Teresa Solbes - La venganza, placer de los dioses

Здесь есть возможность читать онлайн «Teresa Solbes - La venganza, placer de los dioses» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La venganza, placer de los dioses: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La venganza, placer de los dioses»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Corre el año de 1936 en Barcelona, España. Soledad queda, como muchas otras personas, en medio de la guerra entre nacionales y anarquistas. Al tratar de huir a Francia, ella y su marido, sufren un accidente y él es encarcelado, pero dado que no militó, hay muchas probabilidades de que lo indulten. Mientras espera, ella trata de mantener una vida unida con sus tres hijos, tiene un trabajo y los domingos van a la ópera.
Una de esas tardes de ópera, una voz, muy parecida a la de su hijo, grita ¡fuego! Y se desata la desbandada de personas que buscan la salida. Horas después, entre escombros y cadáveres, encuentra a sus hijas muertas. El muchacho no está en ningún lado.
Esto quiebra a la mujer, pero se sostiene de la esperanza del indulto a su marido. Un viejo conocido que tiene un alto cargo en la milicia le comunica que es un hecho, Sebastián saldrá libre. Y sí, llega el telegrama que notifica la fecha, pero horas antes, se presentan un par de elementos de la guardia civil a notificarle que su marido fue fusilado el día anterior y que sus restos están en el cementerio de Montjuic.
Soledad pasa por la desesperación, la negación y el desánimo hasta sumirse en la depresión. El mismo conocido le informa que alguien hizo un cambio de nombres en la lista y después de un rato suelta un nombre. A partir de ese momento, Soledad revive para buscar venganza .

La venganza, placer de los dioses — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La venganza, placer de los dioses», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Y así también, poco a poco, vacía su historia inmediata sobre aquella rectangular mesa donde su amigo la escucha: De nada les sirvió el intento de cruzar la frontera para refugiarse en Francia, como hicieron muchos republicanos con más suerte. Él, Sebastián, no la tuvo.

—No, ninguno de los dos tuvimos fortuna —dice Soledad.

Simón mira hacia la calle a través de los visillos que cubren el balcón, al que ha ido acercándose mientras ella le explica cómo fue que estando muy cerca de la meta no lograron alcanzarla; el destino tenía otros planes.

La profunda herida en la pierna por causa del accidente que sufrieron cuando a campo traviesa corrían con la Guardia Civil pisándoles los talones, trastocó sus deseos. Sucedió que al tomar de nuevo la carretera, mojada por la lluvia que cayó durante toda la tarde con intensidad, Sebastián no pudo frenar y rodaron por aquella bajada hasta aterrizar sobre unos matorrales de zarzas y flores silvestres bastante crecidas.

—Ahí permanecimos agazapados con el miedo apretado en el estómago unos minutos que se hicieron interminables, vendiendo nuestras almas al diablo con tal de no ser descubiertos.

Él la escucha sentado de nuevo en el sillón, a donde ha regresado con sigilo para no distraerla.

—Por suerte anochecía y pude distinguir las luces de las otras dos motos que conducían los perseguidores. Pasaron de largo casi por encima de nuestras cabezas. La curva donde Sebastián perdió el dominio de la máquina nos hizo derrapar y despeñarnos, siendo a la vez nuestra salvación. “Al menos de momento”. Comenté en voz alta convencida de que mi marido me escuchaba. Pero no fue así… Sebastián se había desmayado…

Y sentada en el banco de madera, mientras recuerda la entrevista con Simón, revive el suplicio del accidente.

Sobre la pierna izquierda, el manillar y el freno del mismo lado, como lanza afilada, le atraviesan aquellas carnes por donde a borbotones la sangre no para de fluir. Ella, al percibir la gravedad, raja su combinación de lino y forma unas vendas con las que trata de detener la hemorragia; llega a pensar que lo ha logrado, pero no; el líquido rojo avanza mientras dibuja en sus augurios siniestras figuras que podrían ser de otros infiernos salvo que este es real, de aquí, de la tierra, diseñado por seres humanos. La mujer, desesperada al intuir que aquello no cesaría, pregunta ¿qué puedo hacer, Dios mío?

Como respuesta: el silencio de la noche que calla cuando el alma tiembla de pánico.

—No sé cuánto tiempo duró aquella quietud, lo único que recuerdo es que después de la tregua comencé a percibir el ruido de un motor que se acercaba, y dando gracias a quién sabe quién, subí la cuesta y en un tris, me clavé en medio de la carretera. “Pararán, a fuerzas me tienen que ver y se detendrán”. Alcé la voz al pedir auxilio. El frenazo en seco que dio el camión me trajo la confianza aunque solo por unos segundos, pues el militar que vi bajar del vehículo portaba el uniforme del ejército franquista. Ese hombre, mientras se me acercaba preguntando en tono cordial si me sucedía algo, cuando reconoció a Sebastián como a uno de los contrarios, cambió la amabilidad por odio y, de inmediato, entró en acción el salvajismo. Se nos acercaron otros dos soldados y sin importarles el estado en que se encontraba el herido lo arrastraron hasta el vehículo, y como si fuera un fardo lo metieron en el camión junto a otros, seguramente también requisados en la contienda. A mí me empujaron y caí sobre él quedando cuerpo a cuerpo, sentía su sangre. A los poco segundos ese líquido tibio nos fue calando hasta la médula. En ese momento pensé en nuestros hijos: qué bien que se habían quedado con mis padres.

Termina su relato Soledad y entra en llanto, pero no son lágrimas lo que derrama, lo que resbala por su cara es el quejido reseco del dolor cuando no puede más. Al verla tan deshecha, Simón se levanta y, cortando la distancia que los separa, la acerca hacia sí con el ánimo de confortarla.

Si Soledad abre los ojos, descubrirá la cínica sonrisa que dibujan los finos labios del amigo, pero no, no averigua nada fuera de la comprensión que este le demuestra mientras ella solloza.

—Tranquilízate, Sebastián aparecerá, ya lo verás, aparecerá… —dice mientras la abraza con suavidad estudiada, a la vez que deja volar la mente hasta aterrizarla en el punto justo. Es entonces cuando su cinismo empuja la pregunta: ¿Qué beneficio podrás sacar de tal situación? De momento no encuentras la respuesta, que no te preocupe demasiado: el azar tiene sus esquinas, ¿no es eso lo que sueles repetirte cuando ciertas dudas te asaltan?

VII

Simón averiguó que a Sebastián y a otros cuatro detenidos el mismo día por los alrededores de la frontera de Portbou, los llevaron de la seca a la meca hasta que a él y a otro compañero de suerte los registraron como presos limpios de sangre, es decir, que no pesaba sobre ellos ningún crimen, por lo tanto los consignarían a la Cárcel Modelo de Barcelona.

Cuando el amigo habló con Soledad para darle el resultado de sus pesquisas, también le dijo que no tenía idea del tiempo que el preso iba a permanecer encarcelado; trató de darle fuerzas al aconsejarle que no tuviera miedo:

—Si bien es cierto que nos encontramos en plena guerra, también lo es que los fusilamientos se revisan con cuidado. Seguro tu marido saldrá de la cárcel en cuanto comiencen a concederse los primeros indultos y, mientras la libertad llega, conseguiré que puedas ir a visitarlo cuanto antes.

Lo cierto es que para Soledad los días se perfilaban de inquietud permanente, injertada en esa hostilidad española que parecía no tener fin. Mientras tanto, la bruma de la guerra ahuyentaba a los espíritus del bien dando paso a las almas tenebrosas quienes, sobre tumbas improvisadas, seguirían decorando el paisaje de cruces.

Como bandadas de pájaros, los recuerdos llenan la cabeza de Soledad que sigue ahí, en el viejo banco de madera, frente al Molino Rojo del Paralelo, en Barcelona.

Desde que apresaron a su marido la vida ya no ha sido la misma para nadie. Sole gasta los días en un ir y venir de la cárcel a casa, de casa al trabajo… Se ocupa de los niños tratando de que sus vidas transcurran dentro de la mayor normalidad posible. Los tres conocen que a papá lo llevaron preso por asuntos de política y creen firmemente en lo que mamá les promete.

—En cuanto empiecen los indultos saldrá de los primeros, ya que nada malo ha hecho, simplemente trabajar en el bando de los que perdieron.

Días después de que apresaran a Sebastián, los padres de Soledad la hicieron titubear cuando fue a Esparraguera en busca de los chicos, la idea era que los hijos se quedasen con los abuelos hasta que el peligro hubiera pasado; una vez instalados en Francia volverían a encontrarse los cinco; sin embargo ese cuento de hadas no tuvo el final feliz que ellos diseñaron a base de desearlo con todas sus fuerzas.

Ella dudó mucho sobre lo que más les convendría a los niños, ya que su padre no cesaba de insistir en que ella y los nietos se quedaran ahí, aquel era un pueblo tranquilo y la comida no escaseaba. Aun así, se decantó por volver a la capital. Allí se hallan los colegios, su casa y la posibilidad de encontrar trabajo. A pesar de que los aires estaban revueltos y eran muchos los obstáculos a vencer, contaba con amigos y tocaría todas las puertas que fuera necesario. Además, ahora que sabe dónde está Sebastián con más razón, porque la Cárcel Modelo también se ubica allí y la mujer quiere estar cerca de él, llevarle a los pequeños, que los mire aunque sea a través de las rejas.

—Después de la tempestad vuelve el sosiego —se dice una y otra vez cuando las dificultades la empapelan. La vida no se detiene y Soledad tampoco. Los chicos van al colegio, la ayudan en casa y los domingos, a pesar de la guerra, ella los lleva al teatro como hicieron siempre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La venganza, placer de los dioses»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La venganza, placer de los dioses» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La venganza, placer de los dioses»

Обсуждение, отзывы о книге «La venganza, placer de los dioses» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x