La caminata es un modo alternativo de movilidad urbana que concilia todos los aspectos de la planeación, ya que funciona como modo de desplazamiento sobre el espacio público-colectivo de la ciudad16 donde ocurre una pluralidad de funciones en el lugar de lo público. Por este motivo, los autores proponen que la atención a la adecuación del espacio para los recorridos a pie debe ser fundamental en la resolución de los sistemas de movilidad urbana sostenible.
3. A manera de conclusión: hacia una perspectiva del espacio de la ciudad caminable
3.1. El peatón y el espacio de la ciudad
El espacio organizado en torno a las necesidades humanas y colectivas configura, a lo largo de la historia, las calles, las plazas y los parques en las ciudades. El caminante encuentra en estos elementos sitios de contemplación, haciéndose un ser público por naturaleza mientras interactúa con el entorno construido de la ciudad y con otras personas. De esta forma, genera vínculos y una participación activa que lo convierte en ciudadano (Wiedenhoeft, 1979, p. 141). En concordancia, el espacio de la ciudad tiene una vocación social cuyo objetivo es brindar soporte a las actividades humanas que toman lugar cuando los ciudadanos se encuentran.
En los lugares donde se intensifican los encuentros sociales entre ciudadanos y elementos del entorno construido, los territorios se hacen más significativos y la identidad cultural se instaura. También se consolida el hecho colectivo en la medida en que los intereses comunes facilitan la identificación propia y del otro como miembros de un mismo grupo social con principios, creencias y prácticas comunes. A manera de conclusión, se puede establecer que caminar la ciudad, con cualquier intención, da lugar a contactos directos entre ciudadanos, favoreciendo la aparición fortuita de espacios públicos de encuentro y relaciones sociales cuya formalización y prevalencia dependen de la materialización de un paisaje simbólico17.
La materialización del paisaje simbólico resulta ser una tarea que le corresponde a ciudadanos encargados de planear la ciudad, fundamentalmente su espacio público. Esta planeación se realiza de acuerdo con lineamientos humanos en los que las necesidades de las personas se satisfacen de manera prioritaria. Sin embargo, con la aparición del automóvil, los lineamientos de la planeación han mutado hacia la atención de los requerimientos técnicos para la optimización del tránsito motorizado, disminuyendo las zonas de encuentro, sectorizando y separando los distritos de la ciudad y ampliando los límites de la misma.
3.2. Caminar como modo de transporte
Los impactos negativos, a nivel social y urbano, del incremento no controlado de viajes en vehículos particulares pueden mitigarse desde la planeación de una movilidad sostenible, en la que se prioricen los modos más eficientes de transporte, se garantice el acceso equitativo de la mayor parte de la población a los sistemas de transporte público y se articule la proyección del plan de movilidad con la del plan de espacio público. Entre los modos de transporte más eficientes se cuentan el transporte público y los modos no motorizados como la bicicleta y la caminata. Estos últimos son los modos en torno a los que se debería organizar el espacio público de la movilidad en ciudades donde se pretenden principios de sostenibilidad al tránsito (Herce y Magrinyà, 2013, p. 16).
Así, la forma en que se configure el espacio público de la ciudad es de vital importancia para motivar los diferentes tipos de viaje, es decir, el entorno construido de la ciudad puede favorecer los viajes en modos de mayor eficiencia a partir de la toma de decisiones estratégicas en las que se cualifique el espacio público. En el caso de la caminata como modo de transporte, se debe determinar que ésta, a diferencia de otros modos, ofrece la posibilidad de interactuar de forma directa con otros paseantes de la ciudad y de iniciar actividades sociales tan sutiles como observar al otro, o más complejas como entablar una conversación o un juego (Gehl, Pozueta y Valcarce, 2006, p. 19). Esta aclaración es pertinente porque soporta la afirmación que establece que el espacio público de la movilidad debe planearse de manera que se articule con el espacio del encuentro y las relaciones sociales (espacio público no efectivo y espacio público efectivo para el caso Bogotá).
Más allá de articular el espacio público de la movilidad y del encuentro social, puede concluirse, para la movilidad peatonal, que la escisión funcional del territorio público separa las zonas del tránsito de las zonas de la consolidación social y cultural, con lo cual persevera el modelo de ciudad desarticulada. Por este motivo, el espacio público en un sector de la ciudad en el que la movilidad peatonal es prioritaria, debe organizarse de manera que las aceras (o corredores peatonales) brinden lugar suficiente al caminante que se dirige a un sitio directamente sin desviarse, a aquel que divaga y a aquel que se detiene e inicia actividades opcionales y resultantes. En la figura 1 se muestra que cuando se priorizan los itinerarios peatonales, no sólo hay lugar para el tránsito de diversos modos, sino también para la permanencia y el encuentro social en espacios humanos entre edificios. De igual manera, el espacio debe proveer redes que se conecten con otros modos eficientes de transporte, con plazas, parques y equipamientos, sitios de alta importancia o significación colectiva y con otras redes peatonales más menudas al interior de los barrios.
Figura 1. La Prioridad en la Calle. Cuando la calle se planea para la movilidad y el tránsito, no hay lugar para el encuentro social. Cuando la calle se entiende como lugar de encuentro social y permanencia, también hay espacio para el tránsito. Extraído de Better Cities. Recuperado de http://bettercities.net/news-opinion/blogs/scott-doy-on/21544/better-streets-whats-priority
De acuerdo con lo anterior, se puede establecer que, si el objetivo es revitalizar la calle y motivar los modos alternativos y más eficientes de transporte, el espacio de la movilidad peatonal no puede diseñarse únicamente considerando la conexión entre dos puntos. Para lograr este propósito, es primordial brindar el soporte necesario a las actividades opcionales y resultantes, diseñando en detalle el entorno construido con el fin de garantizar la permanencia de las personas en la calle. Cuando se consigue que las personas permanezcan realizando actividades diversas a diferentes horas del día, aumenta la percepción de seguridad (Gehl, 2006, p. 161; Jacobs, 1967, p. 38) y la de un ambiente cómodo para caminar. En consecuencia, no sólo se logra incrementar la posibilidad de realizar actividades de segundo y tercer orden, sino también dar inicio nuevamente al ciclo (figura 2).
Figura 2. Ciclo de las actividades. Elaboración propia.
El diseño del entorno construido es un aspecto de primordial relevancia para la consolidación de la vocación peatonal prioritaria en un sector de la ciudad. El marco físico de la ciudad es el soporte de las actividades de cualquier naturaleza y es el lugar en el que se regulan las relaciones del grupo con un sector de la ciudad, instaurando y definiendo símbolos que construyen la identidad colectiva y facilitan el reconocimiento del territorio desde el contacto directo en ausencia de barreras como la ventanilla de un automóvil.
3.3. El diseño del espacio público para caminar
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