Anna-Marie McLemore - Cuando la luna era nuestra

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Novela ganadora del premio James Tiptree Jr. Esta es la historia de Miel y Sam. Miel, que no recuerda su pasado y ahoga en el río las rosas que le crecen en las muñecas. Sam, que pinta lunas para ahuyentar las pesadillas de los demás y se pregunta si algún día se sentirá cómodo con su cuerpo. Juntos tendrán que hacer frente a las Bonner, cuatro hermanas a las que los rumores señalan como brujas. Famosas por su belleza, están dispuestas a arriesgarlo todo para apoderarse de las rosas de Miel. Con una prosa poética e inolvidable McLemore compone una historia de aceptación y amor plagada de magia y diversidad. Traducido por Aitana Vega La edición cuenta con un posfacio sobre el realismo mágico contemporáneo y varios detalles ilustrados que se han realizado en exclusiva para esta publicación.

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Cuando la luna era nuestra

Cuando la luna era nuestra - изображение 1

Anna-Marie McLemore

Cuando la luna era nuestra

Traducido por

Aitana Vega Casiano

Cuando la luna era nuestra - изображение 2

WHEN THE MOON WAS OURS copyright © 2016 by Anna-Marie

McLemore

Translation rights arranged by Taryn Fagerness Agency, Full Circle

Literary LLC, and Sandra Bruna Agencia Literaria, SL

All rights reserved

© de la traducción: Aitana Vega Casiano, 2022

© de esta edición: Duermevela Ediciones, 2022

Calle Alarcón, 52, 33204, Gijón

www.duermevelaediciones.es

Primera edición: marzo de 2022

Ilustración de la cubierta: © Maria Matos

Diseño e ilustraciones interiores: Almudena Martínez

ISBN: 978-84-124375-7-7

Producción del ePub: booqlab

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Para los chicos a los que llaman chicas ,

para las chicas a las que llaman chicos

y para quienes viven fuera de estas palabras .

Para quienes reciben insultos

y quienes buscan un nombre propio .

Para quienes viven en los márgenes

y en los espacios intermedios .

Os deseo toda la luz del cielo .

A lo mejor te necesito como la luna

necesita al mar abierto .

A lo mejor no sabía ni que existía

Hasta que te vi. 1 1 Traducción del poema Mayby I Need You proporcionada por la traductora de este libro.

Andrea Gibson

1 Hasta que te vi. 1 1 Traducción del poema Mayby I Need You proporcionada por la traductora de este libro. Andrea Gibson 1 Traducción del poema Mayby I Need You proporcionada por la traductora de este libro. Traducción del poema Mayby I Need You proporcionada por la traductora de este libro.

Índice

картинка 3

Mar de las Nubes

Lago del Otoño

Mar Nuevo

Bahía de la Armonía

Lago del Odio

Mar de las Islas

Bahía del Medio

Mar de los Vapores

Bahía de la Verdad

Lago de la Muerte

Mar Austral

Lago del Miedo

Lago de la Soledad

Mar de la Serenidad

Lago del Olvido

Pantano del Sueño

Mar de la Serpiente

Mar de las Olas

Bahía de la Aspereza

Lago del Invierno

Bahía del Honor

Océano de las Tormentas

Bahía de las Nubes

Lago del Dolor

Mar Marginal

Mar de la Tranquilidad

Lago del Verano

Mar Desconocido

Lago de la Blandura

Lago de los Sueños

Lago de la Felicidad

Mar Pequeño

Lago de la Bondad

Mar que se ha vuelto conocido

Bahía del Rocío

Pantano de las Nieblas

Lago de la Primavera

Mar de la Lluvia

Lago del Tiempo

Mar del Frío

Lago de la Perseverancia

Mar Oriental

Bahía del Arcoíris

Bahía del Amor

Mar del Néctar

Lago de la Esperanza

Nota de le autore

Agradecimientos

Posfacio por Almudena Martínez

Mar de las Nubes

картинка 4

Por lo que sabía, Miel había venido del agua. Aunque ni siquiera de eso estaba seguro.

No importaba cuántas noches se hubieran encontrado en el terreno sin cultivar entre sus casas, la granja de al lado no rotaba los cultivos y dejaba que la tierra se vaciase hasta que no crecían más que hierbajos silvestres. No importaba cuántas historias se hubieran contado cuando el sueño se les escapaba, cuando Sam le transmitía las fábulas de su madre sobre osos lunares que ayudaban a los viajeros perdidos y Miel se inventaba cuentos sobre lámparas de luna que se enamoraban de las estrellas. Él no sabía más que el resto sobre de dónde había venido antes de encontrarla entre la maleza. Al principio, parecía hecha de agua y, al instante siguiente, se convirtió en una niña.

Algún día, no serían más que un cuento de hadas. Cuando desaparecieran del pueblo, nadie recordaría el tono de marrón exacto de los ojos de Miel, ni la forma en que condimentaba el recado rojo con clavo, ni siquiera que Sam y su madre eran pakistaníes. En el mejor de los casos, recordarían a una chica de ojos oscuros y a un chico cuya familia había venido de lejos. Solo recordarían que los llamaban Miel y Luna, una chica y un chico entretejidos en el folclore del lugar.

Esta es la historia que las madres contarían a sus hijos.

Había una vez una torre de agua muy antigua. El óxido había cubierto el metal de un color naranja tan intenso que todo el depósito parecía una calabaza, una copia enorme de la fruta que crecía en los campos sobre los que proyectaba su sombra. Nadie cuidaba ya de la torre, no desde que unos cuantos rayos, en un verano en el que hubo muchas tormentas eléctricas, la dejaron inclinada hacia un lado como si estuviera cansada y encorvada. Hacía años, la habían llenado desde el río, pero ya el óxido y los minerales ahogaban las tuberías. Cuando abrieron la válvula en la base de la torre, solo salieron unas pocas gotas. El débil aspecto de los pernos y las planchas daba la impresión de que un vendaval otoñal haría que todo se viniera abajo.

Así que el pueblo decidió construir una nueva torre de agua y derrumbar la vieja. Sin embargo, la única forma de vaciarla era volcarla como una taza. Tendrían que prepararse para que toda la torre se estrellara contra el suelo, para todo el metal oxidado y los miles de litros de agua sucia que se derramarían en la tierra.

Eligieron para la caída el lado de la torre que daba a un campo de maleza tan seco que una sola chispa haría que todo ardiera en llamas. Pensaron que, a lo mejor, el agua conseguiría traer un poco de verde. En ese campo, desenterraron flores silvestres, achicoria y consuelda, y las replantaron junto a la carretera, para que no se ahogaran ni se aplastaran. Temían que, si no trataban bien a las cosas hermosas que crecían de forma salvaje, sus propias granjas se marchitarían y morirían.

Los niños corrieron entre los matorrales para ahuyentar a las ardillas y a los cervatillos y así evitar que, cuando se derrumbara la torre de agua, quedaran aplastados. Entre ellos había un chico al que llamaban Luna porque siempre pintaba mares y sombras lunares en cristales, papeles y en cualquier superficie que pudiera hacer brillar. Luna sabía que debía caminar y hablar con delicadeza para no asustar a los conejos, sino alentarlos a volver a sus madrigueras.

Cuando los animales y las aves silvestres desaparecieron del campo, los hombres del pueblo golpearon con hachas, martillos y mazos la base de la torre de agua hasta que cayó como un árbol. Se arqueó hacia el suelo en una caída lenta, como si se inclinara para tocar su propia sombra. Cuando chocó con la tierra, la parte superior oxidada se rompió y toda el agua se precipitó al exterior.

Durante un minuto, el agua, marrón como una taza de té olvidada, ocultó la maleza que recordaba a un pálido rastrojo de trigo. No obstante, cuando se deslizó y se extendió por el campo, aplastando a su paso los frágiles tallos y empapando la tierra seca, todos los que observaban distinguieron la forma de un cuerpo pequeño.

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