1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 —No existe la supervivencia cuando conduce ese imbécil —dijo Wymack—. Solo te queda escoger entre ataúd abierto o cerrado.
—Oye, oye —se quejó Nicky—. Eso no es justo.
—La vida no es justa, lerdo. Supéralo. ¿Por qué seguís aquí?
—Ya nos íbamos —dijo Andrew—. Hasta luego. ¿Se viene Neil con nosotros?
—¿Adónde? —preguntó Wymack, suspicaz.
—Joder, entrenador, ¿qué clase de gente crees que somos? —dijo Nicky.
—¿De verdad quieres que te conteste?
—Íbamos a llevarlo a la cancha —dijo Aaron—. Después podemos acercarlo a casa de Abby. No necesitas que se quede aquí, ¿no?
—Solo necesitaba darle esto. —Neil atrapó al vuelo las llaves que Wymack lanzó en su dirección. Eran dos anillas entrelazadas, con dos llaves en una de ellas y tres en la otra. Las observó mientras Wymack contaba con los dedos—. La larga es para la verja principal cuando la cierran de noche. La pequeña abre la puerta del piso. El resto son las del estadio: puerta exterior, armario de materiales y las puertas de la cancha. Kevin tiene un juego idéntico, pídele que te enseñe cuál es cada una. Espero que las uses tanto como él.
—Gracias —dijo Neil, apretando el puño alrededor de las llaves con tanta fuerza que los dientes se le clavaron en la palma. Se sentía más estable con ellas en la mano. No importaba dónde fuera a dormir o qué estuviera maquinando Andrew. Allí había una cancha y él tenía permiso para jugar en ella—. Lo haré.
—Favoritismo flagrante, entrenador —dijo Andrew.
—Si pisaras alguna vez la cancha por voluntad propia, igual te daba un juego a ti también —respondió Wymack—. Pero como no creo que eso vaya a ocurrir en esta vida o en la siguiente, te callas y compartes las de Kevin.
—Ay, qué alegría —dijo Andrew—. Se me está empezando a notar la emoción. ¿Podemos irnos?
—Largaos —dijo Wymack, y Andrew se esfumó. Kevin y Aaron lo siguieron. Cuando Nicky llegó a la altura de la puerta del despacho, Wymack interpuso una mano en su camino para detenerle—. No se os ocurra traumatizarlo en su primer día.
Nicky pasó la vista de Wymack a Neil.
—Neil no está traumatizado, ¿verdad?
—Aún no —dijo Neil.
Tras un momento de duda, se descolgó la bolsa del hombro. La idea de dejarla atrás le daba escalofríos, pero no confiaba en las intenciones de Andrew. No sabía por qué estaba sobrio o por qué le había recogido en el aeropuerto cuando estaba claro que Wymack se lo había encargado a Nicky, pero sospechaba que Andrew no había terminado todavía. En aquel momento, Neil confiaba en Wymack más de lo que confiaba en Andrew. Esperaba no equivocarse.
—¿Hay algún lugar seguro donde pueda esconder esto? —preguntó.
—Hay sitio en el salón —dijo Wymack.
Neil miró a Nicky de reojo, preguntándose cómo podía explicarse sin hacer que les picase lo bastante la curiosidad como para querer husmear. Nunca se separaba de su bolsa a no ser que esta estuviera bajo llave, normalmente en su taquilla en el estadio de Millport.
Antes de que le diera tiempo a decir nada, Wymack le lanzó una mirada impaciente a Nicky.
—¿Por qué sigues aquí? Largo.
—Qué borde —dijo Nicky, pero pasó junto a Wymack y desapareció pasillo abajo.
Wymack se volvió hacia Neil.
—¿Cuánta seguridad necesitas?
Neil nunca había sido tan transparente para nadie, aunque también era cierto que nunca antes había dejado que una situación se le fuera de las manos hasta aquel punto. Mientras huían, su madre siempre había tenido el control, tejiendo historias perfectas y escogiendo los objetivos ideales para sus necesidades. Neil había ejecutado con torpeza su transición en Millport, pero allí habría podido dejarlo todo y salir corriendo si algo no salía como él quería. Aquí deseaba desesperadamente poder quedarse durante tanto tiempo como fuera capaz.
—Es todo lo que tengo —dijo al fin.
Wymack le indicó que se apartara con un gesto. Neil lo observó mientras abría la cerradura del cajón inferior del escritorio. Estaba lleno de archivadores, pero Wymack los sacó todos y los puso en el suelo. La pila se desestabilizó en cuanto la soltó, con papeles y carpetas deslizándose en todas direcciones. Ni siquiera pareció darse cuenta; estaba demasiado ocupado sacando la llave diminuta de su llavero.
—Esto es algo temporal —dijo—. Cuando te mudes a la residencia tendrás que buscar otra solución.
Le tendió la llave a Neil. Este alternó la mirada entre el entrenador y la montaña de papeles. Abrió la boca, la cerró y volvió a intentarlo.
—¿Por qué…? —Fue lo único que tuvo tiempo de decir antes de que Wymack se cansara de esperar y le pusiera la llave en la mano.
—Deberías darte prisa, antes de que Andrew mande a alguien a buscarte —dijo.
Neil se tragó el resto de su pregunta y, en lugar de eso, se dedicó a meter la bolsa en el cajón. Por suerte, la mayoría de su contenido era ropa, por lo que cupo en el espacio reducido tras un par de empujones. Cerró el cajón y echó la llave. Intentó devolverla, pero Wymack lo miró con pena.
—¿Para qué cojones quiero yo eso? —dijo—. Devuélvemela cuando te vayas.
Neil contempló la llave que descansaba en su palma, la seguridad que Wymack le ofrecía con tanta facilidad, sin cuestionarlo. Era posible que Neil no durmiera nada aquella noche, y puede que fuera a pasar las próximas semanas despertándose cada vez que Wymack roncara con un poco de volumen, pero quizás podía sentirse a salvo allí por el momento.
—Gracias.
—Anda y vete —dijo Wymack.
Neil salió del despacho. Los demás habían dejado la puerta principal abierta y lo estaban esperando en el pasillo. Neil metió la llave en su llavero mientras andaba hacia ellos. Mientras cerraba la puerta con llave tras de sí, Andrew guio a sus primos y a Kevin hasta el ascensor. Este llegó apenas unos segundos después de que Neil se uniera a ellos y todos entraron.
La sensación de seguridad momentánea que había sentido se desvaneció en cuanto las puertas se cerraron a su espalda, porque los otros se habían colocado en un círculo junto a las paredes del ascensor: Nicky y Aaron a ambos lados y Andrew y Kevin frente a él. Todos los ojos estaban puestos en Neil.
La sonrisa de Andrew desapareció en cuanto el ascensor comenzó su lento descenso. Neil le sostuvo la mirada, todo el cuerpo en tensión, listo para luchar. En la quinta planta, Andrew se apartó de la barandilla del fondo y avanzó hacia él. Alargó la mano para quitarle las llaves, pero Neil apartó el llavero. Andrew volvió a intentarlo y Neil tuvo que dar un paso atrás para esquivarlo. Retrocedió hasta chocar con las puertas de metal y se dio cuenta demasiado tarde de que a Andrew no le interesaban lo más mínimo sus llaves. Se metió el llavero en el bolsillo, sintiéndose atrapado. Era ridículo que una persona tan baja pudiera tener tanta presencia.
—Ha sido un placer conocerte, Neil —dijo Andrew, arrastrando las palabras—. Pasará un tiempo hasta que volvamos a vernos.
—Algo me dice que no tendré esa suerte.
—Así, cara a cara —aclaró Andrew, señalando los rostros de ambos—. Para eso tendremos que esperar hasta junio. Abby ha amenazado con no dejarnos entrar en el estadio este verano si te rompemos antes. Y eso no puede ser, ¿verdad? Kevin se echaría a llorar. No te preocupes. Esperaremos a que esté aquí todo el mundo y Abby tenga otros Zorros de los que preocuparse. Entonces te daremos una fiesta de bienvenida que jamás olvidarás.
—Tienes que replantearte tus técnicas de persuasión. Son una mierda.
—No necesito ser persuasivo —dijo Andrew, posando una mano sobre el pecho de Neil al mismo tiempo que el ascensor se detenía—. Aprenderás a hacer lo que yo diga.
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