Iván jarra en mano se acercaba al escaparate. Le daba suma tranquilidad oír las voces de los tres amigos conversando con la señora, más que miraba no llegaba a distinguir la cima del edificio enfrente, Dios, pienso en Manhattan con sus rascacielos...
Seis días más tarde, el viernes 23 de junio, cerca de las 23:30, Iván bajaba por la calle Princesa... Al llegar a la plaza de España torció a la derecha... Un poco antes de Martín de los Heros torció otra vez a la derecha encontrándose en una calle sin salida para los vehículos que a los sesenta metros terminaba en una plazoleta con sentido giratorio en torno a una «isla» muy reducida: un círculo de unos dos metros de diámetro con hierba y arbolito en el centro.
La plazoleta que comunicaba con la plaza de los Cubos y Martín de los Heros por dos galerías comerciales tenía coches aparcados en batería en su periferia; más allá de ellos se veían una pizzería, otro restaurante y cerca de la entrada en la esquina noroeste de la galería para la plaza de los Cubos, la visión de una puerta completamente opaca atrajo a Iván. Era de una discoteca... Con su billete de entrada pidió un cuba libre, se sentó en un sofá y empezó a pasarlo bien viendo unas chicas bailando al son de la música disco bajo unas luces que se movían extremadamente rápido, pero también por momentos apreciaba la dulzura de la oscuridad circundante con siluetas en las mesas...
Tres chicas, dos venían de la pista de baile y la tercera se había levantado de una mesa. Se sentaron en la mesa vecina y al poco tiempo entablaron conversación con él...
Cerca de las 2:45 de la mañana los cuatro se levantaban ya para irse...
—Tenemos coche, ¿te llevamos a tu casa?
Segundos más tarde la primera, llegando fuera:
—¡¡ESTÁ NEVANDO!!
—¡JODER, QUÉ COSA!
Estaban maravillados con los copos cayendo en espiral, y una de ellas:
—¿OS DAIS CUENTA? ¡ESTÁ NEVANDO EN EL 24 DE JUNIO EN MADRID! ¡¡ES INCREÍBLE!!...
Cerca de las 20:30 de ese mismo sábado, Carlos, Ramón, Xosé e Iván salieron del Cleo con el objetivo de ir a El Antro más Distinguido. Carlos empezó a cantar a pleno pulmón:
—EL CALOR ME MATA…
Se juntaron Ramón y Xosé:
—LA LLUVIA ME PERVIERTE, ¡CUANDO NIEVA EN SEVILLA QUIERO VERTE!
Iván musitaba, a lo más canturreaba... A mitad de camino, con esta canción ya visitada y revisitada, Ramón arrancó con:
—ME JUNTO CON TODA CLASE DE DELINCUENTES, A VECES COMEN EN FRÍO Y OTRAS EN CALIENTE...
Según el momento, se respondían uno al otro o cantaban en coro, Iván seguía igual de discreto, pero cuando llegaron al coro, al fin se atrevió a clamar:
—¡DE MI ABANICO DE CRISTAL!, ¡¡¡DE MI ABANICO DE CRISTAAAAAL!!!
Al haber terminado la canción Carlos:
—¡¿Habéis visto cómo se ha desmadrado Iván?!
—¡Sí, está que se sale!
Ramón, ya en la entrada de El Antro Más Distinguido, miró a sus tres compañeros, atrás, y sonriendo:
—Señores: ¡ahora empieza el viaje!...
Tiró de la puerta para abrirla, sonaba Down by the River.
Ocho días más tarde, el jueves 29 de junio, Yukari e Iván partieron en tren hacia Cannes... La madre de Iván no accedió a darles las llaves del estudio en la montaña pero les compró una tienda de campaña y pasaron dos semanas en un camping de Séranon, a poco más de mil metros de altitud.
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