Estas y otras claves de los medios de comunicación aparecen en el libro Saber comunicar saber , 31donde también incluyo una selección de artículos de opinión sobre temas delicados con intención divulgativa y conciliadora.
«España es diferente» es una frase que algunos atribuyen a Napoleón tras la derrota en Bailén (1808). El ministro de Turismo, Manuel Fraga, lanzó o relanzó en los años 60 del siglo XX una campaña de promoción internacional con el eslogan « Spain is different. Visit Spain », que pudo ser idea de su antecesor, Luis Bolín. Con este mensaje de obviedad retocada buscaba neutralizar la Leyenda Negra sin necesidad de compararse con otros países y, de paso, abrir algo la dictadura franquista a parámetros sociopolíticos del resto de Europa. Para un patriotismo ponderado y al margen del marketing, quizá sería más sensato matizar el evidente « Spain is different » con un modesto « like any other great country ».
Años después, recuperada la democracia, no menos singular fue la Transición. Según el historiador estadounidense Stanley Payne, la imagen de España «cambió con gran rapidez y el aplauso internacional fue prácticamente unánime. Para los españoles, gozar de una opinión favorable en el escenario mundial era una nueva experiencia». 32
Conocer tanto la verdad histórica como la Leyenda Negra de España ayuda a reconciliarse con la realidad, premisa clave para cambiarla. Este somero repaso a los últimos 500 años desde la perspectiva reputacional sirve también para calar en el origen de expresiones como «inquisitorial», «sambenito», «torquemada», «caza de brujas», «aquelarre», etc. El buen saber se hace más apetecible si te lo cuentan bien. De ahí el éxito de iniciativas como los audios ( podcasts ) de Memorias de un tambor 33y otras pistas que los más interesados pueden hallar en las numerosas notas de referencia, agrupadas por capítulos, al final de este libro.
Saber ocupa lugar e inyecta satisfacción. Bien lo experimentó el estadounidense Herbert E. Bolton, profesor de la Universidad de Notre Dame:
«Entre mis convicciones históricas indiscutibles se encontraban las siguientes: los demócratas estaban condenados de antemano, los católicos, los mormones y los judíos debían ser mirados con desdén. Los norteamericanos vencieron a Inglaterra; vencieron a los indios, los mejores indios son los que están muertos; los ingleses llegaron a América para fundar sus hogares; los españoles, con el único fin de explotar y buscar oro. España fracasó en el nuevo mundo; los ingleses siempre triunfaron; sus sucesores, los norteamericanos, eran los elegidos de Dios; toda historia americana se desarrolló entre el paralelo 49 y el río Bravo; los norteamericanos expulsaron virtualmente a los mexicanos de Nuevo México, Colorado, Texas, Arizona y las demás regiones y, subsiguientemente, construyeron un gran imperio. Cada uno de estos conceptos es falso en su totalidad o en parte, pero necesité media vida para descubrirlo». 34
Alcanzar este descubrimiento requiere apertura mental, pasión por la verdad y humildad para cambiar de opinión. Este talante abierto añade el desafío adicional de discernir entre realidades, interpretaciones y representaciones que, mezcladas, se tornan difícilmente distinguibles. Estar de ida y querer saber merece la alegría (no la pena).
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Adaptar la percepción a la realidad, no al revés
Si es una leyenda, el color da igual
Leyenda: del latín legenda , cosas que deben leerse, que se leen. Negra: de nigra , negra, y derivados como negrero o denigrar. Inteligente: de intelligens-intelligentis , el que entiende; y de intus , dentro, y legere , leer. En libre traducción, la persona inteligente lee dentro, lee entre líneas o incluso sin ellas.
El diccionario de la Real Academia Española (2022) refiere estas dos primeras acepciones de leyenda: «Narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición» y «relato basado en un hecho o un personaje reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración». También define el sintagma «leyenda negra» como «relato desfavorable y generalmente infundado sobre alguien o algo». 35
Precedentes de la expresión común «leyenda negra» se hallan en varios textos 36acerca de Napoleón. En el primero, anónimo de 1819, se lee sobre el emperador galo: «Y él mismo, para quien, en la leyenda negra / se fue a buscar un nombre tan rimbombante como su gloria / ese gran Napoleón, a quien Córcega engendró…». En 1893 se publica, también en francés, otro libro, que afirma que «la realidad acaba zafándose de las leyendas, tanto de la dorada como de la que podemos llamar leyenda negra napoleónica».
¿Hacer patente lo latente o desterrar palabras sobre lo que disgusta?
Por acción u omisión, deliberada o casual, hay que reconocer el éxito francés para que no prosperase el uso de la expresión inicialmente referida a uno de sus líderes históricos más señeros. Lo bueno de poner nombre a algo que existe es que alerta, justamente, a los inconscientes de esa realidad. Por eso no es indiferente enterrar palabras que remiten a realidades que disgustan. Si fuera francés, no me gustaría que la expresión Leyenda Negra se empleara para referirse a quien fue emperador de mi país, por muy condenables que fueran —y son— algunas de sus acciones más impropias de la condición humana.
Sin embargo, quien por primera vez empleó el sintagma genérico «leyenda negra» referido a España parece ser la gallega Emilia Pardo Bazán. Fue en una conferencia pronunciada en París y en francés el 18 de abril de 1899, el año siguiente a la pérdida española de Cuba en la guerra con EE.UU.:
«En el extranjero se saben de sobra nuestras desdichas, y aun no falta quien con mengua de la equidad las exagere; sirva de ejemplo el libro reciente de M. Yves Guyot, que podemos considerar como tipo de leyenda negra, reverso de la dorada. La leyenda negra española es un espantajo para uso de los que especialmente cultivan nuestra entera decadencia, y de los que buscan ejemplos convincentes en apoyo de determinada tesis política.
Nos acusa nuestra leyenda negra de haber estrujado las colonias. Cualquiera que venga detrás las estrujará el doble, solo que con más arte y maña.
Tengo derecho a afirmar que la contraleyenda española, la leyenda negra, divulgada por esa asquerosa prensa amarilla, mancha e ignominia de la civilización en Estados Unidos, es mil veces más embustera que la leyenda dorada. Esta, cuando menos, arraiga en la tradición y en la historia; la disculpan y fundamentan nuestras increíbles hazañas de otros tiempos; por el contrario, la leyenda negra falsea nuestro carácter, ignora nuestra psicología y reemplaza nuestra historia contemporánea con una novela, género Ponson du Terrail, con minas y contraminas, que no merece ni los honores del análisis». 37
El primero en abordar el fenómeno con profundidad conceptual y análisis sistemático en un libro fue el madrileño Julián Juderías, historiador políglota que hablaba dieciséis lenguas, había viajado y vivido en el extranjero, y trabajaba de intérprete en el Ministerio de Estado (hoy Asuntos Exteriores). En su obra más conocida, La leyenda negra (1914), la define como:
«El ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos, la negación sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y el arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos, y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas.
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