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UN HOMBRE PARA UN DESTINO
Portada UN HOMBRE PARA UN DESTINO
Página de créditos Página de créditos Un hombre para un destino V.1: Septiembre, 2020 Título original: Hate Notes © Vi Keeland y Penelope Ward, 2018 © de la traducción, Isabel Fuentes García, 2020 © de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020 Todos los derechos reservados. Los derechos morales de las autoras han sido reconocidos. Diseño de cubierta: Lorado | Mat Hanley | iStock Publicado por Chic Editorial C/ Aragó, 287, 2º 1ª 08009 Barcelona info@principaldeloslibros.com www.principaldeloslibros.com ISBN: 978-84-17972-26-4 THEMA: FR Conversión a ebook: Taller de los Libros Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Sobre este libro Un hombre para un destino «Todo empezó con un vestido…» Cuando entré en aquella tienda de segunda mano, allí estaba: el vestido perfecto, con plumas y… una misteriosa nota de un tal Reed Eastwood. Parecía el hombre más romántico del mundo, pero nada más lejos de la realidad. Es arrogante y cínico, y ahora, además, es mi jefe. Necesito descubrir la verdad tras esa preciosa nota y nada me detendrá. Un relato sobre segundas oportunidades best seller del Wall Street Journal «Keeland y Ward se unen para escribir una novela contemporánea dulce y divertida… Perfecta para evadirse.» Publishers Weekly «Un hombre para un destino es una lectura divertida, apasionada y emotiva; una historia de amor a fuego lento.» Harlequin Junkie
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Epílogo
Agradecimientos
Sobre las autoras
Página de créditos
Un hombre para un destino
V.1: Septiembre, 2020
Título original: Hate Notes
© Vi Keeland y Penelope Ward, 2018
© de la traducción, Isabel Fuentes García, 2020
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020
Todos los derechos reservados.
Los derechos morales de las autoras han sido reconocidos.
Diseño de cubierta: Lorado | Mat Hanley | iStock
Publicado por Chic Editorial
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
info@principaldeloslibros.com
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-17972-26-4
THEMA: FR
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Un hombre para un destino
«Todo empezó con un vestido…»
Cuando entré en aquella tienda de segunda mano, allí estaba: el vestido perfecto, con plumas y… una misteriosa nota de un tal Reed Eastwood. Parecía el hombre más romántico del mundo, pero nada más lejos de la realidad. Es arrogante y cínico, y ahora, además, es mi jefe. Necesito descubrir la verdad tras esa preciosa nota y nada me detendrá.
Un relato sobre segundas oportunidades best seller del Wall Street Journal
«Keeland y Ward se unen para escribir una novela contemporánea dulce y divertida… Perfecta para evadirse.»
Publishers Weekly
«Un hombre para un destino es una lectura divertida, apasionada y emotiva; una historia de amor a fuego lento.»
Harlequin Junkie
Para Kimberly, por encontrar el hogar adecuado para Reed y Charlotte
Hace un año, no me habrían pillado ni muerta en un sitio así. A ver, aclaremos una cosa: no soy una esnob. De pequeña, mi madre y yo pasábamos horas en busca de conjuntos en tiendas de segunda mano. Y eso era cuando se conocían como tiendas solidarias y se encontraban, en su mayoría, en barrios de gente trabajadora. Hoy en día, la ropa de segunda mano recibe el nombre de vintage y se vende en el Upper East Side por una pequeña fortuna.
Vamos, que lo de «ligeramente usado» no era ninguna novedad para mí, ni siquiera antes de la gentrificación de Brooklyn.
No, que fuera de segunda mano no me importaba. El problema de los vestidos de novia usados son las historias que me imaginaba que tenían.
«¿Qué hacen aquí?».
Saqué un Vera Wang con escote corazón, corpiño cruzado y falda de tul en cascada del perchero. «Expectativas propias de cuentos de hadas. Divorciados al cabo de seis meses». Un delicado vestido con encaje de corte sirena diseñado por Monique Lhuillier. «El novio murió en un terrible accidente de coche». La novia que nunca llegó al altar debió de donarlo, destrozada, a la iglesia para su mercadillo anual de segunda mano. Y una compradora astuta lo encontró, lo compró por una ganga y recuperó su inversión con creces al revenderlo.
Todos los vestidos de segunda mano tienen una historia y la mía se incluía en la categoría «Resultó que era una rata que me engañaba». Suspiré y volví al mostrador, donde dos mujeres discutían en ruso.
—Es de la colección del año que viene, ¿sí? —preguntó la mujer más alta, que tenía unas cejas pintadas desiguales y extrañas.
Traté de no mirarlas, pero fui incapaz.
—Sí, es de la colección de primavera de Marchesa.
Habían estado hojeando los catálogos, aunque veinte minutos antes, al entrar, les había dicho que el vestido era de una colección que todavía no estaba a la venta. Supongo que querían hacerse una idea de los precios originales del diseñador.
—No creo que lo encuentren ahí. Mi suegra… —me corregí al momento—… Mi exsuegra está emparentada con uno de los diseñadores, o algo así.
Las mujeres me observaron un instante y retomaron su discusión.
«Vale».
—Supongo que necesitan más tiempo —murmuré.
Hacia el fondo de la tienda, encontré una sección llamada «echo a medida». Sonreí. A la madre de Todd le habría dado un infarto si la hubiera llevado a una tienda con carteles llenos de faltas de ortografía. Ya se había quedado atónita cuando fuimos a ver vestidos de novia a una tienda en la que no le sirvieron una copa de champán mientras yo me probaba los vestidos. Dios, el estilo de vida de la jet set me había nublado el juicio y había estado a punto de convertirme en una de esas zorras estiradas.
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